La escritura del portugués José Saramago se considera como una de las más grandes dentro de la literatura contemporánea. Su inusual manera de retratar realidades contando muchas veces dos historias al mismo tiempo y la reflexión hacia las colectividades desemboca en personajes tan humanos que la mayoría de las veces, no es necesario ponerles un nombre. Basta con decir a qué se dedican o alguna característica física. Como bien lo dijo él “toda mi obra parte de una única y sola convicción, absolutamente todos los seres humanos somos unos pobres diablos”.

Creo que ser admirador de Saramago resulta sencillo, porque toda su obra es bastante adictiva. Sea que nos hayamos adentrado por cuentos, novelas, poesía… siempre nos hace cuestionarnos hasta dónde llegaríamos para mantener nuestra humanidad y qué es realmente lo humano de la humanidad. Muchas de sus historias están plagadas de un trasfondo crítico, no sólo con los cuestionamientos morales que rodean al ser humano incluyendo a personajes bíblicos, siendo estos humanizados, sino también de la crítica política y de clases. Como es bien sabido, gracias a su postura izquierdista causó gran polémica dentro y fuera de su país.

Uno de los libros que más me ha gustado justamente por la división social de sus personajes es El viaje del elefante (Alfaguara, 2019). A modo de novela histórica, retrata lo irónico que resultan ser los gustos y exigencias de la realeza (o de cualquier forma de gobierno). Dentro del viaje para llevar al elefante Salomón como regalo a un rey, encontramos que todos los humanos somos imperfectos, además la distinción de las clases sociales hace que el privilegio nuble perspectivas, desde saber aceptar errores hasta saber reconocer al «otro». De esta forma también encontramos las sensibilidades de los humanos y animales.

O por ejemplo, en Casi un objeto (Alfaguara, 2016) retrata en siete cuentos varias realidades distorsionadas llenas de simbolismos, donde a través de objetos es capaz de narrar la caída de una dictadura, o la estratificación social ejemplificada en letras impresas en nuestras manos desde que nacemos y el deseo aspiracionista de «subir de letra». La rebelión de los objetos en un mundo donde, se supone, impera el ser humano.

Saramago tiene dos libros donde habla y usa personajes de la biblia. El primero es El evangelio según Jesucristo (Alfaguara, 2022) y el segundo Caín (Alfaguara, 2009). Creo que este último es de mis favoritos, porque desde la elección del protagonista es inevitable cuestionarnos por qué dios no aceptó las ofrendas de Caín además de condenarlo a vivir errantemente. Mientras el personaje cruza los pasajes del Antiguo Testamento va peleándose con dios porque cada vez entiende menos su razonamiento. Esta persectiva ateísta con pensamiento contemporáneo, humanizando a dios no sólo es entretenida de leer, sino que más de una vez nos quedamos pensando en que Caín tiene razón.

Este otro libro lo descubrí en una biblioteca por casualidad y creo que es de mis favoritos. Se trata de una fábula que al primer vistazo pareciera literatura infantil, hasta que comienzas a leer y te das cuenta que narra dos historias a la par, mientras se van captando los simbolismos dentro de la obra. El cuento de la isla desconocida (Debolsillo, 2022) es, creo, el relato más corto que he leído de Saramago. Critica la burocracia, la arbietrariedad y el poder. Además hace de nuevo la alusión del ser humano moderno en un escenario hipotéticamente antiguo.

Otro título donde habla de la sociedad moderna y de su formalismo inútil es en Las intermitencias de la muerte (Alfaguara, 2022) donde se cuestiona qué pasaría si la muerte se tomara un descanso y dejara de hacer su trabajo. La reflexión va sobre el miedo que tenemos de morir, sobre el proceso de deshumanización si la muerte no está presente y de cómo nuestras actividades, como el arte mismo, pierden sentido si no existe un final.

Digna de mencionar está La viuda (Alfaguara, 2021) que fue escrita en 1947, siendo esta la primera novela de Saramago. Sin embargo, por orden del editor, se publicó en Portugal con el nombre de Terra do pecado. Por el centenario del escritor, se publicó por primera vez en español respetando el título original. En esta novela podemos ver cómo Saramago empezaba a explorar esos mundos con realidades desviadas, diálogos con reflexiones profundas y todo el estilo que ya conocemos del autor.

Por último, quisiera hablar de un libro con una historia tan bien articulada entre lo fantástico, el autoconocimiento y la caída de la dictadura de António de Oliveira Salazar. Manual de pintura y caligrafía (Alfaguara, 2015) trata sobre la vida de un pintor que hace retratos mediocres y que sabe que su vida no será recordada por nadie. Su vida es aburrida y monótona hasta el punto en el que el hartazgo de la existencia llega a su límite donde H, el pintor, debe tomar una decisión. Básicamente usa el arte (tanto la pintura como la escritura) para poder encontrarse a sí mismo. El camino de la autoexploración combinado con el agotamiento que el fascismo de su contexto implica, hace que el cambio y el conocimiento propio sea revolucionario. Habla de la caída del cómo el arte nos hace entender nuestras debilidades como seres humanos y qué se puede hacer con ellas.

Como cualquier otro lector de Saramago entrenado, puede regresar a su lectura siempre que sea necesario. Es un espacio seguro de cuestionamientos que se siguen descubriendo al releer sus obras. Además que es muy común el descubrimiento de algún libro del que no hayamos escuchado antes. La producción de José Saramago es muy extensa. Sea que descubramos cuentos, poesía, ensayos o incluso novelas siempre se disfrutará el tono irónico con el que se cuestiona sin tener una respuesta, porque lo que nos ha transmitido es la necesidad de cuestionarnos la realidad y siempre preguntarnos «¿qué pasaría sí…?»

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