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Volver a pensar en la existencia
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Narrar una existencia es imposible. En las Memorias de ultratumba, de Francois René de Chateaubriand, no podemos sino asomarnos a una mínima parte de la vida de un hombre.

Toda memoria es insuficiente. Todo apunte biográfico habla de una ficción.

“Quien escribe calla”, dice María Negroni en alguna página de El corazón del daño (Literatura Random House, 2022).

Escribir es lanzar preguntas, provocar silencios, ocultarnos bajo la mesa (como quería Kafka) y que de vez en vez alguien nos lance unas migajas de pan, mientras nosotros con un par de hojas y un lápiz inventamos el mundo.

¿Qué será ser madre? ¿Qué será ser hija? Y en el centro los libros: o el silencio, o mirar el abismo.

El corazón del daño podría ser una carta a la madre. Del mismo modo en que Franz Kafka conversa con el fantasma de su padre, María Negroni construye una ficción sobre una mujer que pensamos es su madre.

El corazón del daño podría ser también o además un ensayo sobre la vida de la autora.

Un ensayo sobre la búsqueda: ¿cómo existimos, despojadas del primer hogar que es el vientre de nuestra madre? En los libros. Nos basta la escritura y los caminos que nos llevan a esa escritura. Nos basta el cansancio diario, la fatiga de existir entre revoluciones y desempleo.

Ciertos libros nos hacen pensar en una casa en tinieblas por la que paseamos descalzos, sin abrigo en madrugadas frías con una vela para encontrar a nuestros fantasmas, para tropezar con huecos y caer sobre el vacío para luego abrir los ojos y ver que todo es suave.

Narrar una existencia, sin mentir, sin pensar en lo que hubiésemos querido que ocurriera, es imposible.

Mirar por una rendija, eso es: María, la narradora de El corazón del daño, mira por una rendija. Mira a su madre. Mira una casa que está en ruinas y que de alguna manera sabe que debe reconstruir.

Ficcionar es reconstruir: lavar el polvo con un chorro abundante y ver lo que escurre.

Narrar el pasado es hacer subrayados en un libro y sentir que cada letra refiere a nuestra propia historia.

Este libro podría ser un poema, o un ensayo sobre lo que ocurre mientras escribimos o recordamos que escribimos.

Un poema de Yves Bonnefoy en el que pienso mientras recuerdo El corazón del daño:

“Imagino que regreso, adónde, no lo sé,

Es a la vez lo íntimamente conocido

Y un lugar extranjero. Acaso aquí viví,

No, no dejé aquí ningún rastro

Y estoy infinitamente triste, pero la luz

Que habita aún hoy esta habitación

Se levanta, viene a mí. Mira, hemos envejecido,

Me dice ella. Ya no soy una promesa

Para tu vida por venir, ya no quiero

Hacerte creer que la vida y la muerte son una rosa

Que florece, en la mañana,

En el despertar de dos cuerpos que se anudan.

Pero hablemos”.

Una larga conversación con el deseo, con el recuerdo o con lo que miramos frente al espejo de nuestra casa vacía. Una conversación entre murmullos en una noche lluviosa en que la ciudad hace una pausa.

Nueva York, Argentina, Italia… una biblioteca y habitaciones que se despliegan como cortinas pesadas de las que escurren partículas de polvo-luz. La mamá y su voz que siempre es la misma, a pesar del tiempo. La voz insertada en el alma. La voz de lo cruel, pero de lo que es origen.

Pienso si el origen es la crueldad.

Todo está aquí hablándonos, mientras leemos, mientras hacemos un símbolo como una grieta en una hoja en blanco: hacemos una muesca y alguien hablará de nosotros un día o simplemente seremos enterrados con el polvo de los días.

Afuera sigue la guerra perpetua. Las dictaduras. Los golpes. Afuera de un hospital donde la madre agoniza. Afuera donde descubres una traición. Afuera donde en un periódico habla de tus libros. Y mientras todo eso ocurre, alguien se pregunta: ¿Qué es un libro? ¿Cómo se configura una historia? ¿Cómo se cuenta el dolor, la ausencia, la crueldad? No sé qué es ser madre.

Mi madre es una ficción. Como las madres que aparecen en las películas de Almodóvar o como esta madre que reprocha a su hija el parecido con su padre, la complicidad.

Y luego simplemente pasa el tiempo y somos lo que ella era antes de nosotros…

El corazón del daño es un ensayo sobre volver a pensar en la existencia. Las mismas preguntas sobre vivir.

Ese deseo nunca resuelto de habitar dentro de nuestra madre. Ver a mi madre en un espejo y reconocerme en ella…

María se despide de su madre, en esa ficción-ensayo-herida-pregunta-afirmación… Se despide y la graba, como un jeroglífico en la cueva del tiempo:

“Se me ocurrió una idea.

Un libro póstumo. Qué encantadora solución… Me queda el silencio. Esa música. Esa jaula donde todavía estás, cubierta por un trapo, diosa detenida”.

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