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Temer a nuestros abismos
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Pilar Quintana nos dice que la niñez no siempre está plagada del sentimiento de calma y felicidad que nos venden, es una época de miedos y pesadillas recurrentes acerca de estar solo, de perder aquello que más quieres, es una etapa de vulnerabilidad y de constante pena. No sorprende que esa reflexión venga desde el personaje de una niña, esas pesadillas de caminos escarchados y todos los peligros que están más allá de la comodidad de la habitación y las muñecas.

Claudia constantemente se siente sola, alejada de sus padres, observando una vida de la que parece que no es parte. Cuando crecemos se nos olvida la manera en la que pensábamos de niños, en ese constante sentimiento de que se nos excluía de temas importantes, de cosas que podrían estar definiendo nuestro camino. Pensamos que no estamos a la altura de las circunstancias y por eso la exclusión y al mismo tiempo saber demasiado para nuestro propio bien.

Esos abismos no son solo los de Claudia niña, sino también los de Claudia madre, que constantemente nos aclara que su vida ha sido una serie de decisiones tomadas por todos, excepto por ella misma. Que se le ha negado el privilegio de elegir ser aventurera, ser madre, ser estudiante, ser esposa, de elegir lo que le ha tocado ser. Esos abismos son más que acantilados en un paisaje, son opciones que se le han negado, Claudia niña se da cuenta de ello y le preocupa que su madre realmente esté contemplando esa opción.

Los abismos son también misterios y posibilidades, de secretos familiares, de accidentes enmascarados, de figuras perdidas y oscuros pasados. Todos tenemos secretos, todos tenemos miedo de que esos secretos salgan a la luz, nuestros abismos pueden ser infidelidades o miedos maternales.

Pilar también nos deja ver estos miedos a actividades que deberían ser “naturales para las mujeres”, a no querer ser madre o a no amar a los hijos. A no tener otras opciones, a estar en un abismo profundo y oscuro. Claudia madre se oculta esos abismos detrás de las páginas de las revistas que tanto lee, detrás de la copa de la que tanto bebe, detrás de la rinitis que clama tener.

Los abismos están presentes en el padre de Claudia niña, en su constante desatención de su familia, a los viejos roles de ser proveedor, a ser un padre ausente, a no querer prestar atención a los detalles hasta que los abismos son tan grandes que son difíciles de evadir.

La portada del Premio Alfaguara 2021, nos muestra una selva, los muertos de Claudia madre, aquello a lo que ella prefiere dar vida, sus plantas a las que no deja morir, de las que se preocupa porque es lo único en lo que realmente tiene control, en donde se refugia de los abismos de sus opciones.

Pilar nos deja con un extraño sabor de boca a través de Claudia niña y todo aquello que le ha tocado ver y experimentar sin ser realmente consciente de las consecuencias, ella también teme a sus propios abismos y a los de sus padres. Se libera cuando suelta su muñeca, pero no es suficiente regresar a la selva porque aquellos otros abismos los persiguen hasta Cali, hasta la misma cama de su madre.

No quiero dar la impresión de que este libro es una historia triste, no lo es. Es en cambio fragmentos de espejos en los que podemos encontrar nuestro reflejo, es de lo que se construyen las historias importantes, de la capacidad de ver algo de nosotros mismos en ellas, esos son los libros que trascienden de los estantes y los libreros, son los que nos ayudan a lidiar con nuestros miedos, con nuestros abismos.

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