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Salvo Montalbano, una radiografía express
David Rubio comment 0 Comentarios

Conocí a Salvo Montalbano en la segunda novela que leí de Andrea Camilleri (la primera, La temporada de caza, la había leído varios años atrás y era ajena al personaje): La forma del agua (Salamandra, 2020), y desde entonces no he vuelto a pensar de la misma forma en Sicilia, esa que venía a mi mente cargada de escenas románticas de película antigua, en blanco y negro. Nada como la novela negra para quebrar el espejismo idealista que se teje frente a uno antes de visitar un lugar, sobre todo cuando dicho espacio está tan bien esculpido como la región de Vigata que Camilleri se inventa en sus novelas, y que es donde prácticamente toda la saga Montalbano tiene lugar.

¿Quién es Salvo Montalbano y por qué Andrea Camilleri lo eligió como el protagonista de su opus magnus? Para responder a esta pregunta podemos elegir entre dos respuestas que, a su vez, son complementarias entre sí: que el autor quería homenajear a un colega —el escritor español Manuel Vázquez Montalbán— al elegir el apellido Montalbano para su protagonista, pero que además de ello deseaba homenajear al propio personaje creado por Montalbán: el detective Pepe Carvalho, con quien Salvo Montalbano comparte profesión y alguna que otra afición; de hecho, no es descabellado pensar que, en el mundo actual, lleno de multiversos de toda índole, las creaciones de Camilleri y Montalbán podrían haber protagonizado un crossover de épicas proporciones; algo que nos quedaremos con ganas de leer pues, como ya se sabe, los padres de ambos detectives han dejado de existir años atrás, aunque esto no sea un motivo que detenga a propios y extraños de conocer las aventuras de Salvo y Pepe.

Volviendo de lleno a Montalbano, nos encontramos ante una serie compuesta por más de una veintena de libros —entre los que también se encuentra un puñado de relatos— con elementos clásicos de la novela negra, que van del descubrimiento de un crimen a la resolución del mismo, pasando por una serie de peripecias, descubrimientos e indagaciones que conducirán —al protagonista y al lector— al hallazgo del verdadero culpable del asesinato o misterio por resolver, y en las que la figura de Salvo Montalbano brilla por sus cualidades y defectos humanos. Camilleri hizo un espléndido trabajo de dimensión con su personaje, dotándolo de una complejidad y humanidad creíbles: desde la tortuosa relación amorosa con Genoise Livia, hasta la forma en la que se entrega al enfado con sus subordinados y superiores, pasando por clichés de carácter que empatan con los de otros grandes detectives de la novela negra, y en el que inclusive puede atisbarse la deuda que Camilleri tiene con Montalbán, pues tanto en las novelas de Montalbano como el las de Carvalho se le da, de pronto, una inhóspita importancia al tema gastronómico (tanto a Andrea como a Manuel les gustaba hacer una detallada descripción de los menús degustados por sus personajes dentro de sus propias novelas); así mismo, el trabajo con los entornos, la ambientación y los personajes secundarios no desmerece ni un gramo bajo la gran calidad de la pluma del escritor italiano.

Es importante destacar que Camilleri hacía hincapié en el hecho de que el Montalbano de La forma del agua era apenas un bosquejo del personaje que quería construir; bosquejo en el que trabajó arduamente para definir la silueta íntegra del comisario en su segunda novela, El perro de Terracota (Salamandra, 2020), y al que consecutivamente fue dándole mayor profundidad conforme la historia avanzaba en posteriores entregas. Siendo el escritor de fama tardía que fue —se inició en la escritura de novelas después de los sesenta años. Eso sí, anteriormente se había dedicado en cuerpo y alma al mundo de las artes, donde ejerció como guionista, profesor de arte dramático y director de teatro—, Camilleri nunca pareció tener prisa en conseguir hacerse de un espacio dentro de la literatura italiana, pudiendo dedicar la última mitad de su vida con cierta tranquilidad a la actividad que le apasionaba: escribir literatura.

A pesar de que la saga del comisario Montalbano cuenta con un orden de lectura que es indispensable seguir si se pretende llevar un hilo cronológico de los acontecimientos ocurridos en las novelas, la maestría de Camilleri permite el disfrute de cada obra por separado. A título personal, considero altamente recomendable iniciar con La forma del agua, primer título de la serie; paladear el entorno de la región de Vigata creada por Camilleri, saborear sus personajes y masticar sus múltiples tramas, y continuar así, una a una, con las distintas novelas que componen el grueso de las aventuras de Montalbano, un personaje indispensable de las letras italianas que fue creciendo conforme se alimentaba el mito de su creador, el inigualable Andrea Camilleri.

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