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Una sensación en el aire
Redacción Langosta comment 0 Comentarios

jclementCONJURA

(…) pues el mar de John Cage borró la
distinción entre arte y vida. En ese espacio fluido
se procedió a la disolución de la dualidad, de la
intencionalidad que a menudo guían el gusto, la memoria
y la emoción.
Carmen Pardo Salgado, En el mar de John Cage

Jennifer Clement ha sido en mi vida literaria un gran descubrimiento. Las dos novelas a las que me he acercado me han dejado sensaciones muy distintas, pero hay algo en su estilo que me ha envuelto como crisálida del lenguaje. Cómo decirlo: ambas ocasiones fueron como si, una vez acabada mi lectura, siguiera yo sin tocar piso (flotando). Es como si al haber terminado esas dos obras yo estuviera fuera de mí y necesitara un par de horas más para volver (cayendo dócilmente).

Primero les hablaré de Una historia verdadera basada en mentiras. Su lectura se tradujo en viento, en silbidos. Sería fatídico hablar de los murmullos rulfianos, porque en este caso era otra especie de siseo: sutil, como de flauta transversal u oboe. Una lectura que me levantó de mi sitio y me permitió volar: como si viera las escenas desde arriba. Sus personajes femeninos son como susurros donde su voz no encuentra tierra, pero aire. Una historia dolorosa de silencios, de pérdidas, de lenguaje.

Y es que Jennifer también es poeta. Y en su lectura uno no puede dejar de sentir las palabras y ver las imágenes con nitidez: uno se convierte en testigo de las emociones.

La siguiente, Ladydi, me regaló, además de la plasticidad de la escritura, un personaje absolutamente entrañable: la madre. Y hacía tiempo que no me topaba con esos protagonistas que te marcan en sus páginas. La última que me había conquistado de esa manera había sido la abuela de la novela de Dostoievski, El jugador. Y es que la madre de Ladydi tiene la fuerza del desengaño y el cinismo, la inocencia y –a pesar de todo– la esperanza. Y a diferencia de la novela anterior, en ésta la brisa sí es más cercana a Comala. La canícula permanente. Tal vez porque el ambiente es rural y la dureza de la tierra y de las circunstancias es inevitable. Te resecan la piel y te arrugas. Te haces mayor así como crecen esas mujeres que luchan por sobrevivir en la misma soledad, el mismo silencio, pero con mayor violencia. O digamos: otro tipo de violencia. En este caso, no es la violencia de clase: es la del narco.

Entonces la musicalidad, el arte y la vida, en Jennifer Clement, no sólo es acuática, como decía Cage: es aérea.

Fernanda Álvarez