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Rocolas, fotografías y poesía frente a las No-cosas de Byung-Chul Han
María Eugenia García Fernández comment Un comentario

Para mi primer lustro mi madre me regaló una caja de recuerdos de madera. Qué concepto tan peculiar: un repositorio de la memoria infantil. Con pintura morada fui puliendo sus bordes para rematar pintando flores con un chirriante tono rosa mexicano, mi nombre en el frente y una muñeca, también de madera, sobrepuesta. La estampa de mi propia identidad fundiéndose en un objeto que me pertenecía. Hace poco encontré ese tesoro morado empolvado por el tiempo: tarjetas con dibujos de amigas olvidadas, recortes de caricaturas noventeras e incluso un visor con una divertida fotografía en miniatura de mi familia en el circo. Esos objetos y más en una caja que cual botella de perfume contenía mi esencia.

            Byung-Chul Han analiza estos pequeños fragmentos del recuerdo y la amenazada existencia vital de los objetos por la posmodernidad en su obra más reciente No-cosas (2021, Taurus). Estos ensayos, que conforman un cuerpo conjunto, hablan sobre cómo el orden terrenal se ha sustituido por el orden digital, pasando a la informatización de las cosas. Así nos introduce a un panorama que supone un tsunami de datos; además, de la conceptualización de los smartphones como infómatas con una doble función de actores que procesan y pueden ser considerados prisiones inteligentes que se vinculan con el control y el poder. Todo a través de enunciados breves, que con un aire aforístico, condensan el pensamiento de Han: desde sus raíces orientales a sus ramas occidentales que dan una imagen completa del árbol de la realidad en nuestros días, con todas las implicaciones fenomenológicas que esto implica.

El pensador Byung-Chul Han siempre va más allá y en su repertorio de pensamiento contemporáneo nos habla del traspaso del valor de la posesión a la adicción por las experiencias; de la magia del teléfono alámbrico a la vigilancia socialmente aceptada que supone el móvil; de la vida a través de imágenes que conforman una hiperrealidad interconectada, pero solitaria a la vez; del cambio sin alma que supone el traslado de una fotografía en papel a la futilidad y el narcisismo que suponen las selfis; así como de la falta de conceptualización y conocimiento que posee la inteligencia artificial, la cual Han socarronamente condensa en una frase “Es demasiado inteligente para ser un idiota”.

¿Qué pasa con los libros-objetos y los libros electrónicos? Han también aborda la diferencia problemática entre estos. Destacando que el libro tiene destino mientras es una cosa y que al perder su materialidad se vuelve únicamente información. Haciendo eco al clásico de la ciencia ficción Fahrenheit 451 (2019, DeBolsillo) de Ray Bradbury en la desaparición progresiva de obras físicas, Han destaca que en el libro electrónico se desdibuja la edad, el lugar, el productor y el propietario. La noción de ejemplar involucra por fuerza una relación física con el lector para dar un rostro y una fisonomía, además de la finalidad de crear vínculos afectivos con lo leído. También, retoma la pérdida progresiva de la poesía, que al dar más peso al significante que al significado requiere de un lector sin prisas, sin necesidad de explicaciones adicionales.

El filósofo surcoreano realiza en No-cosas un recorrido histórico de puesta en escena y reconfiguración desde los inicios de la industrialización, el hervor del capitalismo en el siglo XX, hasta la observación de las cosas por parte de los estudios culturales como signo de su progresiva desaparición en la actualidad. Byung-Chul Han entabla un diálogo efervescente con autores como Arendt, Hegel, Nietzsche, Fromm, Benjamin, Barthes, Heidegger, Musil, Sartre, Rilke, Kafka, Freud, Handke, por mencionar algunos.

