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Prehistoria de la literatura Vila-Mátil
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Uno nunca deja de ser un intruso de Enrique Vila-Matas. Él mismo, en el prólogo extenso que antecede a esta reunión de sus primeros cincos libros afirma, con gran consternación, que uno de sus gustos primigenios al escribir es el de asesinar a los intrusos, a aquellos hombres futuribles en los que piensa un escritor y que suelen ser su imagen del público que habrá de rondar por sus libros.

La inquietud, por eso, es la constancia de los cinco libros de En un lugar solitario. Narrativa 1973–1984 (2011). Las cinco obras  —En un lugar solitario (1973), La asesina ilustrada (1977), Al sur de los párpados (1980), Nunca voy al cine (1982) e Impostura (1984) — vienen a cuento especialmente ahora que Vila-Matas se aproxima a sus 70 años y él mismo se ha convertido en un intruso de sí mismo, pues estos libros son tan inhóspitos para el lector como para quien los escribió.

Ahora bien, para leer este libro el orden cronológico no sólo es engañoso sino que pasa por alto algo que el propio Vila-Matas revisa: la vida en la literatura, ese lugar solitario, no sigue una línea recta y, por lo tanto, quien busque un “progreso” de novela en novela encontrará desvaríos, vueltas en u y cumbres tempranas.

Por ejemplo, En un lugar solitario es un libro cuyo afán de experimentación y vanguardia es desmedido: medio centenar de páginas que conforman una novela narrada en segunda persona y que cuenta con un solo punto final, el que da por terminada la obra. Igual que Al sur de los párpados e Impostura, dos novelas de autorreflexión antes que de formación, donde el narrador se debate entre la no-escritura —un placer y un gusto de pocos— y echar adelante una narración durante decenas de páginas.

A cambio, tenemos una pieza delicada de orfebrería metanarrativa que ya está a la altura de los libros más “maduros” de Vila-Matas: La asesina ilustrada, relato de una novela capaz de matar a quien la lee. El misterio, que no lo es tanto si se pone atención a las señales, está articulado por prólogos, notas al pie y cartas y no tanto por fragmentos narrativos de personajes como el cursi escritor Vidal Escabia, el memorista consagrado Juan Herrera y su esposa, Elena Villena, autora de la novela mortífera. Las ilustraciones en tinta y el aura hiperliterario del libro crean un pequeño rompecabezas, clínico y elegante como si “La continuidad de los parques” de Julio Cortázar se convirtiera de repente en una novela.

Nunca voy al cine, su primer libro de cuentos, es otro de los momentos más altos del Vila-Matas temprano, donde el escritor se demuestra como un ágil constructor de personajes y de conflictos que se resuelven rápida y enigmáticamente. Hay ciencia ficción sobre un mundo en el que África es un recuerdo (“En la luna de Astarté”), guionistas frustrados de Hollywood (“Abandono”), un desertor del ejército que quiere hacerse pasar por loco (“Todos conocemos Hong-Kong”), una partida a muerte entre un violador y el Demonio (“Hacia la frontera”), o un tenor incapaz de dar la última nota de un aria que empieza a perder la cordura (“Las palabras de Pandora”).

Sin embargo, la atracción principal del volumen es su prólogo: «No hay que hacer nada nuevo», donde el propio autor regresa sobre sus pasos treinta años después (fue escrito en 2011) y sobre sus libros pre-Historia abreviada de la literatura portátil (1985), obra con la que Vila-Matas comenzó a encontrar forasteros en ese hogar que era su escritura, hasta entonces un lugar solitario.

Este prólogo es el texto que más hará sentirse en casa a los intrusos de los lectores de Vila-Matas. Antes que sosegar al joven escritor que fue, el catalán da una serie de vericuetos por citas y lecturas que no acaban por responder, después de tantos años, por qué uno se decide a convertirse en escritor. Lo más cercano a una respuesta es que la propia ignorancia de la literatura lo predispone a uno a lanzarse a esa aventura antes que el dominio pleno de una biblioteca.

Más que una revalorización o puesta en marcha de sus antiguos libros, «No hay que hacer nada nuevo» es el mejor relato de En un lugar solitario y la pieza por la que seguro seguirán siendo objeto de visita estos cinco libros, singularidades dentro de esa gran singularidad que es la obra del gran Vila-Matas.

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