Donna Tartt, la luz, la oscuridad y el egoísmo

Yessica Paola Puga Ferral

16 October 2019

La palabra secreto hace pensar, casi desde el momento en que es leída o pronunciada, en algo que no se sabe, pero quiere ser averiguado; o algo que, justo por saberse, debe ser ocultado a los oídos de los demás. En este sentido, podríamos decir que los secretos están en cierta relación con lo misterioso, este hálito deleitable o tortuoso que tanto puede despertar fantasías y subir la adrenalina, como volver loco de los nervios a quien desee esconder algo con toda su alma. Y, sin embargo, ¿qué secreto puede ser tan colosal como para intitular a una novela entera? Donna Tartt lo supo bien: el asesinato.

La trama de El secreto se desarrolla en la universidad de Hampden, cuando Richard Papen, un chico proveniente de California, llega ahí para estudiar. Su conocimiento previo de griego clásico lo lleva a querer matricularse en la materia, pero una supuesta inaccesibilidad por parte del profesor asignado lo toma por sorpresa y ve sus planes ligeramente truncados, hasta que un momento de suerte o azar hacen que dé inicio su historia, tras ser aceptado como pupilo en este pequeño –y al parecer privilegiado– grupo de estudiantes.

Las clases del maestro Julian Morrow hacia sus pupilos: Henry, Francis, Bunny, Charles, Camilla y Richard, se llevan a cabo en un ateneo a puertas cerradas, con rigurosidad y en un ambiente más allá del tiempo actual, lejano a las tan comunes diversiones e intereses de los universitarios. Lo que allí permea es un modo de pensar y vivir que está lejos del aquí y el ahora, pues se centra en una cultura clásica cuyos grandes símbolos están en constante relación con lo divino y lo sublime, eso que no puede alcanzarse con el simple hecho de ser deseado, sino que requiere de rituales y una preparación mental y física, una dedicación absoluta en la materia.

Quizá por esto mismo es que el griego clásico es nuestro punto de partida para entender los extraordinarios sucesos que habrán de ocurrir conforme la historia se desenvuelva, pues sin él y su manera de comprender y construir el mundo, todo quedaría a medias tintas, sumido en experimentos “intelectualoides” vacíos de sentido que, pese a todo, terminan por ser horrorosos en la práctica, una vez que idea e ideal han sido desvelados y lo que queda detrás es una tragedia.

Por eso es que el enigma, a modo de misterio, también juega su parte. Por un lado, hace referencia al éxtasis, ese despertar puro de los instintos más primitivos del hombre, probablemente una búsqueda de libertad en la tierra; por el otro, brinda pinceladas a cada uno de los partícipes del grupo de estudio, desde los hermosos y entrañables gemelos Charles y Camilla, hasta el arrogante e indescifrable Henry, el elegante Francis o el despreocupado y bromista Bunny, e incluso a nuestro protagonista Richard Papen, quien a momentos miente sobre sí mismo y, más adelante, se deja seducir y convencer por un premeditado plan de asesinato que, finalmente, lo lleva a ser cómplice de un acto trágico, mismo que perseguirá a todos de alguna forma, como si de fantasmas personales se tratara.

La muerte, sin embargo, una vez que llega hay que sobrevivirla de alguna manera, ¿pero a qué costo? Pues el éxtasis, al ser desbordado, embriaga por completo y desata la locura, la destrucción y la muerte. ¿Y qué hacer cuando ella ha sido consumada en forma de asesinato? Nada, excepto callarla para evitar un perjuicio mayor a los involucrados, pues no existe posibilidad de revertirla ni cambiar los hechos.

Donna Tartt en britannica.com

Así, lo que nos presenta Donna Tartt es a ratos luz, jovialidad y compañía; a ratos oscuridad y egoísmo. Por eso, lo que encontramos en esta novela es una historia sólida, llena de matices que podrían ser incluidos en una escala de grises, casi, casi como nuestra condición de humanos lo demanda.