La literatura, al menos en Honduras, siempre había encontrado en la obra de las mujeres solo un pequeño sedimento, un relleno. Se ha visto como una literatura periférica, con producciones que tuvieron que nadar contracorriente. Pero ese momento ha pasado y esta es una muestra de ello. El trabajo de la escritora Gloria Hernández resulta formidable al convocar veintiún autoras que evidencian la calidad de nuestra región y, particularmente, de nuestro país. Como bien menciona en el prólogo del libro, ya no son “voces aisladas”, sino nuevas miradas, miradas alternativas que obligan a reformular la visión y el canon literario.
María Eugenia Ramos ha sido una referente para la narrativa del nuevo milenio. El cuento es muy fuerte, al punto que a veces quisiéramos voltear la mirada, pero la autora nos toma del rostro y nos obliga a ver de frente. Destaco la construcción de un personaje complejo. Si bien se esconde bajo la fachada de un albañil, en sus monólogos y en el espacio íntimo nos revela a un individuo que desborda mucha sensualidad y delicadeza.
En el caso de Jessica Isla, con una escritura muy poética siempre está remarcando con el adjetivo, el dote preciso para potenciar con mayor fuerza a los personajes femeninos. Además es un cuento que posee un humor escondido entre renglones, que nos recuerda la constante lucha por el control de nuestros cuerpos.
Por último, Sara Rico a partir de dos hilos nos arrastra con nostalgia a un pasado muy cercano. La historia que leemos puede ser la historia de cualquiera de nosotras, de cualquier joven estudiante que vivió la crisis política de Honduras.
Las tres son autoras muy valiosas y audaces que, como bien indica Gloria Hernández, escriben sobre el ahora, sobre la vida misma. Cualquiera diría que estamos ante tres generaciones, tres momentos diferentes. Pero yo voy a decir que no, que estamos ante uno solo: el momento de la narrativa escrita por mujeres, en Honduras y en toda la región.