Albert Camus o cómo llenar el vacío del fin del Mundial

Benjamín de Buen

19 July 2018
Si algo se ha vuelto común en nuestros tiempos y en nuestras redes sociales es el afán de intelectualizar el futbol y buscarle asociaciones con la filosofía, el arte, la historia, la política y, desde luego, la literatura. Parecería que el primero en popularizar esta tendencia, quizás inadvertidamente, fue alguien que se desempeñó como escritor y futbolista, cuya frase se ha vuelto el punto de origen para cualquier intersección o forcejeo entre el eje del futbol y el eje de otras disciplinas: “Lo que finalmente sé con mayor certeza respecto a la moral y a las obligaciones de los seres humanos [si nos permitimos una actualización], se lo debo al futbol”. Intelectualizar el futbol podría entenderse como una forma de privatizar parte de un juego que es, sobre todas las cosas, popular. Me pregunto a veces si lo que pretendemos, más que invitar al balón a otros campos, es elevar un juego que nos negamos a tratar como simple entretenimiento. Por mucho que intentemos vivir el futbol desde la mente, cuando uno se siente más cercano al futbol es cuando lo vive desde las entrañas, desde el pecho o con las piernas mismas. El futbol en el intelecto es algo que se vuelve patente de los momentos en que el balón está inactivo. Luis Miguel Aguilar, en un texto para la revista Nexos, revela que la frase de Albert Camus ni siquiera hablaba en estricto sobre el futbol e incluso intuye que ha sido romantizada con el tiempo para que diga lo que nosotros necesitamos que diga, para que le otorgue superpoderes al futbol con el aval de un autor mundialmente reconocido y lo haga digno no sólo de nuestras vísceras, sino también de nuestros pensamientos educados. ¿Y qué enseña el futbol sobre la moral y las obligaciones? ¿Se lo preguntamos a Neymar? ¿A Sergio Ramos? ¿Son iguales la moral y las obligaciones de los seres humanos en las canchas de tierra, en el hotel donde aprendió a jugar Modric, en las villas Fiorito, en el Bondy de Mbappé, en el Funchal de CR7, en el Salto de Cavani, en los campos amateurs y en los demás lugares intocables para el VAR, que en las canchas profesionales? Si en el futbol existiera un apego a las obligaciones y a la moralidad, probablemente no sería necesario usar la tecnología como muleta para auxiliar a una justicia que en las canchas empastadas y vigiladas por palcos padece de fracturas y esguinces. Si hay elementos en el futbol profesional que se suscriben a la versión vulgarizada (de manera uniforme por viscerales e intelectuales) de la frase de Albert Camus, probablemente serían aquellos que acompañan a la derrota, como bien hizo ver la selección y el pueblo de Croacia al festejar el segundo lugar con desfiles y bengalas, un festejo quizás más destacado que el del campeón (la derrota humaniza y obliga); otro sería el fair play, que fuera de los estadios difícilmente será desbancado por la repetición en video. Con la cantidad de dinero que mueve y con la creciente influencia de la tecnología en el futbol profesional, el balompié se juega cada vez más en dos niveles: uno terrestre y adaptable a casi cualquier situación y otro vigilado de cerca por la FIFA, órgano que al parecer pretende dotar al futbol de un nivel de fantasía: penaliza y obstaculiza cualquier expresión del mundo exterior y real, desde prohibir las dedicatorias de las camisetas de los futbolistas por emotivas que sean, voltear las cámaras cuando saltan rivales políticos del régimen anfitrión a la cancha, como ocurrió en la final del mundial, o hasta perseguir a jugadores que hacen alusión en el campo a cuestiones políticas que tienen que ver con su pasado, como ocurrió con los anotadores de Suiza, de origen albano, ante Serbia. Estos son ejemplos de las dimensiones del futbol que nos obligan a intelectualizarlo y a extrapolar las obligaciones y la moral del ser humano de la cancha a la vida real. La grandeza del futbol, quizás otro acierto inadvertido de la frase de Camus, es que acabado el mundial y con las grandes ligas del futbol en reposo, es posible pararse en cualquier cancha del planeta a buscar expresiones de lo que haya inspirado a Camus a decir sus palabras famosas y a nosotros a querer repetirlas con tanta frecuencia.      

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