¿Qué tienen en común un vampiro inmortal y un superhéroe enmascarado? Más allá de las capas y los colmillos, ambos personajes encarnan deseos profundos, miedos ancestrales y la búsqueda de un lugar en el mundo. En el siguiente ensayo, Carlos Priego explora las conexiones sorprendentes entre "Entrevista con el Vampiro" de Anne Rice, y los cómics de superhéroes
En el momento en que se estrenó “Nosferatu”, la primera semana de enero, me encontré atrapado en un atracón de cine de vampiros con unos amigos. Un poco a disgusto porque no sabíamos cuál película deberíamos ver a continuación, a uno de nosotros le tocó leer en el celular qué había para elegir mientras los demás escuchamos y decidíamos. Por el cartel y el título no quedaba claro de qué se trataban varias de las cintas ¿qué podía decir el consejero designado sobre algunas películas para describirlas? Sin poner mucha atención en ese momento, el influencer improvisado nos contó lo siguiente acerca de una de las historias candidatas: “un joven es mordido por una alimaña y desarrolla capacidades extraordinarias, durante la historia los espectadores descubrirán los horrores y las alegrías de su increíble existencia mientras se enfrenta a su mejor amigo convertido en villano”. ¡Genial! Vamos a ver una de “Spider-Man”, vociferé ante la mirada perpleja de mi amigo que en realidad reseñó “Entrevista con el vampiro” basada en el libro de Anne Rice. Después de eso alcancé a musitar, contra la opinión de mis demás amigos, una hipótesis de carácter muy audaz: las historias de vampiros comparten su estructura narrativa con las grandes historias de superhéroes.
Yendo más lejos, la distinción entre novela romántica y novela de carretera —por ejemplo— es un invento más de las librerías que de la crítica literaria. En este momento no se me viene a la cabeza otra imagen que la de Jaques Derrida gritando a los cuatro vientos que en el fondo ¡todos son textos! A lo largo de la historia abundan los grandes escritores que cuando escribieron sus grandes historias buscaron referencias en otras grandes novelas para dar con las pistas sobre la trama y los personajes dentro de un género. Dicho en otras palabras, se preocupan por buscar ciertos elementos importantes de sus tramas, investigan qué funciona o no, y tratan de averiguar dónde se le puede dar una vuelta al tópico para darle frescura, más allá de apegarse a un género como novela histórica.
Una historia que está por escribirse, o por lo menos yo no he dado con ella, es aquella sobre la similitud entre la novela de vampiros y los relatos de superhéroes, o dicho de otra manera, la narración de cómo y por qué Anne Rice y Stan Lee se asemejan tanto en la forma de contar sus fábulas. Ambos, escritores–profetas que venían de una inmensa nación que se siente dolorosamente incomprendida si no se le ve como el país que aporta democracia y libertad para el mundo, los dos grandes narradores —cada uno desde la trinchera de la producción cultural que decidió crear— lograron contar grandes ficciones acerca de personas extraordinarias que se exploran temas universales como el bien y el mal, la identidad, el poder y la búsqueda de un lugar en el mundo (el elogio mil veces repetido en honor a Rice) y, de paso, lograron eternizar las preguntas, como el lector podrá darse cuenta al leer “Entrevista con el vampiro”, que el adolescente se hace constantemente ante lo humano y lo divino. ¡No es de extrañar que haya tantos jóvenes aficionados a la novela de vampiros y a los cómics!
A finales de los ochenta del siglo pasado destinaba bastante tiempo acostado en la cama por las tardes imaginando que durante la noche Louis, Lestat, Claudia o Armand me amenazarían —en el mejor de los casos— o me atacarían para beber mi sangre —en el peor— alejándome de todo lo que conocía o amaba. Esa fue una pesadilla recurrente que nació, en gran parte aunque no esclusiva, de la lectura del primer tomo de Las “Crónicas vampíricas”, escrita por Anne Rice, y de las múltiples ocasiones que me desvelé viendo una y otra vez la adaptación al cine hecha por Neil Jordan (la memoria me dice que mis padres finalmente me prohibieron —sin mucho éxito— cultivar ese gusto literario y cinematográfico tan particular).
Así que cuando nos propusimos —mis amigos y yo— revisitar aquella novela publicada a finales de la década de los setentas del siglo pasado —una novela gótica que comienza con una charla entre el periodista Daniel Molloy y el vampiro Louis de Pointe du Lac— despertó en mi todo tipo de sentimientos olvidados, pero sobre todo la pregunta ¿a qué se parece?
