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Gustave Flaubert
Redacción Langosta comment 0 Comentarios

Dichas cualidades se pueden encontrar en Madame Bovary (1857), su trabajo más representativo. Flaubert, hijo de un médico, estudió derecho en París durante un corto periodo de tiempo, pero su frágil salud le obligó a abandonarlo. Fue entonces cuando decidió dedicarse a escribir. Entre 1849 y 1851 viajó, en compañía de un amigo, por Grecia y Oriente Próximo, una experiencia que le inspiró los escenarios exóticos de dos de sus novelas. Afectado por un desorden de tipo nervioso, transcurrió la mayor parte de su vida de forma tranquila, junto a su familia, en Croisset, un lugar de campo cerca de Ruán, donde recibía frecuentes visitas de otros notables escritores. Allí murió el 8 de mayo de 1880. Otras novelas importantes de Flaubert son Salambó (1863), La tentación de San Antonio (1874), La educación sentimental (1869), tres narraciones cortas publicadas con el título de Tres cuentos (1877), y dos trabajos editados póstumamente, la inacabada novela Bouvard y Pécuchet (1881) y Diccionario de lugares comunes (1913).
Con la publicación de Madame Bovary, tanto el autor como el editor fueron acusados por la inmoralidad de la novela. A pesar de haber sido absueltos, pasó mucho tiempo para que este libro fuera reconocido como una de las obras maestras de la literatura francesa. Subtitulada “Costumbres provincianas”, es, en apariencia, una convencional historia de adulterio, pero logra convertirse en un profundo análisis de la humanidad y, en concreto, un ataque a la monotonía y a las desilusiones de la vida burguesa. Emma Bovary, con la imaginación repleta de románticas ilusiones sobre el amor y la pasión, se topa con la realidad de un insípido matrimonio que la ahoga, y busca las sensaciones sobre las que ha leído en los libros, a través de una serie de aventuras amorosas, que ella desea ver como grandes pasiones, pero que no son en realidad más interesantes que su vida matrimonial:

Nunca Madame Bovary estuvo tan bella como en esta época: tenía esa indefinible belleza que resulta de la alegría, del entusiasmo, del éxito, y que no es más que la armonía del temperamento con las circunstancias. Sus ansias, sus penas, la experiencia del placer y sus ilusiones todavía jóvenes, igual que les ocurre a las flores, con el abono, la lluvia, los vientos y el sol, la habían ido desarrollando gradualmente y ella se mostraba, por fin, en la plenitud de su naturaleza.[…] Carlos, como en los primeros tiempos de su matrimonio, la encontraba deliciosa y absolutamente irresistible.

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