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Sobre Javier Marías y Tomás Nevinson
Jorge Bobadilla Vargas comment 0 Comentarios

La nueva novela de Javier Marías es un acompañante de su pasada entrega Berta Isla (Alfaguara, 2017). Los que ya la hayan leído sabrán de quién se trata Tomás Nevinson. Para aquellos que todavía no, un brevísimo resumen: Berta Isla y Tomás Nevinson son esposos; Tomás es un agente secreto de la Corona Británica que después de ausentarse por doce años a causa de gajes del oficio regresa con Berta, profesora de literatura y madre de dos hijos de Tomás.

En el presente relato, Tomás después de tres años como agente retirado, regresa a una nueva misión: capturar a una mujer terrorista que planeó los históricos ataques de la ETA a finales de los años ochenta y principios de los noventa. Desde este argumento la novela plantea un dilema ético, incómodo para la moralidad de nuestros tiempos, al que su protagonista se enfrenta en un punto final del relato: el no haber matado a una mujer para prevenir los ataques que cometería después en Omagh, Irlanda del Norte, y que costarían varias vidas inocentes. De este dilema se puede desprender otra encrucijada: ¿la liberación política de un pueblo puede aceptar el sacrificio de vidas inocentes, incluyendo niños?

“Yo fui educado a la antigua, y nunca creí que me fueran a ordenar un día que matara a una mujer. A las mujeres no se las toca, no se les pega, no se les hace daño…”. Tal declaración que el protagonista realiza al principiar el relato se ve confrontada pero sustentada al final con un considerable pesar: “No pude, no. Era una mujer… Si hubiera sido capaz, tal vez ahora estarían vivos un montón de muertos. No lo hace menos grave que hayan muerto lejos de aquí.”.

Como en Berta Isla, podemos encontrar múltiples referencias a hechos históricos y citas de los autores predilectos de Marías. Shakespeare, T.S. Elliot, Baudelaire, Alexandre Dumas, John Donne, Friedrich Hölderlin, Fritz Lang y Gustave Flaubert son entrecomillados o recurridos en la obra en medio de acontecimientos históricos incorporados finamente: los atentados terroristas de ETA y la IRA -a manera de protagonistas-, las decapitaciones de Ana Bolena y María Antonieta, los milagros de Tomás de Canterbury y posibles atentados hacia Hitler dotan al relato de un amplio y culto sustento.

Tomás Nevinson, junto con Berta Isla, lejos de ser relatos de espías en acción, nos permiten la reflexión sobre las ausencias, esperas y regresos de las personas importantes en nuestra vida. Como en una especie de paréntesis permanecemos relacionalmente cuando nos vamos o se van. En este intermedio formamos ficciones de los ausentes y los que faltamos imaginamos a los que se quedan con ilusión y melancolía. Cuando sucede el leal reencuentro un signo de equivalencia sustituye al paréntesis y nos sitúa junto con la otra persona en un devenir incierto en el que las ideas fraguadas durante el paréntesis conviven con la percepción que entonces hacemos de la persona real para, idealmente, buscar el equilibrio con signos de más y menos.

“Todo el mundo tiene alguna lealtad depositada en algún lugar: hasta quienes por oficio o principio han renunciado a ella le reservan un hueco, normalmente tan secreto que ellos mismos pueden ignorarla y descubrirla de manera inesperada y tardía, sólo cuando se les revela. Puede ser lealtad a una sola persona, a una costumbre, a un espacio, a una ciudad; a una empresa o a una institución; a un cuerpo cuyo recuerdo se demora y no se va; al pasado, para salvar la continuidad, o al presente, para no caerse de él… Berta había encarnado durante mucho tiempo ese retazo mío de lealtad…”.

La obra de Javier Marías ha sido traducida a 46 lenguas con casi nueve nueve millones de ejemplares vendidos en 59 países. Galardonado dos veces con el Premio de la Crítica ha sido también nominado como merecedor del Premio Nobel por Mircea Caterescu o J.M. Coetzee. En su discurso de aceptación del 2008 como miembro de la Real Academia Española titulado Sobre la dificultad de contar declaraba una especie lealtad compartida y descrita en el párrafo anterior: “A veces las páginas de un libro nos han sumido en una especie de trance y nos han parecido mucho más importantes y vividas que nuestra realidad, y hemos dejado de comer o de dormir por causa de esas ficciones, como si, mientras las leíamos o nos aguardaban y nos llamaban, nada hubiera en el mundo más trascendental que ellas. A veces nos hemos instalado en su territorio hasta el punto de desear quedarnos a vivir allí, de renegar cuando se nos ha obligado a salir, o de sentir verdadera tristeza cuando sus personajes nos han dicho adiós. Sí, todo esto es cierto.”

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