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Motivos para leer La noche de los alfileres de Santiago Roncagliolo
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En la mente de cada uno de nosotros viven recuerdos de los amigos que tuvimos cuando empezó a dolernos que los casi siempre hostiles adultos nos llamaran niños. Cercanos o lejanos en el tiempo, y los hayamos conservado o no, tarde o temprano sabremos a ciencia cierta que jamás volveremos a tener amigos como esos: llenos hasta los bordes de ardor guerrero, incertidumbre y hormonas; ávidos, inconscientes, incapaces de prever consecuencias, ya no digamos a largo plazo, sino a cinco minutos de distancia, en un futuro inmediato e inminente. Para bien y para mal, junto con ellos escribimos capítulos intensos de nuestras vidas, que fueron decisivos en la formación del carácter de las personas que hoy somos.

Beto, Moco, Carlos y Manu, protagonistas de esta novela, son así. La lista de sus desgracias, desatinos y traumas es larga, y visto a distancia el estrambótico grupo que van conformando sin proponérselo, resultaría muy difícil imaginar qué los mantiene unidos, además de su odio ferviente contra una estirada y brujeril profesora que los ha humillado a todos por igual: la señorita Pringlin. Sumados los antecedentes personales de los cuatro, que para la maestra en cuestión son casi fichas criminales, se obtiene un monstruo de Frankenstein: acné en grado superlativo, venta de pornografía dura, homosexualidad reprimida, padre alcohólico, calificaciones en el fondo de la ignominia, padre golpeador, historial de expulsión de todo colegio, madre ausente, puños impacientes… En verdad, habría que tenerles miedo, como pronto descubre la arrogante Pringlin, no porque en efecto sean degenerados o criminales en potencia, sino porque sus historias personales se han entrecruzado y los cuatro juntos forman una fuerza que podría ser letal.

Pero los cuatro conservarán su amistad hasta la edad adulta, cuando, como suele ocurrir, convertidos ya todos en ciudadanos productivos, recuerden esos días extraños en que la violencia se desbordó, impulsada por un ciego afán de venganza y la Pringlin estuvo a su merced. Cada uno tiene su versión de los hechos y, como también suele ocurrir, de una versión a otra a veces no concuerdan no sólo detalles sino episodios fundamentales. Ante la gravedad de lo ocurrido y los consecuentes cargos de conciencia, las preguntas fundamentales son: ¿qué ocurrió verdaderamente?, ¿cómo comenzó la desgracia?, ¿de quién fue la culpa?

La noche de los alfileres es una de esas novelas cuya lectura es tan absorbente que nos resistiremos a suspenderla hasta terminar. Y que andando el tiempo releeremos porque, oh paradoja, les hemos tomado afecto a sus personajes.

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