El 10 de febrero de 1987 el
New York Times anunciaba que una triste y decepcionada
Joyce Carol Oates renunciaba para siempre a los pseudónimos. A finales de ese año aparecería en librerías
Lives of the Twins, una breve novela psicológica, firmada con el nombre de Rosamond Smith, pero que en realidad ella había escrito. Quería escapar de mi propia identidad, dijo. La habían descubierto.
Los motivos que llevan a los escritores a asumir un alias son infinitamente complejos.[1]
Miedo a contaminar tu legado con obras “menores”. Ganas de ver si a la gente realmente le gusta cómo escribes. Proteger a tus conocidos. Ser tomada en serio dentro del mundo editorial.
Por supuesto el hecho de ser mujer, pero nada femenina, no había facilitado su carrera. Abrigaba la esperanza de abrirse paso en el campo —dominado por varones— de la literatura popular estadounidense de misterio y horror, cosa que muy pocas mujeres han logrado, y desde luego ninguna escritora con el ego de un hombre.
Agatha Christie, Patricia Highsmith, Louise Doughty,
Gillian Flynn y yo, le refuta
Joyce Carol Oates a Andrew J. Rush, el narrador de
Rey de picas. Lo que corrobora lo que hace unos meses me decía un amigo, Las mujeres, sobre todo las anglosajonas, están copando la novela negra.
La anécdota de
Rey de picas es más bien simple: Andrew J. Rush, exitoso autor de novela negra, publica también, con el pseudónimo de Rey de picas, libros misóginos y bastante violentos donde da rienda suelta a sus deseos no realizados. Un día su hija accidentalmente encuentra uno de estos libros , lo que hace que para Rush se vuelva cada vez más difícil guardar las apariencias y que toda la inmundicia que había guardado muy bien durante años comience a salir a flote, incluido un misterio alrededor de la muerte de su hermano cuando eran niños.
Lo más rico de
Rey de picas es su trasfondo feminista. El hecho de que no sea la señora Hailey quien narre la novela es en sí mismo un comentario político. “La novela negra es un género de hombres”. Es claro que ya no, y en tiempos de escándalos como el de Harvey Weinstein, como en todos los tiempos, es importante que uno caiga en la cuenta de que nunca debió de ser así. Esperemos que pronto se publiquen
Middlemarch y
El molino del Floss con el nombre de Mary Ann Evans con letras grandes en la portada.
[1] Ciuraru, Carmela,
Nom de Plume. A (Secret) History of Pseudonyms, HarperCollins, 2011.