Con unas premisas literarias altamente poderosas y llamativas, Gillian Flynn (Kansas City, 1971) se ha convertido en uno de los fenómenos editoriales de los últimos tiempos: sólo basta saber que sus libros han sido traducidos a más de cuarenta idiomas, o que fue seleccionada por el New Yorker como la mejor lectura del verano, o que es una autora consentida por los productores de Hollywood.
Si bien Perdida, su tercera novela, fue la que la catapultó al reconocimiento internacional, en Lugares oscuros (2009) ya se germinaban los rasgos de una buena (y entretenida) novela negra: una prosa potente (plagada de imágenes sugestivas y meticulosas que recuerdan, con su debida distancia, a la obra maestra A sangre fría y que funcionan como metáfora de la desolación y descomposición social), un crimen atroz, el lado oscuro de una ciudad y de sus habitantes, un detective dispuesto a llegar a ese lado oscuro (a costa de sí mismo) y un final inesperado.
La segunda novela de Flynn se centra en las investigaciones que emprende Libby Day, motivada por un club de aficionados a los asesinatos: el Kill Club, para solventar las inconsistencias en las investigaciones sobre la muerte de su madre y sus dos hermanas a manos de otro miembro de la familia: Ben, el hijo-hermano mayor. Este retroceso en el tiempo y el dolor significarán en Libby un crecimiento personal a la mala, pues da la impresión que los veinticinco años que median entre los crímenes y el arranque de la investigación no pasaron por ella.
Y éste es uno de los grandes aciertos de la novela de Gillian Flynn: la construcción torcida de su protagonista-investigador. Lugares oscuros arranca con una Libby Day en edad adulta, pero atrapada en la edad en la que se cometieron los crímenes (7 años). Una mujer incapaz de cuidar de sí misma; viviendo a expensas de donaciones lastimeras; frustrada por ser la única sobreviviente y obligada, por una deteriorada situación económica, a rematar objetos personales de las víctimas y a enfrentar su pasado, aquel que quiso sepultar. No resulta gratuito que las entradas de la novela, ésta contada a partir de tres personajes: Libby, Patty (la madre) y Ben, más aterradoras sean, precisamente, las de Libby adulta y no es por las descripciones gráficas de los asesinatos o abusos o situaciones donde priva el morbo a los que es sometida (que Gillian Flynn se regocija en describir), sino por lo frágil e inocente que resulta el personaje. Y es por lo que uno sigue con la lectura de la novela.
La autora de Kansas utiliza los crímenes de la familia Day como mero pretexto para reflexionar una serie de cuestiones, que van más allá de saber quién cometió el crimen, y poner en la palestra de la discusión a la maternidad irresponsable, el sexo entre adolescentes y niños, la fe a cualquier ente, la nulidad económica, la hermandad siniestra, el abandono emocional. Cada cadáver de los Day es metáfora de lo anterior y eso es lo valioso de Lugares oscuros, pues, no es una novela que se quede en el simple reporte de un asesinato y su posterior resolución, sus 399 páginas son una radiografía de lo podrido que puede resultar un lugar por la gente que lo habita. En suma, acudimos al encuentro de Libby Day niña con Libby Day adulta a partir de los crímenes atroces de su familia.
Si bien Gillian Flynn alcanzará la madurez y la soltura como escritora de novela negra hasta Perdida (pues en esta novela ciertos elementos involucrados con el crimen resultan inverosímiles, la estructura tripartita y el cambio de una primera a una tercera voz narrativa no beneficia a la historia, algunos personajes no tienen una razón de ser) Lugares oscuros demuestra, con creces, que una buena novela Negra & Roja es aquella que no va de sólo cadáveres y asesinatos, sino que discute lo más dañino de quién los comete: sus emociones.