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Músicos y escritores
Redacción Langosta comment 0 Comentarios

Uno puede imaginar una noche de viernes perfecta. En soledad absoluta. Con la compañía esencial: discos y libros. Cigarrillos, alcohol. Muy hip, pero qué se le va a hacer. De preferencia la embriaguez debe decantarse más hacia la nostalgia desinhibida de un whisky que hacia el carácter combativo, no sé, digamos, de un tequila o un mezcal. Teléfono apagado. Muy escondido.

En ese punto uno ya se decidió a pagar para que los molestos anuncios de Spotify dejen de aparecer. La playlist puede iniciar con esa vieja joya olvidada llamada Masters of the Universe. (¡Ya tiene más de veinte años!). Ah, Little Girl (with Blue Eyes): “Pequeña (de ojos azules), tienes un agujero en el corazón y otro entre las piernas. Nunca has tenido que preguntarte cuál de los dos va a llenar él, más allá de lo que diga. Nunca te escaparás, eh…”

Un salto gigantesco hacia atrás y aparece un gran lugar común. Y qué lugar común: Horses, de 1975. El debut de Patti Smith. Hubo un tiempo en el que solía reproducir únicamente el denominado “lado b” del álbum. ¿Sacrilegio? Algo me pasa con el famoso cover de “Gloria”. Me hice a la idea de que era una forma de empezar con el pie izquierdo algo que después afortunadamente se convertiría en un gran viaje. Así que mejor nos lo saltamos. Kimberly, Break it Up. Piel de gallina con whisky en ascenso. “I can feel it breaking, I can feel it breaking, I can feel, I can feel, I can feel, I can feel…”

Un poco más tarde, cuando el whisky ya comienza a exigir agua mineral, se hace presente la orden grave y contundente del poeta canadiense: “Give me back my broken night”. Es The Future, un álbum de principios de los noventa con un Leonard Cohen en plena forma. Sí, empoderamiento y perdición: “take the only tree that’s left and stuff it up the hole in your culture…” Así, así, así. Claro, enseguida Cohen precisará que el amor es el único motor de la supervivencia. Nada. Concesiones poéticas.

De tal forma se dispone la invitación para quedarse en casa un viernes. Bajar la velocidad, tomar un respiro y comenzar a husmear en los tres libros excepcionales que reseñamos esta semana, firmados por tres referentes indispensables de la música contemporánea: Leonard Cohen, Patti Smith y Jarvis Cocker. Tres voceros, a su  manera, de grandes minorías.

Desde luego, no se trata de crear puentes artificiales, pero debe decirse que los tres son grandes ejemplos de cómo la voluntad de documentar la experiencia vital, de contar una historia, puede encontrar su curso de manera portentosa en la música. Y en la escritura: la opresión de los poemas de Cohen, la fina melancolía de una memoir como la de Smith y las letras salvajemente honestas de Cocker (quien insiste en aclarar que no se trata de poesía). Deleite triple.

Así, el placer de la escucha se enriquece mientras descubrimos cómo se imbrican los caminos de la creación literaria, la creación musical y la existencia desbordada, intensa. En Madre, hermano, amante, Jarvis Cocker cita al propio Leonard Cohen y suscribe su visión: “El arte es la ceniza que queda en tu vida cuando esta arde bien”. Y vaya que estas vidas han ardido.

Ahora sírvanse una copa. Ajusten el volumen. Abran los ojos y abran los oídos.

(Por cierto, no olviden revisar también la excepcional biografía de Leonard Cohen escrita por Sylvie Simmons, publicada en Lumen. Sí, entre muchas otras cosas, ahí se cuenta la terrible historia del buen Leonard perdiendo su dinero a expensas de la representante. Caray, viene todo el drama).

 

Enrique Calderón

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