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Lo terrible desde la inocencia
Bruno Fuentes comment 0 Comentarios

Si bien la inocencia de la infancia puede servir narrativamente como una vía de escape para huir de lo terrible, ella a su vez tiene la capacidad de potenciar lo que más nos horroriza, de hacer que personajes vivan el miedo y el dolor de la manera más pura porque si algo no tiene el niño es justamente la serie de escudos, fortalezas internas y demás mecanismos de defensa que el adulto -para evitar el sufrimiento- ya construyó. La inocencia a menudo da pie a mundos imaginarios de tal belleza que logra transformar las realidades más oscuras, como en el caso de Ofelia, la niña de El laberinto del Fauno, que en plena guerra civil establece una conexión mágica con el bosque. Sin embargo, el precio del escapismo es una profunda tristeza cuando los seres de la fantasía se esfuman y lo único que nos queda es nuevamente la cruda realidad.
            El lector interesado en estos temas no puede dejar a un lado la lectura de La vida mentirosa de los adultos, de Elena Ferrante, así como la de Amor armado, de Jennifer Clement, y La vida verdadera, de Adeline Dieudonné; tres historias que, con ingenio y creatividad, replantean la relación que tienen (o que a veces nos gustaría que tuvieran) la inocencia y lo terrible.

            Situada en la ciudad de Nápoles, la novela de Ferrante nos presenta a una pequeña familia que, por motivos que vamos descubriendo a lo largo de la narración, mantiene absoluta distancia y nula comunicación con una pariente cercana: la tía Vittoria. Desde muy chica, Giovanna sólo recuerda a su padre y a su madre hablando pestes de aquella tía y repitiéndole sin cesar que es mejor no conocerla. Esto, claro, aumenta su curiosidad por conocer a Vittoria, aunado al hecho de que una noche, a escondidas, escucha a su padre decir que se está pareciendo a ella. A partir del día en que por fin la conoce, Giovanna se ve de pronto inmersa en un contexto de rencores familiares que desconocía por completo y que la llevan a redescubrirse y reconocerse desde la conciencia de lo ficticio, lo inventado, lo velado por el adulto. No se trata de una transgresión de lo prohibido, así como de una concientización de las estrategias que usamos para en efecto tratar de prohibir y ocultar lo que nos aterra. “Vittoria me pareció de una belleza tan insoportable que considerarla fea se convirtió en una necesidad”, nos dice Giovanna.


            Amor armado cuenta la historia de Pearl, una niña que crece en un campamento de tráileres y automóviles al sur de los Estados Unidos. Al margen de la ciudad, los habitantes de este campamento tienen sus propias costumbres y tradiciones, componiendo una especie de micro-cultura que defienden con furor, y que Pearl aprende a llevar dentro de sí aun cuando sus circunstancias de pronto cambian radicalmente. Si acaso Pearl y Ofelia tienen algunas cosas en común, la heroína de Amor armado no embellece como tal una realidad terrible; la subvierte. Nos la presenta de entrada como la norma de su mundo, concreta e inamovible, pero da la impresión de que así lo hace no por desconocer otros entornos y carecer de más referentes, sino porque hay algo en su ser que tiende a recibir con brazos abiertos lo que el resto de la gente acérrimamente rechazaría. La inocencia de Pearl es a la vez su carga y su liberación.


            Y por último, la protagonista de La vida verdadera –de cuyo nombre no nos enteramos en ningún momento- hace de su inocencia una cualidad indestructible, un arma letal. Adeline Dieudonné nos dibuja a una niña que, hija de un padre violento y de una madre siempre golpeada, emprende la tarea de desafiar las leyes cuánticas del universo con el fin de redirigir el curso de su vida tras un episodio traumático, y nosotros la acompañamos en esta misión cuyo objetivo es arrastrado hasta sus últimas consecuencias. Lo terrible permea en la novela desde las primeras páginas, pero con un manejo del lenguaje que, más allá de poner ese terror en tela de juicio, nos lo acerca como a una bestia embozada que largamente hemos deseado tocar con nuestras propias manos. Dieudonné nos pone en contacto con aquello que nos resistimos a ver, mezclándolo con una clase de epopeya científica que a su vez cobra profundidad por los estragos que la protagonista, atorada entre varios mundos, atraviesa con pasión y curiosidad.


            Las tres novelas hacen pensar en lo que aún hay de inocente dentro de cada quien, en lo que aún resta de la infancia que se rehúsa a abandonarnos de forma definitiva y el modo en que aquello, paradójicamente, fortalece y debilita. El lector encontrará en estas novelas una aproximación al tiempo perdido de la infancia con una organicidad que se encuentra en pocas obras literarias.

Adeline Dieudonné Amor armado Elena Ferrante Jennifer Clement La vida mentirosa de los adultos La vida verdadera

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