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Rechazo y empatía. Del Paraíso perdido a Extrañas: el acercamiento a la monstruosidad
Carlos Priego Vargas comment 0 Comentarios

Al margen de la fama imperecedera que le transfieren obras anteriores (Escuadrón Guillotina, Un dulce olor a muerte, El búfalo de la noche, Retorno 201, El salvaje o Salvar el fuego), Extrañas (Alfaguara, 2023), de Guillermo Arriaga, es una obra notable. Una novela sui géneris, si podemos usar el término novela para referirnos a ella. La obra en cuestión canibaliza, acertadamente, elementos góticos, fabulescos, alegóricos y filosóficos para desgranar su trama, es una de las más calculadas e intencionadas fantasías del escritor mexicano y, en cierta parte, una especie de heredera de tradiciones comandadas por: El paraíso perdido, de John Milton; y Frankenstein, de Mary Shelley. La obra guía al lector por la geografía personal de William Burton, un joven noble destinado a heredar el patrimonio familiar que por distintas circunstancias decide ir en contra del futuro que le tienen previsto y resuelve dedicarse a otra cosa, a la medicina, lo cual provoca la furia de sus padres. Extrañas se nutre de grotescas y, por momentos, levemente absurdas y salvajemente creativas imágenes que emergen directamente del inconsciente: el Edén bien regado y fructífero (“una fortuna descomunal, ni siquiera un ejército de tenedores de libros podría calcular el monto ni tampoco topógrafos delimitar la extensión de las propiedades”); el padre todopoderoso pomposo irascible, egoísta y desagradable (“en la mesa nadie podía hablar sin contar con su aval, él otorgaba la palabra y quien la rompiera la regla era corregido con severidad”); el destino que es bello y, no obstante, en el imaginario del protagonista produce horror (“me veía obligado a preservar esos códigos impuestos de generación en generación, decepcionar a mi padre significaba decepcionar la silenciosa mirada de mis antepasados”).

Vital en Extrañas (igual de vital que en otras novelas radicalmente similares pero escritas en el siglo XVIII) es el golpe de iluminación que parece servir de estímulo, literalmente, al protagonista para desatar el conflicto en la novela (“distinguí a lo lejos una silueta blanquecina, agudicé la mirada, era un cuerpo tirado en el frío lodo, pensé en un becerrillo recién nacido, pero la textura de la piel y el contorno no correspondían […] di un paso más hacia la figura, era un ser humano o al menos parecía uno, se hallaba desnudo, encadenado al poste”). Y, según la explicación preliminar de Guillermo Arriaga sobre el origen de su historia romántica, la propia imagen del aristócrata aspirante a médico y de sus preocupaciones por los demás surgió de una visión de extraordinaria intensidad: 

“llevo mucho tiempo en contacto con personas con capacidades diferentes, eso me abrió las puertas para tratar de entender su mundo, cómo ellos hacen un esfuerzo por quitarse el estigma y el aura de su diferencia con un ánimo hasta cariñoso para ser aceptados por la sociedad […] un compañero director me contó que fue a las comunidades de Oaxaca y encontró a un muchacho con parálisis cerebral amarrado junto a los guajolotes, a otro, entre los cerdos, este tipo de situaciones son las que me llevaron a reflexionar sobre eso”. 

Alucinante y súper realista en su plano más profundo, Extrañas es, por supuesto, una de las novelas más conscientemente literarias que ha escrito Guillermo Arriaga: su forma narrativa es el gótico, sus líricas descripciones de escenarios naturales (“avanzamos entre la sepulturas, en las lápidas venían labrados con cincel, en letras góticas, los nombres y las fechas de nacimiento y de muerte de quienes se hallaban ahí enterrados, arribamos a un solar delimitado por una barda, mi padre abrió una pesada reja de hierro, «aquí reposan quienes han gobernado nuestra dinastía, sólo ellos y nadie más», dijo y apuntó hacia una losa carcomida, «acércate», ordenó, «esta es la tumba de quién empezó nuestra estirpe» en la piedra se distinguen apenas la B, la R y la T de nuestro apellido, «Burton» y una fecha, 971”) surgen de fuentes románticas, sus discursos y monólogos resuenan tanto a Shelley como a Shakespeare, tanto a Goethe como a Milton y, aunque la pretensión didáctica del autor no sea suficientemente clara, William Burton, el aprendiz de médico, se educa así mismo con la ayuda de otros, los maestros que lo visitan en su casa.

El afán del protagonista por encontrar los instrumentos que puedan consumar su destino, la rebeldía temeraria de un Fausto contra los límites humanos —su disposición para cambiar su alma/destino por el conocimiento— y la búsqueda fatal de respuestas a los misterios de la vida; son los dramas arquetípicos con los que Extrañas guarda un parentesco evidente. Pero a medida que se lee, a medida que el protagonista y el desprecio de su destino, ahora sombra de sí mismo, se entregan a los numerosos diálogos y cuestionamientos de la obra uno tras otro (¿nacen así o algo en su crecimiento los tuerce hacía la deformidad? ¿algún bicho en la sangre e la madre los inducirá hacia esas rarezas? ¿habrá alguna variante correlativa entre la duración del parto y la mengua subseqüente del bebe? ¿las alteraciones surgen de la misma causa o cada una responde a problemas distintos?), se empieza a tener la sensación de que el autor, de 64 años, está acercándose a esos elementos arquetípicos por primera vez. El protagonista es una parodia (o una extensión) de Adán y Eva, William Burton es el hombre para el cual la tierra estaba dada, pero al mismo tiempo por sí mismo es totalmente incapaz de controlar el ansia de saber y decide probar el fruto del conocimiento y es desterrado. Sin embargo, sorprendentemente, Guillermo Arriaga no descubre el gran poder de su narrativa a través de dar voz al deforme —como se resuelve en Frankenstein, de Mary Shelley— sino a través de las preguntas que se formula el joven Burton, con el que pronto se identificarán la mayoría de los lectores (“¿tendrán pensamientos racionales, pero son incapaces de expresarlos? ¿podrán, con la debida estimulación, superar su dialecto de simios y ser capaces de elaborar un lenguaje comprensible?”). Sin duda uno de los secretos de Extrañas, que ayudará a explicar su duradero encanto, es el incondicional y profundamente humano interés de William Burton por los otros. Poco a poco, a medida que avanza el extraordinario argumento de la novela, la inclinación por los otros se vuelve cada vez más grande, y su protagonista, expulsado y en una posición de constante rechazo, se vuelve cada vez más humano.

La doble importancia de Extrañas, como mito cultural y como obra de ficción en prosa —como metáfora de la colisión entre dos fuerzas: el poder de lo antiguo (el padre y la herencia familiar) y de lo contemporáneo (el avance de la ciencia)— la convierten en una obra que intenta construir, con algunos hilos que puedan tejerse, otros mundos. Pero leer Extrañas como si fuera una novela histórica, o simplemente como si fuera una novela, es un error. No tiene personajes, sino puntos de vista: sus preocupaciones no son estéticas sino morales. La novela de Guillermo Arriaga es una parábola de nuestra época, un diagnóstico notablemente perspicaz de la naturaleza letal de la negación del otro diferente.

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