Marcado por un aura de misticismo, en medio de secretos y especulaciones, el segundo jueves de octubre, como es habitual, la Academia Sueca leerá el fallo del galardón literario más famoso del mundo, el Premio Nobel de Literatura. A principios de este año había un par de centenas de autores en la lista, para el mes de abril el número se redujo a quince y, en mayo, el grupo se comprimió sólo a cinco.
Desde 1901 se han entregado 116 premios. El laurel se ha repartido en 27 ocasiones a escritores cuyos libros se publicaron en inglés, le siguen 15 premios a autores en francés y 15 más para los que escriben en alemán, 11 en español, 7 en sueco, 6 en italiano, 6 en ruso, y 28 en otros idiomas. Durante ese tiempo 101 hombres y sólo 15 mujeres han sido galardonados y galardonadas.
Aunque reúnen los requisitos para conseguir el mérito, a lo largo de la historia de este premio, ha habido muchos escritores que se quedaron en el camino y aún no han sido, o no fueron, reconocidos por la Academia Sueca. No lo ganaron —para entendernos— ni Anna Ajmátova, ni Salman Rushdie, ni Margaret Atwood, ni Joyce Carol Oates, ni Philip Roth. Todos ellos, escritores de alto nivel que sin duda merecen el mismo Premio Nobel de Literatura que sí ganaron, por ejemplo, John Steinbeck, Camilo José Cela, Alice Munro, Svetlana Alexiévich o Bob Dylan.
En este breve listado rescatamos cinco nombres que llevan sonando años o incluso décadas en las listas de los favoritos al premio.
El réquiem de Anna Ajmátova
Anna Gorenko, mejor conocida como Anna Ajmátova, cambió el apellido de su padre, Gorenko, por el de una antepasada suya para poder publicar sus libros. Fue una de las grandes escritoras rusas de los años centrales del siglo XX y miembro del Siglo de plata de la literatura rusa, además de una de las figuras más representativas del acmeísmo, corriente literaria que nació como una oposición a la tradición del simbolismo ruso.
Ajmátova anhelaba hacer de sus poemas textos que se reconocieran a nivel mundial, con ellos buscó defender la claridad de las imágenes, la precisión y la concisión en la poesía, elementos que los simbolistas de su país habían perdido.
Prohibida durante muchos años en Rusia, su obra es uno de los principales testimonios literarios de la turbulenta historia de aquel país. Mientras escribía, miró cómo la mayoría de sus seres queridos morían, eran condenados o enviados al exilio. Entre ellos el historiador Lev Nikolayevich Gumilyov, hijo de la poeta, quien por sus teorías no ortodoxas fue perseguido por el gobierno ruso y encarcelado en 1938. Ante este hecho, durante diecisiete meses, Ajmátova se presentó todas las mañanas ante la cárcel de Leningrado para saber si su hijo seguía con vida. De esta experiencia nacieron los primeros fragmentos para Réquiem, su trágica obra maestra sobre el terror estalinista y en el que trabajó desde 1935 a 1940 y que se puede encontrar en la una antología He leído que no mueren las almas.
En 1965 fue preseleccionada para el Premio Nobel de Literatura, pero finalmente el premio se otorgó al escritor estadounidense John Steinbeck.

Da clic aquí
Salman Rushdie y el realismo mágico
Durante las décadas de los 50s y 60s del siglo XX, varios escritores no europeos comenzaron a desarrollar nuevos modelos narrativos que cuestionaban la racionalidad occidental y sus modos de representación literaria. En la India esta tarea fue asumida por Salman Rushdie, quien en sus narraciones intenta retratar, describir y ejemplificar a la India como un país polifónico, fragmentado y dueño de una gran diversidad de culturas, razas y religiones.
Autor de ensayos, diversas novelas, cuentos y una autobiografía, Rushdie pertenece a un grupo de escritores que han trasformado el mapa literario mundial de las últimas décadas. Su novela Hijos de la medianoche, publicada en 1980, es considerada un ejemplo de literatura poscolonial y realismo mágico. En ella, el escritor retrató la transición de la India del colonialismo británico a la independencia y la partición de la India británica. Al leerla, uno se percata de las grandes semejanzas, pero también de las profundas diferencias que existen entre los países tercermundistas.
El 14 de febrero de 1989, tras la publicación de Los versos satánicos, se dio a conocer que el ayatolá Jomeini emitió una fetua por la que ordenaba a los musulmanes ejecutar al autor de la novela. Ese mismo año la Academia Sueca entró en una crisis que culminó con el alejamiento de tres de sus 18 miembros, dos de ellos, según se dijo, como protesta porque la academia se abstuvo, tras discutir largamente el punto, de pronunciarse públicamente en solidaridad con el escritor hindú-británico. Ese mismo año el laurel se entregó a Camilo José Cela y desde entonces, convertido en un eterno candidato al premio, Salman asegura que el Nobel jamás va a cruzarse en su camino por el miedo que la academia tiene a los islamitas.