Desde las implicaciones filosóficas y ontológicas, hasta las disertaciones literarias, en Han todos tienen cabida para hablar del despegue progresivo de nuestras anclas de la realidad física y nuestro movimiento a la era digital. No sin incluir un aire de nostalgia por confirmar predicciones o por ver rebasadas teorías de la modernidad que ya no sirven para explicar como la eficacia ha sustituido a la verdad y la forma en la que la vida se asemeja a un juego (o mejor dicho, un videojuego) en nuevos tipos de seres humanos: phono sapiens u homo ludens. Acuñando así una terminología diáfana, la cual permite que cualquier lector se sienta identificado con lo expuesto.

¿Con qué narrativa mantiene relaciones de intertextualidad No-cosas?  Byung-Chul Han alude directamente a una de las máximas obras de la literatura infantil y juvenil: El principito (2020, Salamandra) de Antoine de Saint-Exupéry. Tomando como referencia al protagonista con su rosa y su amigo el zorro destaca las cosas queridas, enuncia la importancia de crear lazos mediante la escucha activa y refuerza la necesidad de encontrar valor en la otredad. Tal vez, es esta obra y no otra porque aún en la infancia puede quedar algún vestigio de las preguntas que revolotean en las líneas de Han “¿Quién se siente en la actualidad mirado o interpelado por las cosas? ¿Quién percibe un rostro en las cosas? ¿Quién sospecha que las cosas tienen vida propia?”.

En segunda instancia, sin una mención directa en No-cosas, en Han se puede encontrar desde el ensayo filosófico la magia y viveza que los objetos producen en la extraña obra que articuló décadas antes Felisberto Hernández en su Narrativa reunida (2019, Alfaguara). En cuentos como “El balcón” o “Historia de un cigarrillo” Hernández propone una transmigración de características de personas a objetos y viceversa, no como mera personificación o prosopopeya, sino como un verdadero intercambio de características del objeto a lo humano en un mundo fantástico propio. Además, parecen estar dotados de pensamientos e incluso de la dignidad propia de lo animado, lo cual está estrechamente relacionado con los humanos: las cosas (como en Han) pueden degradarse o enaltecerse por el contacto con otros seres que tienen un vínculo con su condición; lo cual otorga un espacio de reflexión profunda sobre las relaciones físicas en conjunto con un discurso sobre el ser objetual.

Finalmente, otra lectura que puede vincularse a No-cosas es Kentukis (2018, Literatura Random House) de Samanta Schweblin. Tanto en el enfoque literario como desde la mirada sociológica, la exposición de la intimidad puede ser entendida en el marco de la posmodernidad y la pérdida de valor tanto de los objetos como de las personas: el voyerismo es una práctica que parece indispensable para exhibir la propia realidad y entablar relaciones con los otros. Este tema es abordado en la novela de Schweblin a partir de episodios independientes, pero intrínsecamente relacionados, que giran en torno a una creación tecnológica: los kentukis, muñecos de felpa que tienen una cámara incluida. Los personajes de esta sociedad pueden elegir ser kentukis para observar a los dueños de uno o tener un kentuki propio. La pregunta al lector siempre es tangible ¿qué preferirías: ver o ser visto?

En No-cosas el autor reafirma una interesante tesis sobre la interconectividad cultural posmoderna; que se asocia con la transparencia (que difiere de la opacidad de las cosas) por su capacidad de dejar pasar no sólo la luz, sino todo y por lo tanto de exhibir a cada momento a los individuos. Para Han, incluso la cultura se asienta en una visión pornográfica: en el sentido de lo expuesto directamente al ojo, sin filtro, y que finalmente es carente de un significado profundo. ¿Aún se pueden rescatar las cosas de las no-cosas? Byung-Chul Han deja el diálogo abierto y hace pensar al lector sobre sus propios objetos estimados, desde su propia experiencia con una vieja rocola: aquella fotografía familiar, aquel reloj del abuelo, esas sillas escolares desvencijadas o aquella caja de recuerdos morada en el fondo de la habitación como cosas que emprenden una última batalla contra el tiempo y el olvido digitales.

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  1. Muy interesante panorama de esa obra es el que se nos presenta. Siempre me gusta saber de obras que ven aspectos modernos para leer y no poder dormir en la noche, por lo interesante que se lee y por el terror inherente producto de la ominosa modernidad 🙂