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Sangre y tiempo
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Leer este libro deja, de verdad, la siguiente inquietud: ¿cómo limpiar una mancha de sangre en la ropa? En la siempre instructiva WikiHow —página conocida por la simplicidad con la que da respuesta a los problemas del mundo—, además de consejos como limpiarla como si fuera una mancha normal, o usar sal, peróxido de hidrógeno o amoniaco, se lee lo siguiente en la entrada sobre cómo deshacerse de este humor rojizo: “Las manchas de sangre en la ropa suelen surgir de forma inesperada y pueden frustrarte al tratar de eliminarlas.”

Y es que, como se lee a cada rato en La sangre desconocida (Alfaguara, 2022) de Vicente Alfonso, hay pocas cosas más difíciles de limpiar que la sangre, asunto no menor ya que podemos encontrar su rastro en casi todos los aspectos de la vida: el nacimiento y la muerte, los latidos y el hormigueo cuando no corre con facilidad por los músculos, en los apellidos o en los pasaportes donde, se supone, se indica de dónde provenimos.

Esa obsesión por la sangre es tan sólo uno de los hilos que le permiten a Vicente Alfonso urdir el tejido de las historias, el otro es el tiempo, tanto literario como histórico, que confluye junto a los glóbulos rojos en un mismo torrente narrativo. En concreto, tres épocas y lugares. Primero, Camel City, una ciudad de Estados Unidos a finales de los años 60 (conocida por ser el origen de los famosos cigarros), cuando el “verano del amor” se convertía en una cruda generacional. Luego, Culiacán, Sinaloa, en 1973, durante el periodo de represión política que hoy se conoce como “guerra sucia”, caracterizada por ejecuciones extrajudiciales, desapariciones forzadas y la persecución estatal contra las guerrillas y disidentes políticos del México rural. Finalmente, a mitad de la década de 2010, Chilpancingo, Guerrero, urbe convertida en zona de otra guerra igual de sucia, la librada contra el narcotráfico.

De manera respectiva, cada lugar tiene a sus personajes: el agente Lansky busca a la hija secuestrada de uno de los magnates cigarreros de su ciudad (los homicidios perpetrados por la Familia Manson estaban todavía muy frescos en la memoria estadounidense); el profesor Ayala trata de encaminar a una de sus alumnas, Rosario, por el camino de la concientización política sin que ella termine por irse con su novio a una de las organizaciones armadas asociadas a la legendaria Liga Comunista 23 de Septiembre; y Fabián, un periodista de finanzas con ganas escribir novelas de no ficción trata de encontrar acomodo en un Chilpancingo asolado por los cárteles en compañía de su mujer, Fernanda, quien le presenta a una de sus alumnas, Viury, chica gótica que de inmediato se convierte en objeto de deseo y posible adulterio.

Separadas entre sí por diversas razones, estas tres historias se unen por un viejo vestido rojo remendado con parches (cuya dueña es uno de los misterios por resolver del libro), símbolo y palimpsesto de una violencia irresuelta que atraviesa las fronteras nacionales entre países y ciudades, así como generaciones de jóvenes que han tenido que afrontar, cada una a su manera, al poder y, sobre todo, a la impunidad. Vicente Alfonso le plantea al lector, como en toda novela negra que se precie de serlo, un juego de enigmas que debe resolverse con el calendario siempre a la vista (los capítulos saltan de un narrador a otro y a horas y años exactos), y prestando atención a los detalles más mínimos para guiarse por las bifurcaciones de este delta de sangre y tiempo.

Ganadora de premio Élmer Mendoza, uno de los certámenes nacionales más jóvenes (la primera edición fue en 2019) y que de manera implícita está asociado a la narrativa policial o de literatura negra, La sangre desconocida se resiste, sin embargo, a encasillarse sólo en este género, pues también reivindica la historia oculta de las violencias en nuestro país durante los últimos 50 años. Y, por momentos, abre la puerta a terrores como los vampiros, reales, como los que tanto le gustaban a Julio Cortázar —tal como lo explica una de las personajes del libro—; o metafóricos, como los grandes intereses económicos y militares que han operado en esta región del mundo gracias a la sangre de los más vulnerables.

Sirva este espacio para resaltar la manera en que Vicente Alfonso abre las puertas de su taller para asomarnos a los procedimientos de escritura de este admirador de Gabriel García Márquez (quien asociaba el oficio de escribir con el de la carpintería), y heredero de un referente inmediato como Carlos Montemayor (autor de Guerra en el paraíso, novela fundamenta sobre la guerra sucia, basada en hechos reales). Al final del libro, en secciones que parecen sólo apéndices a la narrativa principal, Vicente Alfonso comparte la bibliografía teórica y literaria, así como las fuentes documentales que le sirvieron para hacer su propio tejido. En esta práctica, cada vez más común entre los escritores mexicanos y que aquí es el complemento ideal a la historia de “hechos de sangre”, Vicente Alfonso parece rematar su convicción de que toda historia es, tanto para el escritor como el lector, una investigación que, aunque parezca indagar en casos cerrados, siempre está por escribirse.

En este caso, la investigación puede ser tan simple como de encontrar consejos efectivos para limpiar la sangre inesperada, para jugar un poco con el título de esta novela (que a su vez es préstamo de un poema de Octavio Paz llamado “Raíz del hombre”). O puede ser el hilo suelto que nos ayude a rastrear aquellos flujos temporales y sanguíneos que nos unen con gente de otras épocas y orígenes, con migrantes, guerrilleras, policías, profesores y súcubos que forman parte —y esta es la verdadera sangre que nunca se limpia— de nuestra propia historia.

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