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Ten cuidado con lo que deseas
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A Pamela Noreña

Rememoremos.
No era la primera vez que escuchaba algo sobre aquel libro, pero sí era la primera que leía una reseña al respecto con la buena intención de ser publicada. Si digo que sólo tenía la buena intención fue porque la destrozamos en el taller. La verdad no recuerdo el texto con exactitud, simplemente que era más parecido al de una –también fallida– cuarta de forros, y que no se alcanzaba a sostener por ningún lado. Recuerdo que entonces discutimos, todos, sobre lo que debería ofrecer una reseña –en teoría– y lo que tu texto era –en comparación.

Estabas molesta y prometiste arreglarla.
Ya no supe si lo hiciste.

Pero rememoremos.
Muchos días después de aquél, organizaste la fiesta de fin de año del taller. Cocinaste (aún recuerdo el sabor de la pasta), compraste trago, botanas… no escatimaste un solo peso –y eso que pagabas una lanota por tu hermoso departamento– para que quienes habíamos destrozado tu texto se la pasaran bien (así fue, dalo por hecho). Me enseñaste los rincones de aquel lugar –que me ofreciste sin más, para el día que quisiera– y fue que vi tu librero. Me sorprendió su sinceridad: en él había libros todavía con plástico y otros que no habías tocado, me dijiste, pese a estar usados.
Me enseñaste tus favoritos, o los que pensé te gustaban más.
Y entre ellos estaba Nana, del buen Chuck Palahniuk.
Te lo robé porque recordaba que lo habías reseñado.

Pensaba devolvértelo.
Un periodista quiere contar la historia de una mujer, una bruja, que posee conjuros diversos, entre ellos aquél que el periodista hace suyo: matar a quien quiera con sólo pensar las estrofas de una –maldita– canción de cuna. Pero en vez de contárselo así, Pam, le dije a mi amiga que “estaba bueno” cuando me lo pidió prestado y me preguntó de qué se trataba. No quería prejuiciarla ni decirle que en algún momento el libro se caía, que se salía del control de Palahniuk como si fuera el poder inmenso de aquella mujer que él mismo creó. Que de pronto los elementos inverosímiles hacían mella en aquellos que les dieron verosimilitud y que simplemente se va al carajo, como el pajarito muerto de la portada. Sólo le dije que estaba bueno, que lo leyera, y se lo presté.
Hasta hoy no me lo ha devuelto.

Pero rememoremos.
El día que llevaba el libro al taller para regresártelo me enteré. Estabas en tu trabajo, me contaron, y de súbito caíste al suelo. El diagnóstico fue un derrame cerebral fulminante. Las últimas noticias sobre ti han sido las mismas desde hace meses: no despiertas.
Una de las enseñanzas de Nana podría ser, si acaso tiene alguna: ten cuidado con lo que deseas.

Yo, Pam, deseo volver a verte en pie.

 

Samuel Segura

Reseña dellibro ☞  Nana /Chuck Palahniuk,  DEBOLS!LLO, 2009


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