Hace 30 años que Francisco Martín Moreno publicó La Disculpa, donde, en sus palabras, propuso la hipótesis sobre qué pasaría si una mujer llegase a la presidencia de México. En aquellos años, la órbita político-económica del mundo se reorganizaba tras la caída de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas y, a su vez, el modelo neoliberal cobraba forma en América del Norte.
Así tenemos que la propuesta de Martín Moreno está inserta en este lapso, donde las alusiones al anquilosamiento y desgaste del modelo presidencialista del otrora partido único, el PRI, son frecuentes. Ese México donde se negociaba con Estados Unidos el Tratado de Libre Comercio y entraban los préstamos del Banco Mundial y del Fondo Monetario Internacional.
A su vez, los viejos políticos del PRI comenzaban a ser relegados por otra cepa de personajes que recibieron educación superior tecnócrata en universidades como Yale, Harvard o el Instituto Tecnológico de Massachusetts.
Mientras que otros cuantos, aquellos que todavía se autodenominan como hijos del 68, se formaron como profesionistas en escuelas como la Universidad Nacional Autónoma de México, el Instituto Politécnico Nacional, la Universidad Autónoma de Chapingo, por mencionar algunas.
Este bagaje cultural, educativo e histórico se deja ver a lo largo de La Disculpa de Martín Moreno, mientras se contraponen ante la diversidad de visiones sociopolíticas y el rumbo que debe tomar el gobierno en turno para salvar al país de la degradación educativa, económica, social y política.
Asimismo los personajes políticos que aparecen en la novela supuran un nacionalismo exacerbado que nubla la visión del México dañado en su tejido social y saqueado de sus finanzas públicas. Ahí la denuncia política de La Disculpa, como dirían los historiadores, México y su eterna encrucijada por salir a flote del eterno y, al parecer, irresoluble atraso social.
Cabe destacar que a 30 años de la reedición del texto, el autor se pregunta qué cambios ha tenido la sociedad mexicana en este lapso. Cuestiona si las instituciones, la educación, la vida política y democrática han mejorado. Sobra decir que la respuesta es no. Basta leer sus columnas de opinión para dar cuenta que, para Martín Moreno, la autodenominada Cuarta Transformación es lo peor que le ha ocurrido a México desde que se consumó la Independencia en 1821.
Aún así, este ejercicio literario está lleno de ejemplos, metáforas y analogías del comportamiento de los sectores sociales que entran a la política y se mantienen, no por ser los más capaces, sino por saber sobrevivir y adecuarse en las entrañas del gobierno del Estado en turno, como sigue ocurriendo. El efecto de los chapulines permanece más vivo que nunca en la política mexicana.
Entonces en la novela encontramos a quienes saben rendir pleitesía a quien lo merece, aunque vivan en una cueva de lobos y no tengan menor interés en la vida de la ciudadanía. A su vez surge la propuesta que sostiene toda la verborrea, junto con su nacionalismo ciego, de Silverio Cortines, quien es padre de Josefa Cortines, que hace 30 años, en esta propuesta literaria, llega a Los Pinos.[1]
Esta familia carga con los arquetipos de esa mexicanidad de abolengo que se dice digna, fuerte, merecedora de todas las mieles y de la rebanada más grande del pastel en un sistema meritocrático. Así, Silverio Cortines dice ser poseedor de toda la inteligencia del mundo, tener diligencias importantísimas a todo momento y, por si fuera poco, encargadas por el señor presidente en turno. Aunque, para sorpresa de nadie, Cortines no es más que un cretino que construyó su vida con base en ilusiones, el típico que acumula datos inútiles que, aunque parezcan enciclopédicos, sirven para poca cosa.
Sin embargo, como sucedió después de la Revolución mexicana, estas familias acumularon su fortuna a través del despojo de tierras, la mentira, el engaño, el sindicalismo charro, el besamanos a funcionarios y al presidente en turno. Por supuesto, también gracias a la permanencia en puestos de gobierno claves que les permitían obtener fondos ilimitados, lavar dinero disfrazado de altruismo y empresas poco útiles para sacar al país de la podredumbre social.
En esta familia, aunado a los lujos ilimitados, están los hijos que, por cuenta propia, por rebeldía, por sabe Dios qué acto divino, salen del molde y dan cuenta de su entorno. Por un lado está el hermano menor perdido en el idilio de ser poseedor de una biblioteca de proporciones babélicas.
Entonces aparece en escena Josefa Cortines, quien lleva la carga nacionalista de su padre en el nombre al ser homónima de la Corregidora de Querétaro y salvadora de la conspiración de Allende, de Aldama y de Hidalgo. Resulta que Josefa, desde joven, se instruye en las humanidades con cierta conciencia social y carga histórica sobre la situación de México: un país atrasado lleno de desigualdades y barbarie.
Este es el punto neurálgico, puesto que Josefa riñe con su padre. Así, sus respectivas visiones del mundo se contraponen, mientras que, en tanto metáforas, representan las luchas sociales en el imaginario político mexicano que día con día da forma a la deformidad de la vida nacional mexicana.
[1] Se recuerda que desde la presidencia de Lázaro Cárdenas, hasta el sexenio de Enrique Peña Nieto (2012-2018) la residencia oficial del jefe del Ejecutivo fue el complejo de Los Pinos en Chapultepec.