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Una ventana al griego antiguo
Alicia Gutiérrez comment 0 Comentarios

En el Tractatus Logico-Philosophicus, el filósofo y lingüista, Ludwig Wittgenstein, señalaba que los límites de mi lenguaje significaban los límites de mi mundo, pero no sólo eso, sino que a través del lenguaje nos apropiamos de él, lo nombramos, le damos forma y lo hacemos nuestro.

Todo lo que concebimos, la forma en que nos expresamos y percibimos el tiempo, el espacio y a nuestros semejantes es gracias a nuestra lengua materna. Si alguna vez has tenido relación con otro idioma, te habrás dado cuenta de que la forma en que se ordenan las oraciones, el vocabulario, e incluso la forma en que se conjugan los verbos, son muy diferentes al español.

Un ejemplo sería cómo conciben el tiempo los japoneses, que no conjugan los verbos en futuro; o los coreanos las jerarquías, que desde los verbos establecen una comunicación formal o informal.

El libro La lengua de los dioses: Nueve razones para amar el griego trata precisamente sobre cómo los griegos de la antigüedad percibían el mundo y una realidad que apenas logramos intuir, porque se trata de una lengua muerta.

Andrea Marcolongo, su autora, nos lleva de la mano para comprender el griego antiguo. Una curiosidad es el aspecto, algo que en español ni siquiera existe y que “indicaba la cualidad de la acción, el modo en el que esta sucedía y cómo el hablante se sentía al respecto”, todos los acontecimientos se dividían en cumplidos o no cumplidos y era el aspecto el que indicaba la duración comprendida entre el inicio y el final.

En griego, además, existían tres géneros: femenino, masculino y neutro; así, dividían el mundo entre lo animado, o masculino y femenino, y lo inanimado, el neutro. Conceptos abstractos como “nombre”, “medida” o “teatro” se expresaban en la forma neutra, lo mismo “primavera” o “sueños”, al igual que “cuerpo humano” y algunas de sus partes como “corazón” y “rostro”.

También poseía tres números: el singular (yo), el plural (nosotros) y el dual (nosotros dos):

“El dual expresaba una entidad doble, uno más uno igual a uno formado por dos cosas o dos personas unidas entre sí por una conexión íntima. El dual es el número del pacto, del acuerdo, del entendimiento”, explica la autora.

¿Cómo ordenaba el griego su mundo y las oraciones? A través de los casos. El nominativo daba nombre a las cosas, el vocativo las llamaba, el acusativo expresaba el movimiento hacia delante, hacia un lugar o un fin, el genitivo explicaba la pertenencia y el dativo en dónde debían ir las cosas.

Gracias a este sistema de casos, el orden en las oraciones era irrelevante en griego, sin embargo, Morcolongo resalta:

“El griego, tanto antiguo como moderno, es una lengua que cuando habla piensa y piensa también cuando escribe. Siempre.”

En este libro, además, podrás hacer un recorrido por los diferentes dialectos del griego, sobre sus sonidos, silencios, acentos y espíritus y cómo ha llegado hasta nuestros días.

Si alguna vez has tenido relación con algún texto en griego antiguo, ya sea a través de los poemas épicos de Homero, de los textos de Platón, Esopo o Aristóteles, incluso si sólo te has topado con alguna etimología proveniente del griego, este libro es para ti. No es necesario ser un estudioso del idioma o ser experto en lingüística, sino sólo sentir curiosidad por esa lengua en la que hablaron los dioses.

Busto de Platón del siglo IV a. C., copia romana de un original griego (Museo Pio-Clementino del Vaticano) en wikipedia.org

 “He amado esta lengua por su flexibilidad de cuerpo entrenado, por la riqueza de vocabulario en el que en cada palabra se afirma el contacto directo y diverso con la realidad. La he amado porque casi todo lo mejor que los hombres han dicho ha sido dicho en griego”, dice Marguerite Yourcenar.

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