La señora Dalloway y la búsqueda de sentido en un día cualquiera

Frida Juárez

23 May 2025

En Londres, una mañana de junio de 1923, Clarissa Dalloway se prepara para ofrecer una fiesta en la noche. Lucy, su empleada doméstica, ha dejado todo listo, así que ella sale a comprar flores mientras, de fondo, suenan las campanas del Big Ben y un avión dibuja letras en el cielo. De esta forma comienza la trama de La señora Dalloway, una de las novelas más influyentes de Virginia Woolf, no sólo por su técnica narrativa, sino también por sus reflexiones sobre la condición femenina y las convenciones sociales que oprimían a la sociedad de su momento.

Publicada en 1925, la historia de esta novela transcurre a lo largo de un día en la capital británica y en este breve lapso somos testigos de los recuerdos de la señora Dalloway, sus reflexiones sobre las decisiones que ha tomado, así como de los encuentros con personas que han dejado huella en su vida.

A medida que la trama se va desarrollando, nuevos personajes se van desplegando, incluso aquellos ajenos a la misma protagonista, como Septimus Warren Smith —un exsoldado de la Primera Guerra Mundial—, cuya presencia es fundamental para la tensión narrativa de esta historia. Y es que, aunque Septimus y Clarissa nunca llegaron a encontrarse, ambos son el reflejo del otro, pues experimentan la misma sensación de vacío y opresión: ella, atrapada por las convenciones sociales y su necesidad de sentirse aceptada, lidia con una emocionalidad contenida. En cambio, él se encuentra consumido por un dolor que no puede verbalizar y que lo lleva a suicidarse.

Si bien la fiesta nocturna parece ser el clímax de la novela, en realidad es el escenario en el que convergen todas las tensiones acumuladas. Ahí, Clarissa se entera del suicidio de Septimus y se conmueve. Reflexiona:

“La muerte era desafío. La muerte era un intento de comunicar, pues la gente sentía la imposibilidad de alcanzar el centro que misteriosamente les rehuía; la intimidad separaba; el entusiasmo se desvanecía; todos estaban solos. La muerte era como un abrazo. Pero aquel joven que se había suicidado, ¿se arrojó aferrado a su tesoro? «Si ahora hubiera de morir, ahora sería el momento más feliz», se había dicho ella en cierta ocasión, bajando por la escalera, vestida de blanco”.

A pesar de esto, la fiesta continúa, pero la protagonista comienza a comprender que todos los presentes a su fiesta se comportan y expresan conforme a los roles sociales predeterminados, mismos que les impiden mostrarse tal como son, expresar sus deseos, inquietudes y emociones, que es reflejo de una época con expectativas sociales específicas para hombres y mujeres.

Técnica narrativa

Una de las características más distintivas de la literatura del siglo XX es la aparición de nuevas formas narrativas, como el stream of consciousness o flujo de conciencia, técnica que permite al lector adentrarse en los pensamientos, recuerdos y emociones de los personajes de forma continua y sin filtros. Sin duda, este estilo exige una lectura atenta, pero también ofrece una cercanía emocional con cada personaje. Por ello no es de sorprender que Virginia Woolf recurriera a esta técnica dentro de su novela, ya que a través de ella explora con profundidad la conciencia de cada personaje, sus motivaciones y reflexiones. ¿Y por qué no? Así intentar conectar con la sociedad de su época.

Ambientada en la posguerra, La señora Dalloway también ofrece una crítica a la aristocracia británica, que se aferra a sus privilegios, así como le da voz –mediante sus personajes– a todas aquellas personas que cargaban –como podían– con las heridas de la guerra. Así, Virginia Woolf logra retratar una red compleja de emociones, memorias y tensiones que capturan el espíritu de una época en transformación, como la que ella misma estaba viviendo.

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