Hace unos meses la pandemia nos impuso una pausa y nos condujo al aislamiento; transformó nuestro estilo de vida y la forma de relacionarnos. Así, conversar y reflexionar sobre lo que nos pasa se hizo necesario y la duda sobre lo que quedará cuando esto termine aún nos inquieta. Dentro de este porvenir incierto, la memoria también ha sido nuestra compañera y preguntas como ¿qué tanto hemos vivido? y ¿cómo era todo antes? ocuparon un lugar importante y urgente de hablar. En Radicales libres de Rosa Beltrán somos parte de la reflexión de una mujer que, desde el encierro, le habla a su hija sobre sus transformaciones, pero también de sus pérdidas.
Reproducir seis décadas y dar cuenta del crecimiento de un personaje a través de este tiempo me parece una tarea exigente y cuidadosa que implica desempolvar y evocar recuerdos. Precisamente esto es lo que se logra en esta novela, la cual desde un inicio nos advierte que será un viaje temporal que inicia en el agitado año de 1968 y la posterior partida de la madre de la narradora en brazos de su amante hasta nuestros días. Tres generaciones de mujeres atestiguan radicales cambios culturales, lingüísticos y sociales en nuestro país y en el mundo, como el movimiento social de 1968, la llegada del hombre a la Luna, la Guerra Fría, movimientos contraculturales y utópicos, la modernización del país, la nueva era digital y un movimiento feminista más contundente que responde a su realidad.
Además de ser un recorrido a través de los años de nuestro país, Radicales libres es una novela de crecimiento —Bildungsroman— que nos da cuenta de los cambios y aprendizajes que sufrió la protagonista, así como lo que podríamos considerar que fueron sus pérdidas. En primer momento nos enfrentamos a su infancia marcada por la huida de su madre y la posterior búsqueda de esta, pero también al despojo de un entorno familiar unido. Después encontramos una adolescencia plagada de desinformación y prejuicios que iban acompañados de cambios fisiológicos y hormonales. Además está el descubrimiento de una independencia y libre albedrío antes menguado; la posterior consciencia y aceptación de un cuerpo que en un inicio le pareció una mala broma de la naturaleza; y finalmente una adultez consciente de la migración de su hija víctima de la inseguridad de su país.
La superación de estigmas, la adaptación a nuevas formas de vivir la sexualidad y la maternidad, así como la forma de enfrentar las desigualdades devienen de procesos largos en los que las mujeres han ido cuestionando y levantando la voz ante hechos y prácticas violentas, desiguales y machistas que se fueron normalizando con el tiempo. La narradora de este libro, a través del diálogo que mantiene con nosotros y en específico con su hija dentro de la historia, reflexiona sobre esto y exterioriza que las mujeres hace unos años claramente eran conscientes de los abusos y desigualdades que sufrían, aunque sus circunstancias las constreñían a ser más permisivas, pero que evidentemente forman parte de este proceso que se manifiesta en la actualidad con mujeres feministas más libres, fuertes y duras al momento de actuar.
Leer Radicales libres implicó para mí enfrentarme a mi realidad y entender un poco que el país que ahora tenemos y nosotros mismos hemos sufrido diversos cambios. Nadie duda que hemos luchado por tener más libertades, pero al mismo tiempo cada día sufrimos la pérdida de nuestra tranquilidad. Un país en el que cada día diez mujeres son asesinadas y las desapariciones se acrecientan con el tiempo nos llevan a entender —como a la narradora— que queramos huir de nuestra realidad.
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