El mundo y otros lugares

Eloísa Nava

16 May 2016

“Quizás sea verdad que el mundo vuelve a crearse a diario, aunque no sucede lo mismo con nuestras mentes”, dice el narrador del relato –que da título a este libro– El mundo y otros lugares, constreñido por sus pensamientos. Y tal parece que los personajes de esta antología de narrativa breve, de Jeanette Winterson, saben o intuyen que hay ideas que sotierran, que la resignación atrofia el cuerpo. Tal vez por eso buscan la fisura en su realidad, la recorren –como quien descascara la pintura de una pared– y la traspasan hasta llegar a ese otro territorio del mundo, el hemisferio inexplorado, donde por fin se recrean. Es así como el narrador de El mundo y otros lugares pasa de montar maquetas de aviones a pilotar un moderno Cessna, de ser un joven que duerme sobre una alfombrilla en la sala de su casa a un hombre con el uniforme nuevo de las Fuerzas Aéreas, de un tipo que se pregunta cómo vivir a otro que despierta con la sensación de no ser él mismo.
Sé que si vuelo el tiempo suficiente, la distancia suficiente, lo bastante lejos, captaré con el radar alguna señal que me indicará que tengo a otro avión en el ala. Miraré por el cristal blindado y no será el rostro de un piloto amigo lo que me encuentre, con su barba incipiente y sus ojos castaños. Seré yo. Yo en la cabina de avión.
Lo que hay detrás de este encuentro es la rutilante imaginación del narrador, luminosa como las líneas de las pistas de aterrizaje, que lo guía a través de un tiempo circular. Y es precisamente este experimento con la elasticidad del tiempo, e incluso del espacio, lo que enlaza los relatos variopintos de El mundo y otros lugares. Bien parece que Winterson, tras escribir más de diez novelas, y no pocos ensayos y cuentos, ha afilado suficiente su colmillo literario como para atarazar el tiempo lineal, así como para describir geografías móviles y extravagantes. Tal es el caso de Vidas de santos –un relato fragmentario, desconcertante–, donde un hombre persigue a una mujer con la que luego pasa una noche que le sabe a días enteros o el de Un hombre verde, la historia de un tipo atenazado por su familia que se deja leer la suerte por una bruja y luego cae como en un sueño dentro de otro. También está Las primeras navidades de O’Brien, de corte fantástico, en el que la joven O’Brien recibe la visita de su hada madrina, quien le cumple un deseo navideño que la transforma. O Desaparición I –escrito con el impulso de un aficionado a la Ciencia ficción–, cuyo protagonista trabaja como soñador en una sociedad insomne por elección, pues soñar es antihigiénico y un derroche de tiempo.
En mi ciudad de sueños las calles no llevan a ninguna parte; esto es, parten de los confines del mundo y se pierden en el espacio infinito.
Y aunque Duncan Stewart, el protagonista de Travesía por el Atlántico, delinea una ruta imaginaria de su presente hacia el futuro, siguiendo así con el juego temporal que cruza la obra, son otro tipo de impulsos, éstos más primarios, menos apolíneos, los que lo llevan a desmontar su mundo cotidiano y a reinventarlo a través de los anhelos.
¿Qué puede decirse sobre el amor? Podríamos barrer todas las palabras y amontonarlas en el desagüe y el amor seguiría siendo idéntico, continuaríamos percibiéndolo igual, ese dolor en el corazón, ese martilleante deseo que a duras penas se somete al lenguaje. Hablamos de lo que no podemos domesticar. Y yo estoy hablando mucho de Gabriel Angel.
Si hay otra cosa difícil de domesticar, esas serían las palabras. Y Winterson –la hija adoptiva de una pareja de fervientes religiosos– tiene sus trucos para lograrlo. No en balde es a través del lenguaje como se aproxima al lugar que siente como suyo: la literatura, que desde ahora tendrá entre sus filas a El mundo y otros lugares. Así que no es difícil reconocer a la autora en la voz de Safo, la amante de Picasso, en La poética del sexo ni es necesario ahondar mucho para saber que la pasión de las protagonistas se recrea a diario, tal como el mundo.
Somos palabras, frases, historias, libros. Tú eres mi Nuevo Testamento. Somos el Evangelio la una para la otra, yo soy tu anunciación, tu revelación. Tú eres mi San Marcos, con el león alado a tus pies.
 

Jeanette Winterson

El mundo y otros lugares

Lumen