Hablar de los años de la sombra nazi sobre Europa y su penetrante oscuridad en el mundo entero es una peripecia sumamente estimulante para la imaginación de los lectores.
Se sabe que, en el contexto de la barbarie nacionalsocialista, se suscitó la operación Bücherverbrennung o quema de libros en las plazas públicas de muchas ciudades alemanas. Infinidad de libros apilados eran consumidos en hogueras que destruían el legado de muchos autores al ser considerados contrarios al régimen en turno: Un verdadero bibliocausto.
La escritora y filóloga, Irene Vallejo, autora del deslumbrante y multi-premiado libro, El infinito en un junco, nos recuerda que estos fatídicos acontecimientos se han presentado, desafortunadamente, más de una vez a lo largo de la historia con el objetivo específico de censurar ciertas ideas y acabar con grupos particulares de personas.
En el año 213 a.C. el emperador chino Shi Huandi mandó a destruir miles de libros para que la rueda del tiempo comenzara a partir de su reinado y, todos aquellos que se opusieran serían ejecutados o enterrados vivos. Otro ejemplo fue Alejandro Magno, el mítico conquistador de la antigüedad que al tomar Persépolis prendió fuego a su biblioteca y las obras sagradas de la religión del zoroastrismo. La misma biblioteca de Alejandría, el milenario faro del saber humano ubicado en Egipto, sucumbió a las atrocidades de la guerra, la incomprensión de tradiciones y creencias distintas y por la indiferencia de los gobernantes para salvaguardar los tesoros del saber que se encontraban en aquellos miles de rollos de papiro.
A un año más del inicio de la Segunda Guerra Mundial, la cual comenzó con la invasión nazi a Polonia el 1 de septiembre de 1939, y la posterior declaración de guerra de Francia y Gran Bretaña a Alemania, recordamos cómo estas conflagraciones pueden destruirlo todo pero, también, es una oportunidad para rememorar que estos escenarios llegan a ser el marco donde el valor y la amistad pueden florecer de la manera más sincera, motivados incluso por esos objetos que tanto se ha buscado exterminar en distintas épocas: los libros.
La Biblioteca de París, una fabulosa historia de Janet Skeslien Charles, basada en acontecimientos y personajes reales, es una interesante novela que nos permite experimentar que, en la oscuridad de la guerra o cualquier evento adverso, siempre podremos hallar luz en los libros.
Odile Souchet, una joven parisina, amante de estos extraordinarios objetos,es la protagonista de este entrañable relato y a través de quien descubriremos a los personajes y absolutos resistentes literarios de la Biblioteca Americana de París, una institución cultural que nació después de la Primera Guerra Mundial para brindar a la población una significativa puerta de acceso a la cultura, para enviar libros a los soldados que estaban en el frente de la Gran Guerra y, con ello, reanimarlos ante la punzante realidad que vivían. Como curiosidad, se sabe que este espacio albergó las visitas de grandes escritores como Henry Miller, Edith Wharton o Ernest Hemingway, de quien se dice que gustaba de robar libros.
Después de obtener un empleo en la biblioteca, la cual contiene una colección excepcional de literatura universal, y muy a pesar de la oposición de su padre quien minimiza su nuevo puesto, Odile nos permitirá mirar a través de sus ojos a los demás bibliotecarios, las esperanzas, pasiones y gustos literarios de cada uno.
Pero el propio entramado de emociones, ideas y obstáculos en la vida de Odile son un desafiante mapa: los electrizantes vínculos con sus padres, su estabilizadora complicidad con su hermano Rémy, la creciente simpatía y asombro por las directoras de la biblioteca, Dorothy Reeder en un primer momento y, Clara de Chambrun después, además de la inquebrantable admiración por la interesante profesora Cohen o el gusto de compartir una buena charla con el persistente Boris Nechtaef, quien conoce cada rincón de la biblioteca.
Pero la tranquilidad comenzará a minar cuando el asedio nazi se convierte en una realidad inevitable y cotidiana para los habitantes de París. Muchos de ellos, al ser extranjeros, se enfrentarán a la encrucijada de volver a sus países para resguardarse de la guerra o quedarse en Francia, que está ahora en el corazón del conflicto. Ante tal disyuntiva, los bibliotecarios se expondrán del todo al quedarse y resistir peligros, hambre, traiciones y hasta las prohibiciones de la Gestapo sobre qué personas pueden acceder a la Biblioteca. No obstante, ellos la mantendrán como un espacio de salvación en medio de la crisis y brindarán a sus abonados la oportunidad de continuar respirando el vital aroma de sus libros y no solo eso, sino que asumirán el rol de enviar literatura a los soldados que se encuentran defendiendo a los países aliados y, es justo en estos pasajes donde descubriremos altas dosis de compañerismo y valentía al defender con sus actos el acervo de valor inestimable de la Biblioteca, así como sus estrechos lazos de amistad.
La novela, que está estructurada en dos líneas temporales, relata la época de la Segunda Guerra Mundial y, por otra parte, 40 años más tarde descubriremos la relación entre Lily, una joven con la necesidad de una amistad real y una Odile mayor que intenta abrir su corazón para revelarle un secreto, con la intención de mostrarle que todas nuestras decisiones son trascendentes, además de compartir el amor por los libros y cómo estos pueden salvarnos en múltiples formas.
Pero nada es lo que parece y nos encontramos constantemente con piezas que faltan en el rompecabezas, con giros inesperados en el curso de esta novela que incrementan las dosis de emoción al querer conocer qué es aquello que nos falta descubrir. Mientras avanzamos en la lectura, vamos avistando grandes momentos dentro de la misma que conectan constantemente con el público.
Durante los años de guerra, los nexos que Odile forma con Margaret y Bitsi ocuparán un lugar muy relevante en la evolución de la protagonista. Margaret es una hermosa chica británica que vive en París por el trabajo diplomático que tiene su esposo pero que es relegada a la soledad e incomprensión de su marido. En este contexto, Odile le ofrece una firme y decidida amistad, la cual se irá transformando para revelarnos las cimas y abismos, los claroscuros de la condición humana. En cuanto a Bitsi, descubriremos cómo los libros son capaces de conectarnos entre sí, incluso en momentos de discordancia y peligro. Tanto Bitsi como Odile trabajarán de manera conjunta en la Biblioteca Americana de París, la cual, cabe destacar, no cerró sus puertas ni un solo día de la ocupación y continuó brindando libros y esperanza, tanto a los soldados como a los parisinos.
Esta es una historia que reconstruye un pasaje poco conocido de la Segunda Guerra Mundial y que nos regala esperanza igualmente a los amantes de los libros aún en esta época pandémica en la que, tanto bibliotecas como librerías han sufrido con vehemencia un gran impacto al cerrar por no ser consideradas primordiales. En cuanto a la Biblioteca Americana de París, es importante decir que, en la actualidad, se mantiene abierta al público de todas partes del mundo y que recientemente fue remodelada, esperando ser el escenario de fondo de nuevas y vigorosas historias.
La Biblioteca de París es la invitación a seguir entrando en los libros y las historias como fuente de inspiración ante la complejidad de las circunstancias, un canto de amor a esos increíbles objetos, capaces de contenerlo todo en unas cuantas páginas. Si eres un amante de los libros, si la lectura ocupa un lugar especial para ti, esta es una novela que no olvidarás fácilmente, un espacio donde encontrarás un refugio inolvidable y que constantemente fortalecerá tu ánimo en que los libros, a expensas de toda crisis, no morirán porque estos no solo tienen que ver con lo que sabemos, sino con lo que somos y cómo nos relacionamos con los otros.