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Trauma is a memory place with the roof blown off
Malinalli Rodríguez comment 0 Comentarios

Varias veces me pasa que en la madrugada entro en un bucle de recuerdos. Inician tranquilos, como lo que hice o dejé de hacer en el día, pero si me dejo llevar por ellos, me arrastran a reclamos horribles, imaginar escenarios donde lo pude haber hecho mejor, o de plano, a pesadillas inenarrables que sólo traen angustia y mucha desesperación. Dejarte llevar en ese bucle interminable de reproches y culpas es lo que Wong narra de una manera excepcional en Bosques que se incendian (Random House, 2023).

Contar una trama sobre este libro no es fácil. La historia se desvanece y vuelve a aparecer igual que ese sueño pesado del cual no puedes zafarte. Los cuatro personajes se encuentran en un hotel, que se describe como un espacio intrigante y en constante transformación, similar a los sueños y recuerdos que conforman la memoria humana. El enfoque en la manejabilidad y maleabilidad de la memoria, junto con referencias a autores como Jorge Luis Borges y Alberto Chimal, así como conceptos como la incapacidad de mirar hacia atrás; añaden profundidad a la exploración de la identidad y la memoria en la novela. Pero ¿realmente de qué trata la segunda novela de Wong?

Como dije anteriormente, es complicado de contar sin que resulte en spoiler. Sin embargo, hay varias cosas que se pueden tomar en cuenta para explicar el excelente entramado presentado por el autor. Wong menciona en una reseña que él mismo escribió sobre este libro, cómo la experiencia personal de su estancia en un hotel durante la pandemia influyó en la escritura de la novela y cómo el concepto de memoria, imaginación, mito, culpa y nostalgia se entrelazan en la trama.

La novela toma como escenario el Hotel Hilbert, inspirado en la paradoja matemática del mismo nombre que dicta lo siguiente: un hotel infinito donde pueden habitarlo infinitos huéspedes, simplemente recorriéndose cada uno una habitación conforme vayan llegando más. Con fórmulas sencillas como x=n+1 (donde x= cuarto nuevo y n=cuarto actual) o usando los números triangulares, se puede resolver esta paradoja, en teoría. Sin importar el número de huéspedes, todos podrán tener una habitación.

Pero no olvidemos que el infinito es un concepto operativo en las matemáticas y la imaginación es más grande que los números irracionales o los decimales que caben entre ellos. Es por eso que esta paradoja no explica cómo se sentirían los huéspedes si les toca cambiar de cuarto en un tiempo incierto. Tal vez sea en la madrugada, tal vez al mediodía o quizá pasen años sin que cambien de habitación.

En cuanto a los otros conceptos manejados, describe a la memoria con ira y muy turbulenta. La violencia con la que la memoria se hace presente en nuestra mente puede llegar a ser muy turbia. Dejarla llegar a sus últimas consecuencias, es peligroso. Todos los que hemos tenido pesadillas, los que nos hemos disociado por tiempo indefinido, los que nos hemos reprochado cosas que es imposible cambiar, sabemos que quedarnos solos con nuestros pensamientos, no sólo es peligroso, es aterrador. En una de las anotaciones olvidadas en una de las habitaciones del hotel podemos leer: «La memoria es el comienzo de la escritura y, de cierta forma, su sustituto».

Los mitos se manifiestan de una forma surreal. El terror mexicano es lo que mejor podría explicarlo. Estos se mezclan con la nostalgia que muchas veces acarrea culpas. Es lo que hacemos en los mitos, ¿no? Inventar historias donde nos sintamos un poco más protegidos. Son el consuelo que creamos para enfrentar la crudeza de la realidad.

La incertidumbre nos aterra, el olvido nos aterra; el infinito, también. Todo se vuelve abrumador y caótico. Como seres humanos, tendemos a querer explicarnos cosas inexplicables. Lo inmaterial, lo volvemos material: así lo podemos entender mejor. Es por eso que tenemos recuerdos inventados, creamos lo que creemos que es mejor para nuestra trama. Aunque también hay traumas que tal vez sabemos que pasaron, pero no sabemos lo que realmente pasó.

Los ambientes e imágenes que inundan el libro son inquietantes, incluso lúgubres. Se percibe una incertidumbre pesada que sabes que está ahí, pero decides seguir de largo. Como cuando estás soñando y crees despertar, pero en realidad, sigues soñando y no sabes cuándo ya estás despierto y cuándo no. El misterio y lo onírico se junta para aterrar al lector. Y aun con este sinsentido, cobra a cada quién el porqué de las cosas.

Tener en cuenta estos conceptos y escenarios es lo que haría como tal la reseña en sí. Todo es tan personal como el laberinto de memorias que cada uno posee. La presencia de esa esperanza de no volverte loco cada que te ves al espejo por mucho tiempo y dejas de reconocer a la persona reflejada en él. El hotel, la estación de trenes y el bosque que rodea todo el pueblo evoca visiones de Arreola, El resplandor y la desesperanza de una vida que no se sabe si se vivió o se soñó.

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