“Entrevista con el vampiro”, que se acaba de publicar en una edición de bolsillo, en una traducción directa del inglés de Marcelo Covián, tiene en su tema principal tres componentes esenciales: un poder otorgado al héroe de la historia, un némesis y una maldición. ¡Igual que las historias de superhéroes! Básicamente es la historia de un elegido que es incomprendido por la sociedad, recibe poco respeto y, en última instancia, es diferente del resto de sus compañeros. Y si en ese contexto aparece un personaje melancólico y atormentado, introspectivo y profundamente humano, que marque diferencia con otros personajes más exuberantes y sedientos de poder a pesar de su condición inmortal; lo que resulta es un tipo de historia que la entiende cualquiera. Todo el mundo entiende este sencillo imperativo primario: una persona extraordinaria se encuentra en un mundo común y corriente que no lo comprende.
Las reglas con las que se construyó “Entrevista con el vampiro” son básicas: 1) un héroe con un poder que lo vuelve especial y que deberá levantarse y enfrentar los grandes desafíos y obstáculos para poder cumplir sus sueños. Por otro lado, es un personaje que no tiene intención de ser especial. El simplemente lo es, es el verdadero elegido. ¿Él siempre quiso eso? ¡De ninguna manera! Pero esa es la carga que debe soportar. 2) Un enemigo que se opone al protagonista, tiene habilidades que coinciden con las del héroe o a veces mayores, pero es un personaje que carece de las cualidades del héroe y se la pasa construyendo trampas, una fachada, con las que trata de convencer al lector de ser un ser especial y hace lo que sea necesario para evitar que esa fachada se caiga. Porque ese enemigo sabe en secreto que es un falso héroe. 3) El resto es la lucha del protagonista con una maldición que debe sufrir por su grandeza.
Pero volvamos a nuestra novela. El título de esta fascinante, oscura y melancólica historia se cuenta a través de un relato oral. Louis de Pointe du Lac narra sus experiencias como vampiro a un periodista en el presente, lo que crea una estructura más tradicional de narración. Anne Rice convierte los aspectos más destacados de la novela —la narración introspectiva, la exploración de la inmortalidad, las complejas relaciones entre sus personajes, la sutil crítica social a la condición humana, la búsqueda de identidad y la reinvención del mito del vampiro— en una especie de budín de pan viejo que hace que el atormentado Louis salte a através de los distintos elementos del relato tradicional de nosferatus.
El momento en que Louis de Pointe du Lac es convertido en vampiro por Lestat, la creación de Claudia, una niña convertida en vampiro, un viaje por Europa de Louis y Lestat lleno de contrastes, descubrimientos y transformaciones que es mucho más que un simple desplazamiento geográfico, la confrontación entre Louis y Lestat en una especie de clímax épico, el tono confidencial y melancólico de la conversación entre Louis y el periodista Daniel Molloy, es un caldo de cultivo que en esencia resulta muy entretenido para el lector, pero el disfrute dependerá de la tolerancia hacia la superposición de elementos y referencias a un ritmo que permite saborearlos a gusto.
Al momento de contar historias, el mérito de cualquier cuentista es dar un giro original a su obra y en este caso tanto al monstruo y sus poderes como a la forma de dar los sustos. El mito del vampiro no es una fórmula agotada. Siempre hay formas de renovarlo, pero se le debe dar un giro original para tener éxito. Si hacemos una pausa para analizar la avalancha de información visual contenida en el giro es poderosamente redentor, pero incluso sin él, tienen mucho que decir sobre la vida moderna: qué solitaria puede ser y qué salvaje. Y aunque los relatos de vampiros y los cuentos de superhéroes parecen pertenecer a géneros muy diferentes, comparten más mecanismos narrativos de lo que podríamos pensar inicialmente. Ambos géneros exploran temas universales como el bien y el mal, la identidad, el poder y la búsqueda de un lugar en el mundo.
La novela de Rice, como las que le antecedieron, retrata temáticas contemporáneas y universales de la literatura a través de los tiempos y las vuelve actuales: la soledad de Louis, a pesar de su inmortalidad, como un reflejo de la soledad en la era digital; la constante búsqueda de identidad; o los vampiros presentados por Rice como seres marginados y diferentes, lo que los lleva a sentirse aislados de la sociedad como una metáfora de muchos grupos minoritarios que son excluidos o discriminados. Al igual que cientos de libros, esta novela gótica —pensada como la primera de una saga extensa y fascinante — está llena de miedos cotidianos y comunes.
“Entrevista con el vampiro” presenta un buqué complejo y elegante, con notas sobre los caminos no tomados y pocas oportunidades para los jóvenes. Al final —no quiero revelar nada— su mensaje tiene que ver con un reflejo de las ansiedades sociales e históricas contenidas en lo que parece otra forma de existencia biológica. Al derroche de casas antiguas, ruinas, bosques tenebrosos, cementerios y mansiones abandonadas que acompaña a los personajes, cuya relativa gratuidad y simplicidad pueden, en una primera lectura, ser una alegoría de la muerte y la decadencia, le acompañan diversas estrategias para lidiar con sus desafíos: una combinación de adaptación, aislamiento, creación de vínculos, búsqueda de conocimiento, viajes en el tiempo y aceptación para superar los obstáculos que se presentan en su camino.