Da clic aquí

Da clic aquí

Da clic aquí
Margaret Atwood y la identidad de las letras canadienses
Nacida en 1939 en Otawa y licenciada en la Universidad de Toronto, Margaret Atwood es una de las escritoras de más prestigio en el panorama internacional y su nombre ha aparecido a menudo en la lista de candidatos al Nobel. Convertida en toda una celebridad mundial por el éxito de El cuento de la criada, es, además, autora de 18 novelas y diversos libros de cuentos, poemarios y ensayos, en los que explora temas como la identidad canadiense, los derechos humanos y el medio ambiente, los mitos sobre la feminidad y la explotación y utilización de la mujer.
La identidad literaria canadiense es muy corta. Es una nación que ha tenido que batallar con dos grandes imperios literarios, Estados Unidos y Gran Bretaña, para obtener reconocimiento. Tanto es así, que hasta mediados de los ochenta cualquier escritor que publicara en inglés debía adscribirse a una de estas superpotencias, un caso concreto de esto es el Premio Nobel otorgado al escritor nacido en Quebec, Saul Bellow, al que se le considera más un escritor de EE.UU.
Junto a Margaret Atwood y Alice Munro, un grupo de editores, escritores y libreros, entre los que se encuentran nombres como, Graeme Gibson y Denis Lee, han luchado desde los años 60 del siglo pasado por cambiar esta situación. Abriendo librerías y fundando editoriales han conseguido el apoyo del gobierno canadiense para la difusión de obras nacionales. Poco a poco, lograron que la literatura de aquel país se hiciera un lugar y empezara a asomar la cabeza tímidamente al mundo. En 2013 esa labor obtuvo su recompensa con el premio a Munro y al mismo tiempo limitó las posibilidades de que un ciudadano canadiense pueda ganar el premio pronto.

Da clic aquí

Da clic aquí

Da clic aquí
Joyce Carol Oates, autora prolífica con otros muchos éxitos
Joyce Carol Oates es una novelista, cuentista, autora teatral, editora y crítica estadounidense. Su producción literaria abarca más de 56 novelas, 30 colecciones de cuentos, 8 libros de poesía y un incontable número de artículos académicos y reseñas de libros. A menudo ha sido comparada con Flannery O´Connor y William Faulkner por lo crudo y oscuro de su prosa y con D.H. Lawrence por el realismo y detalle de sus narraciones.
En su obra ofrece al lector un fiel retrato de las debilidades, temores, pasiones, conflictos interiores, instintos, fobias, depresiones, locuras y perversiones del ser humano. Sus lectores pueden advertir a través de sus escritos la realidad de los hechos de la vida en forma directa, fría y sin atenuantes. Describe con tanta frialdad las fragilidades humanas que termina siendo cruda e implacable. Elige temas de la vida ordinaria, con seres humanos de distintos niveles sociales y económicos que tienen que enfrentar la vida en diversas circunstancias y de varias formas.
En algunos de sus trabajos más tempranos, manejó un estilo realista y tradicional donde sus preocupaciones sociales se enfocan en acontecimientos como la infancia en un espacio rural y los problemas raciales; por ejemplo, los ocurridos en Detroit durante los 60s sirvieron como fuente de inspiración, un ejemplo es Puro fuego, una novela emblemática de la autora. Ambientada en los años cincuenta en un contexto donde las familias se resquebrajan y empiezan a surgir las pandillas de adolescentes y con ello la delincuencia, un grupo de chicas quiere acabar con el machismo que las somete. Esta es una historia de iniciación donde las protagonistas son las mujeres en un medio que les es absolutamente adverso y contra el que ellas se defienden como pueden; lastimándose, desgarrándose, golpeándose.
En 2015 la lista de candidatos favoritos para ganar el premio se presentaba de la siguiente manera: Svetlana Alexiévich, Haruki Murakami, Ngugi Wa Thiong'o, Joyce Carol Oates y Philip Roth. Al final, el premio fue para Alexiévich por sus escritos polifónicos, un monumento al sufrimiento y al coraje en nuestro tiempo.

Da clic aquí

Da clic aquí

Da clic aquí
Philip Roth y los temas de la identidad judía
El escritor estadounidense Philip Roth fue una de las voces más importantes de la narrativa americana del siglo XX. Su racha meteórica como escritor la vivió en los noventas del siglo pasado: Patrimonio, ganó el National Critics Circle Award; Operación Shylock, el PEN; El teatro de Sabbath, el National Book Award; y Pastoral americana, el Pulitzer. En su larga y brillante carrera, Roth centró su atención en la exploración de lo que significa ser estadounidense, judío y escritor. Además fue un apasionado estudioso de la historia de Estados Unidos y del idioma de aquel país.
A Roth se le relacionaba con frecuencia junto a Saul Bellow y Bernard Malamud como parte de los escritores que regresaban una y otra vez sobre los temas de la identidad judía, el antisemitismo y la experiencia judía en Estados Unidos. A menudo regresaba, en especial en su obra tardía, al vecindario Weequahic de Newark donde creció y que en sus textos se convirtió en una especie de Edén: un lugar de orgullo, diligencia y aspiraciones de la clase media.

Da clic aquí

Da clic aquí

Da clic aquí
En 2017 se premió a Kazuo Ishiguro por ser quien, en sus novelas de gran fuerza emocional, ha descubierto el abismo bajo nuestro ilusorio sentido de conexión con el mundo, al año siguiente murió Philip y ahí se quedaron todas las posibilidades de que se le otorgara el nobel. Los agentes del escritor cuentan que había un miembro prominente de la Academia que detestaba a Philip Roth y que era quién sistemáticamente boicoteaba su candidatura. Lo cierto es que la Academia Sueca no tomó en cuenta su trabajo ni el de su generación, DeLillo, Pynchon, Oates, Doctorow o McCarthy. La última vez que un norteamericano ganó el premio fue Toni Morrison en 1993.
Para este año, muchos esperamos, creo que no tan ingenuamente, otros nombres: quizá una refundación postcolonial y feminista, o un nuevo comienzo, o un mensaje para el futuro. No lo sé. Lo cierto es que en octubre, los miembros del jurado tienen la oportunidad de premiar a más escritores y, al mismo tiempo, de mirar más allá del eurocentrismo que ha dominado el premio.