Probablemente todos conocemos la palabra odisea. ¿Quién no ha sufrido una para salir, por ejemplo, de un embotellamiento o, después de muchas peripecias, lograr algo que se tenía previsto? Sin embargo, las dos horas y media en el tráfico quizá no puedan compararse con los diez años que tardó Odiseo en volver a Ítaca —su reino— después de la guerra de Troya, que ya cantó el aedo en la Ilíada. Compuesta alrededor del siglo VIII y VII a. C., la Odisea es el poema por antonomasia de la vuelta al hogar y las aventuras que vivió Odiseo durante su regreso.
Dividido en 24 rapsodias, este pilar de la literatura occidental narra en más de 12, 000 versos el viaje de Odiseo (o Ulises, como lo llamaron los latinos) a través del Mediterráneo para volver a su isla. Si el lector observa un mapa con cuidado, se dará cuenta de que resulta inverosímil tardar diez años en un viaje de Turquía (¡así es, Troya existió!) a las Islas Jónicas, aun si fuera en barco. Sin embargo, Ulises —el de muchos ardides—, quien había vencido en Troya, despertó la cólera del dios Posidón al dejar ciego a su hijo, el cíclope Polifemo.
[caption id="attachment_17743" align="aligncenter" width="400"] Poseidón portando su tridente. Placa de cerámica corintia procedente de Penteskouphia, 550-525 a. C.[/caption]Este incidente fue la causa de que el retorno a Ítaca durara más de lo esperado. Mientras tanto, Penélope, esposa de Ulises, teje y desteje un lienzo para evadir a los pretendientes que irrumpen todos los días en su palacio. Al mismo tiempo, Telémaco, el hijo de ambos, es inspirado por Atenea —la diosa protectora del Laertíada (es decir, Ulises, hijo de Laertes)— para asumir el papel que le corresponde como adulto e hijo del rey y salir en busca de su padre, lo que lo llevará a visitar a Néstor y Menelao, quienes apenas tienen noticias de Ulises.
Mientras tanto, en el séptimo año de la reclusión de Ulises en la lejana isla Ogigia, Hermes arriba a dicha isla y le ordena a Calipso —la ninfa que retiene al héroe aqueo— que, por mandato de Zeus (y gracias a la intervención de Atenea), debe liberar al rey de Ítaca. Así comienza el verdadero regreso a casa, después de lidiar con brujas, cíclopes y monstruos, visitar el inframundo, escapar de las sirenas y, ¡claro!, seguir huyendo de la furia del dios del mar, por sólo mencionar algunos de los episodios más famosos del poema.
Por su apasionante trama y su valor artístico e histórico, la Odisea ha sido uno de los textos que ha dejado mayor huella en la tradición literaria de Europa y América, pues autores tan distintos y lejanos entre ellos, como Virgilio, Dante, Ronsard, Joyce, Margaret Atwood, Derek Walcott, Claribel Alegría o Cavafis, se han valido de los motivos homéricos para crear obras clave que han revitalizado o reinterpretado el poema de Odiseo, aportando nuevos libros indispensables a la literatura mundial.
Fernando Gutiérrez, traductor de esta espléndida edición de Homero (Penguin Clásicos, 2015), supo hacer a un lado las querellas histórico-biográficas sobre el aedo ciego y acercó este texto a la lengua española a través de las virtudes poéticas del original. No se debe dejar de lado que se trata de un poema —aunque éste sea el texto fundador de lo que más adelante será la novela— y lo recomendable es leerlo como tal: lo importante, parafraseando a Eliot, es que nos cause placer.
Los poemas como la Odisea eran recitados de memoria por un rapsoda en fiestas u ocasiones especiales, es decir, el público escuchaba las tiradas de versos con los que estaban familiarizados: los acontecimientos narrados eran igual de populares que tu serie favorita de Netflix. Por otro lado, hay que recordar que tanto la Ilíada como la Odisea (y muchos otros poemas grecolatinos) están escritos en hexámetros dactílicos. ¿Pero qué rayos es un hexámetro dactílico y por qué importa saber eso?
En resumidas cuentas, es un tipo de pie métrico (o “medida poética”) con un sonido particular: seis pies o medidas (hexa, ‘seis’) dactílicos (palabras, o grupos de palabras que juntas, tienen el siguiente sonido: tátata, vamos-a México rápido). ¿Y qué tiene que ver la clase de música con nuestro libro? Pues bien, como hizo de manera brillante en la Ilíada, Gutiérrez traslada la Odisea a esta medida poética, junto con otro pie llamado “espondeo”, de tal manera que la sonoridad de los versos en español conserva un eco del texto original en griego.
No importa que estemos alejados por siglos de los poemas helénicos, es la poesía lo que nos permite seguir comprendiendo y disfrutándolos. Hay que leer y releer a los clásicos; ir y volver a ellos como si se tratara de nuestro hogar, pues siempre tendrán las puertas abiertas para sus lectores. Y, como dijo Cavafis:
“Cuando emprendas el viaje hacia Ítaca, / ruega que tu camino sea largo / y rico en aventuras y descubrimientos”.
Qué mejor manera de llegar a casa, a un clásico, que con las páginas de la Odisea.