¿Es posible trazar las historias que narran nuestros cuerpos? ¿Por cuáles cauces nos llevarían? ¿Tendrán un final determinado? ¿Los límites los marcamos nosotros o el entorno que convive con nuestra corporalidad? Claudia de la Garza y Eréndira Derbez buscan estas respuestas a través de un ejercicio cartográfico del cuerpo en su libro Mapas corporales (Lumen, 2023).
Desde el ejercicio del ensayo, entre literario y académico, las autoras nos llevan en su búsqueda por entender los significados que se guardan en todo tipo de cuerpos. Intentan descifrar el lugar que la corporalidad tiene en el mundo que habitamos, desde lo sociopolítico hasta lo moral. Sobre todo, intentan darle una explicación al porqué, a pesar de la gran diversidad de cuerpos que existen, los humanos persistimos en escribir límites rígidos sobre estos, tratando de encasillarlos en definiciones cerradas por ideologías que no aceptan disidencias.
Este ensayo, aunque claramente trata un tema íntimo no sólo para las autoras, pero para cualquier persona, crea un diálogo con ejemplos concretos y objetivos. Nos comparten su investigación minuciosa sobre cómo se ha trazado el cuerpo en distintas épocas y las repercusiones que estas narrativas tuvieron en las estructuras sociales. Por ejemplo, nos llevan cartográficamente por capítulos que componen a las partes del cuerpo: desde la parte más extensa y al descubierto de nosotres, la piel; pasando por los paisajes de partes que solemos esconder, como los fluidos y genitales; hasta llegar a nuestra base, lo que nos conecta con la tierra, los pies.
Al seguir su mapa corporal, también nos desentrañan la construcción de varios mitos en relación con los cuerpos, como el de la virginidad, los que rodean a los rituales de belleza, y los que cimentaron las desigualdades de género o raciales. A pesar de explorar las subjetividades que rodean a los cuerpos desde un estudio objetivo, esto no le quita su valor literario, gracias al uso de una prosa que no busca ser rebuscada ni inflexible. Al contrario, queda claro que De la Garza y Derbez persisten en mantener una conversación abierta con su audiencia, invitándoles con un estilo generoso, simple, maleable y en ocasiones irónico.
Debo aplaudir, sobre todo, el uso de la e inclusiva, que siempre he pensado es una excelente y sencilla solución para construir un género neutro en el idioma castellano. Porque, a fin de cuentas, ¿cómo vas a proponer un ensayo que cuestiona los muros impuestos por constructos sociales, como el binario de género, y mantenerlos firmes a través de tu escritura?
El cuerpo se vuelve en esta narrativa un territorio que podemos mapear con líneas que tienen un origen claro: dónde empezaron las definiciones para cada color de piel y sus implicaciones discriminatorias; cuándo y cómo se comenzaron a trazar límites para estructurar la masculinidad y la feminidad desde el performance de la vestimenta; en qué momento inició la separación de cuerpos con base en qué tan grandes o pequeños son; cómo se generaron los tabúes en torno a nuestras sensaciones y el desemboque de todo esto en jerarquías que pueden generar violencias sistémicas en diversos sectores, desde la salud hasta la economía.
Sin embargo, lo que las autoras no delimitan es el fin de este territorio, porque entonces sería una imposición más. Abren su diálogo con un epígrafe maravilloso de Toni Morrison: “Las definiciones pertenecen a les definidores, no a les definides”. De la Garza y Derbez no escribieron para definir a otres, sino para cuestionar dichos significados y que todes seamos capaces de retomar la narrativa de nuestros propios cuerpos. Lo nombran un “mapa inacabado” con el fin de que infinitamente, como esperaba Borges de cada libro, este pueda borrar fronteras y trazar conexiones con todos esos territorios que continúan descubriéndose íntimamente cada día.