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Ofrendas literarias. Ignacio Solares: Mezclar la escritura con el día a día
Daniel Lávida comment 0 Comentarios

En el último año he conocido a diversos autores y autoras, a través de sus textos me he informado sobre acontecimientos de México y el mundo, me he transportado a diversos lugares, perspectivas, momentos e incluso motivaciones para llegar a diversos fines.  Pero, sin duda, siempre tendrán un peso especial aquellos textos y autores que me acompañaron en el camino hacia lo que soy ahora.

Recuerdo muy bien el libro que “me salvó la vida” y el hombre que me lo dio: Narciso y Goldmundo de Hermann Hesse, dado por un profesor de filosofía en la preparatoria. Con quien estaré agradecido toda mi vida porque gracias a ese simple gesto hoy estoy aquí. Casi un año antes de salir de la preparatoria, mi acercamiento a los libros fue mayor, generé con ellos un vínculo casi indescriptible, a tal grado que por mi mente pasaba constantemente la idea de estudiar Literatura y Creación Literaria. Pero no lo hice. ¿Por qué? Por miedo a “morirme de hambre”, “porque no había mercado laboral” y por más frases externas que en su momento me creí. Fue mientras estaba sin un rumbo fijo cuando llegaron a mí autores mexicanos que me harían encontrar el sendero por el que me gustaría caminar el resto de mi vida: el primero fue José Emilio Pacheco (1939-2014), a través de Las batallas en el desierto, con lo que busqué sobre el autor, conocí su vida, sus títulos y su tiempo como periodista cultural, así me adentré a Inventario, su columna semanal.

Con esto, poco a poco el cuadro comenzó a expandirse, sumándose Juan Villoro, Sabina Berman, Xavier Velasco y otros, a quienes comencé a leer no sólo en sus libros sino también en diarios. Hasta que un día llegó el autor que me daría el último empujón para inscribirme en Ciencias de la Comunicación y Periodismo: Ignacio Solares (1945-2023), quien a través de su vida como de sus obras, me inspiró.

Fue con él con quien terminé de creer en la gran oportunidad que había de mezclar la escritura con el día a día y sobre todo encontrar la forma de que ésta llegara a más personas. Con su recorrido por el periodismo mexicano fue con lo que me maravilló. Saber que había entrevistado a personajes como Jorge Luis Borges, Alejo Carpentier, Carlos Fuentes, Gabriel García Márquez, Augusto Monterroso, Octavio Paz, José Revueltas, Ernesto Sábato, Jaime Sabines, Fernando Savater o Mario Vargas Llosa, hicieron de él una figura a seguir, digámoslo así, un objetivo a lograr.

Despué, me acerqué a él como lector con su obra Delirium Tremens (Alfaguara, 2015), reportaje novelado en el que aborda la forma en la que la percepción de la realidad se ve distorsionada por el alcohol. Libro que en muchos aspectos me hizo recordar momentos con personas cercanas, lapsos específicos de mi vida y preguntarme muchas cosas que pertenecían más al mundo metafísico que a este en el que nos desenvolvemos día a día.

 Después, me fui adentrando a la novela histórica, con lo que leí Madero, el otro (Debolsillo, 2016), en la que habla sobre Francisco I. Madero, aquel personaje histórico que conocía desde la primaria y de quién sabía que lideró el movimiento de la Revolución mexicana. Pero en esta obra me encontré con un hombre que no sabe si es el tirano o el mártir de la revolución, lleno de duda sobre su mandato, sobre el poder, sobre el Madero hermano, esposo, espiritista y presidente. Poniendo en duda si su muerte en la Decena Trágica permitirá darle fuerza al movimiento revolucionario, como si su sangre (la sangre de su muerte) la pudiera fertilizar.

Así, sin darme cuenta Ignacio Solares se sentaba conmigo en muchas de mis clases. Como aquella en la que un profesor nos contaba sobre sus años como jefe de redacción y nos hablaba sobre Excélsior y la salida de Julio Scherer en 1976, momento en el que Solares trabajaba como director del suplemento Diorama de la Cultura. Supe que fue fundador de Proceso junto a Scherer, Granados Chapa, Carlos Monsiváis, Vicente Leñero y José Emilio Pacheco. Con lo que mi admiración hacia él y su obra crecía.

Conforme avancé en la universidad, en mis primeros empleos hasta llegar a este momento, Ignacio Solares estuvo conmigo. Murió el 24 de agosto de 2023, pero sé que desde donde esté seguirá mostrándome la salida a laberintos que no puedo descifrar y alentándome a no parar de leer, de aprender, de preguntar…

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