Los audiolibros tienen sus raíces en la década de 1920, cuando surgieron como una herramienta para facilitar el acceso a la literatura a personas con discapacidad visual. En 1934, la Biblioteca del congreso de los Estados Unidos lanzó el proyecto “Books for the Adult Blind”, grabando obras de autores como Shakespeare y Edgar Allan Poe en discos de vinilo.
Con el tiempo el formato evolucionó: de vinilos a contas magnetofónicas, luego a casetes, discos compactos y finalmente, a archivos digitales y plataformas en línea. Un dato curioso sobre el formato de los audiolibros es que no fue sino hasta 1994 donde se adoptó el termino de Audiolibro de manera estándar en la industria. En 1995, Audible revolucionó el mercado al ofrecer audiolibros descargables, permitiendo a los usuarios escuchar libros en cualquier lugar.
En los años 2000 el casete fue totalmente eliminado y reemplazado por los CD como el formato predominante para los audiolibros, pero al mismo tiempo que el uso del CD disminuía contra el auge de la tecnología digital siendo esta era más accesible y los audiolibros fueron creciendo en popularidad.
Siguiendo con la era digital, en 2012 Hugh McGuire creó LibriVox, un sitio web donde voluntarios seleccionan libros de dominio público para ser narrados por ellos mismos.
En la actualidad ya es posible encontrar audiolibros en las editoriales, incluso con el atractivo de ser narrado por tus actores, cantantes o celebridades favoritas. Este formato tiene muchas ventajas, al ser accesibles y de mucha ayuda para personas con discapacidades visuales, perfectos para las personas multitasking, si deseas oírlos en otros idiomas son muy buena herramienta para mejorar la comprensión auditiva o la pronunciación, además de ser muy buenos para la estimulación cognitiva.
Para los autores tiene como ventaja el poder llegar a más audiencias, tener ingresos adicionales y mayor visibilidad al poderse encontrar su obra en diferentes plataformas y formatos.
