- La conciencia del narrador; todo lo que se dice lo dice alguien. Y Fuguet lo sabe. Sabe que los narradores que se esconden en la tercera persona realmente no se pueden esconder. Porque ese narrador genérico no existe. Por eso, Sudor, el libro que está escribiendo el narrador, Alf, desvaría entre una tercera persona que de una idea a otra se convierte en una deliciosa primera persona, para revelarnos el truco, para aventarnos a la cara que todo lo que se dice es nuestro y nadie se puede esconder de lo que escribe.
- Que Fuguet comparte mi idea de la literatura (o yo la de él, jeje): que una obra de arte, novela, libro, no es más que la huella de un proceso interno resuelto. Y que lo que el escritor intenta hacer al escribir es alumbrar esa oscuridad o, como lo dice Alf, extirpar ese dolor. Y eso es lo que hace el narrador en este libro, extirpar el tumor de Sudor.
- Que soy aburridamente heterosexual, porque con tanto pico y bolas peludas y besos blancos y cogidas anales (¿pueden ser de otra forma?), no se me paró ni una sola vez.
- Que las categorías valen madres. En serio. Clasificar cualquier cosa, etiquetarla para venderla, es una mamada. He oído decir que este libro es novela gay sólo porque el protagonista es gay. ¿Entonces El guardián entre el centeno es una novela para adolescentes o para jóvenes adultos, como dicen ahora? Un libro es un libro: eso de la literatura infantil y los libros para mujeres y la novela gay son puros choros mentales. Como dijera Dylan en su discurso de aceptación del Nobel: “En ningún momento me pregunté si lo que escribía era literatura. No tenía tiempo de eso”. Y el que escribe tampoco tiene tiempo de eso. Sólo escribe.
- Sudor. Un chingo de sudor. Un putero de Sudor. Pero, sobre todo: lo que anhelamos que haya abajo de tanto sudor y vergas y orgasmos y grindrs y tinders y bocas abiertas al cielo esperando una buena eyaculación: conexión real; de humano a humano. Pololear. Compartir la vida, por más cursi que se oiga, con un compañero. Y con esto no quiero decir que las tetas, los picos, los culos, los anos sean malos. Ni pretendo sermonear, igual que no lo hace Fuguet, con el pecado de la carne: para nada. La carne es la carne y se debe consumir. Pero siempre, abajo de todo eso, los humanos deseamos más que consumir: queremos estar, ser, conectar: compartir.
- Que hay que escribir de lo que te importa, de lo que te calienta. Hay que leer de lo que te importa, de lo que te calienta. No sólo calentura sexual, por supuesto. Lo que te calienta el corazón, las células, las ganas de estar más vivo: "Escribe calentón y lubricado o si no redacta un ensayo, perrito. En serio. Todo es personal y todo lo que es personal merece una historia.”, dice Fuguet en el libro.
- Que se vale usar todo ese tipo de recursos que le revuelven las tripas al status quo literario que cree que la alta literatura debe de estar alejada lo más posible de lo que pasa en el mundo: ¡Alf usa transcripciones de conversaciones de mensajes del whatsapp en su libro! ¡Perfiles y mensajes del Grindr!
- Que es un libro que todos los escritores deben de leer. Porque revuelve las entrañas y agita y bulea a ese mismo status quo literario que lo último que quiere es descubrir y transformar.
- Que lo más importante de escribir no es aislarse en el pedestal mamón del rockstar que ve a todos por debajo del hombro, que la meta, igual que en las relaciones, es conectar:
Dios me salve. Todo el Boom quiso escribir para trepar, para ser querido, para influir. Mucha novela totalizadora para así lograr el todo. Nadie quiso escribir para que lo odiaran. Bolaño tiene razón: acá todos quieren triunfar, todos quieren fondos, todos quieren becas y unanimidad y sobre todo respetabilidad. ¿Y tú? Quiero más, hueón, Lo sabes. No vender más, no ganar más, no tener más traducciones. Lo que quiero es que algún día un hueón me subraye. Eso. Que mochilee con un libro mío. Que vomite por algo que leyó y lo alteró. Que se folle a un hueón porque yo lo excité. Eso. Y por eso estoy como estoy. Quiero que un tipo en bicicleta me pare en la calle y me diga: hueón, tú fuiste importante para mí, me ayudaste, quiero darte las gracias.¡Verga!
Sudor
Alberto Fuguet
Literatura Random House 2016