Hablar de feminismo hoy es posible a través de las letras, sí, gracias a aquellas que en sus tiempos lograron algo tan importante y vital como publicar un libro. Ese fue el gran golpe que derribó las barreras de aquellos quienes no creían que las mujeres pudiesen publicar uno, dos, tres libros; esa historia terminó. Ahora es posible ir a una librería y encontrar nombres de mujeres en la mesa de novedades, clásicos y viejos. Los años de esfuerzo de nuestras antecesoras hacen que hoy tengamos la dicha de leer a aquellas que escriben y publican.
Muchas de nuestras abuelas tuvieron la fortuna de aprender a leer y escribir cuando en México los hombres tenían el privilegio de estudiar mientras que las mujeres se encontraban en otros espacios. Mi abuela aprendió porque siempre le gustó leer y escribir; de eso trata su legado y el de muchas mujeres, dejarnos escribir todo lo que ellas no pudieron. Escribir y leernos entre nosotras es una forma de preservar el esfuerzo y trabajo de las que lucharon en nuestras familias para que un día pudiésemos hacerlo con libertad.
Abuela se dedicó a ser madre y por el contexto dejó todo lo que quería ser para cuidar a una familia. Hoy valora lo mucho que le costó aprender a escribir con siete hermanos bajo el mismo techo y la muerte de un padre. La escritura es una forma de resistencia ante todo. Hoy ella disfruta de hojear libros sobre medicina herbolaria, pasajes bíblicos y novelas románticas. No ha dejado de leer en 74 años.
Mamá, en cambio, tuvo mayor posibilidad de aprender a leer y escribir mejor, pero lo dejó después de un tiempo. Convertirse en madre y lectora no es tarea fácil, por lo que optó por la primera y dejó los libros a un lado del biberón. Aunque en ocasiones las situaciones parecen no tener salida siempre están los libros para resistir y apoyarse entre mujeres. Hoy disfruta de leer títulos de autoayuda, amor propio y suspenso. No ha dejado de leer en 47 años.
Abuelas, madres, tías, hermanas, vecinas, todas somos compañeras de lectura y de vida; leernos entre nosotras es una forma de resistir ante la violencia y resaltar el trabajo de todas las que trabajan duro en el mundo editorial. Y así es como muchas nos contagiamos de libros, y al hacerlo nos empapamos de esa brisa morada llamada feminismo hoy; aquí se vale leer y resistir porque al hacerlo valoramos el trabajo de cientos de mujeres, editoras, correctoras de estilo y trabajadoras que están detrás de la producción de un libro.
Leer sobre feminismo actualmente es tan importante como saber de nuestros derechos, virtudes y cuánto nos amamos a nosotras mismas. Se trata de un acto de amor propio; estudiar para ser y disfrutar ser mujer en nuestros tiempos. La importancia que se le ha dado a los títulos escritos por mujeres ha sido una luz en medio de un camino de oscuridad repleto de dudas, desconocimiento, miedo y temor en diversos temas.
Elena Ferrante, misteriosa autora de la saga Dos amigas, recupera una serie de fuertes recuerdos de la infancia de dos niñas que viven un mundo hostil en el que la pobreza domina su entorno y las posibilidades de estudiar son casi nulas. Divididas por decisiones que deben tomar para procurar el futuro de sus familias lejos de sus deseos, buscan la manera de leer y educarse a medida en que crecen.
En el Nápoles de la posguerra Ferrante retrata la ruptura de la inocencia, el amor inesperado, el desconocimiento y la lucha por la posibilidad de ser mujer en una sociedad atrapada por los estereotipos del hombre. Conocer a Lila y Lenú es un momento de reencuentro con nosotras mismas del pasado, del presente y tal vez del futuro.
Selva Almada es una escritora argentina que con el recurso de la entrevista reconstruye el escenario crítico de un feminicidio en los años ochenta. En su escritura refleja la parte humana y cruel de perder a una mujer, amiga, hermana querida y lo que implica en una sociedad aún machista.
Almada escribe un relato serio sobre el momento policial que se lleva a cabo en un caso de feminicidio y situaciones a las que se enfrentan para luchar contra algo tan desgarrador como la violencia de género. Chicas muertas revive el calvario de mirar de frente la situación actual a la que miles de mujeres se enfrentan todos los días al salir a la calle sin importar la hora, lugar, ciudad y rumbo.
Fernanda Melchor es una de las escritoras más leídas en nuestros tiempos y es, posiblemente, nuestro ejemplo a seguir como lectoras: hablar de la realidad y violencia que nos oprime en la sociedad desde una narrativa cruda y directa. Las obras publicadas de Melchor son un gran referente del feminismo hoy. Ser escritora también es un signo de resistencia.
Bajo el contexto violento de un México apocalíptico Temporada de Huracanes es el libro que nos hace enojar desde lo profundo como mujeres y reflexionar desde el lugar de todos los personajes de la trama. Conocer a “La bruja” es un golpe hacia la violencia prolongada por varias generaciones ante las mujeres. Así como Elena Ferrante, Selva Almada y Fernanda Melchor resisten desde sus libros; nosotras también lo hacemos desde la lectura.
¿Y para qué escribir si con hacerlo para nosotras mismas es más que suficiente? Sí, escribir para una misma debería ser suficiente para todo. Aunque también existen muchas razones por las que escribimos: llorar, reír, imaginar, colapsar, mostrar, denunciar, lastimar, creer, subir el ego, probar, retar, encasillar, advertir, confiar, destinar, golpear, investigar, revelar, enjuiciar y pelear. Escribir y (re)escribirnos a través de la literatura y el feminismo hoy es una forma de lucha.