Uno de mis fragmentos favoritos de Mantra, de Rodrigo Fresán, dice que “De todos los muchos peligros de México, pienso, uno de los más peligrosos es que México puede hacer realidad tus deseos. México te escucha y te entiende. No importa el idioma”. Lo siento como algo cercano porque hablar del espacio en la ficción no es sólo hablar de escenario, sino de los significados que les arrojamos. De todas las novelas en donde el espacio es el eje, pienso siempre en dos: La serpiente emplumada, de D.H. Lawrence, y Bajo el volcán, de Malcolm Lowry.
- D.H. Lawrence y la tierra de las serpientes
La obra mexicana de D.H. Lawrence abarca la novela La serpiente emplumada, las crónicas de Mañanas en México y un par de cuentos. La que me parece más interesante como tema es la novela, considerada como una novela menor en las obras del inglés. No tuvo el impacto de Lady Chatterley’s Lover, ni la polémica de Sons and Lovers, pero atiende a las preocupaciones del autor que se pueden apreciar en una búsqueda espiritual y física a la que Lawrence pretendía llegar en América, la tierra que reemplazaría a la vieja Europa.
Es importante anotar que los personajes que se desenvuelven en el México de Lawrence no son mexicanos, y los que comparten la nacionalidad, tampoco son representantes de “lo mexicano”. La mayoría de los personajes principales en La serpiente emplumada son aristócratas o extranjeros, y su visión es la de cambiar al país, gracias a un regreso a algo que sí es “mexicano”: la pureza antes de la conquista.
D.H. Lawrence llega a América en busca de una sociedad perfecta y utópica. Busca fundarla en Estados Unidos, después de una decepción, decide venir a México con un grupo de personas. Su primer día en México los anfitriones llevan a Lawrence y compañía a una corrida de toros. Lawrence, indignado, se va. La serpiente emplumada seguramente nació en ese momento, pues una escena parecida es la que nos da la bienvenida a la novela.

La serpiente emplumada gira en torno a Kate, una viuda irlandesa que llega a México. Al igual que Lawrence, su primera experiencia en el país es frustrada por la corrida de toros, algo que Kate considera sucio, sangriento y un delito (sentimiento que se repite a lo largo de la novela). Kate se ve inmersa en un mundo que le da miedo y al mismo tiempo le atrae. Cuando se le da la oportunidad de regresar a Europa, ella decide quedarse ante la sorpresa del lector e incluso de los mismos personajes. La ambivalencia de sentimientos que tiene México hacia sus visitantes se ve expuesto. Después de una travesía en el lago (que recuerda a La divina comedia), Kate llega a un lugar donde el rito prehispánico es fuerte. Toda esa gente que adora a la muerte, que lleva dibujos de esqueletos y cráneos, representaban para ella una completa desorientación de lo que ella misma creía. Luego descubre una secta, a la que pertenecen conocidos suyos, que pretende regresar a la religión azteca y que ve en Kate un “avatar” para una de las diosas.
¿Qué es lo que define la obra de D.H. Lawrence en México? Como a la mayoría de los escritores, incluso de los mismos habitantes del país, parece que la respuesta es ambigua. Al encontrar fascinante un pasado idealizado y repudiar una realidad social de pobreza, injusticia y corrupción, es normal que estos sentimientos y pensamientos acerca del país se vean reflejados en sus visitantes como una sensación de claroscuro que se apodera de todo. Al leer a Lawrence y sus opiniones de México, realmente es difícil imaginar que él haya disfrutado su viaje.
Lawrence desconoció el México que vivió, pero las descripciones del ambiente fueron ciertas. Lejos del afán de mesías que traía Lawrence y de la ficción acerca de los dioses prehispánicos, la representación de México fue tal que a mediados de los cincuenta Octavio Paz dijo que ningún mexicano había narrado México de la forma en la que Lawrence y Lowry lo hicieron. Y, hablando de…
- Lowry y el idilio de los volcanes
Malcolm Lowry fue un escritor inglés que llegó a México en la década de 1930, ya con una novela publicada, Ultramarine (1939). Lowry conocía la obra de los escritores que estuvieron en México, particularmente la de D.H. Lawrence y La serpiente emplumada, así que decidió refugiarse para alejarse del pasado, reencontrar su amor y tener tiempo para escribir en un lugar que, encima, era barato. Se dice que Lowry llegó a Acapulco el 2 de noviembre y ahí se enamoró de las bebidas alcohólicas mexicanas, particularmente del mezcal tan presente en su obra. Después visitó Oaxaca y la Ciudad de México, pero se estableció en Cuernavaca, un lugar que serviría de bosquejo de la geografía de la ficticia Quauhnahuac, lugar donde se desarrolla Bajo el volcán.

Considerada una de las novelas totales inglesas del siglo XX, Bajo el volcán fue escrita en los años de Lowry en México. En el libro se relata la historia de un Cónsul inglés, borracho, que rememora su matrimonio fallido, envuelto en una geografía que es al mismo tiempo paraíso, purgatorio e infierno: México. Es imposible no ver los trazos autobiográficos del autor en su protagonista, sobre todo porque es el mismo Lowry quien mejor desentrañó su novela. En sus cartas, por ejemplo, dice que México (en específico Cuernavaca) era el lugar ideal para hablar de una historia de amor, custodiada por los trágicos volcanes (el Popocatépetl y el Iztaccíhuatl, “esa imagen del matrimonio perfecto”) que, cuenta la leyenda, representan la vida y la muerte de dos amantes no consumados.
Los volcanes no excluyen otro tipo de ambientación ni simbolismo. La novela transcurre un 2 de noviembre, el Día de Muertos que persigue como una profecía a su protagonista, visita cantinas donde se emborracha con mezcal, recorre iglesias, cementerios y jardines que le sirven como recordatorio del paraíso perdido (¿Le gusta este jardín que es suyo? ¡Evite que sus hijos lo destruyan!). Sin embargo, el ambiente mexicano no es sólo trágico ni dice que México es inherentemente malo, como lo deja ver D.H. Lawrence. El mal, para Lowry, no es el espacio sino uno mismo.

Pero nada de esta representación importa. La única muestra de que Lowry escribió una de las mejores novelas del siglo XX, y una de las más relevantes para México, está en los primeros párrafos de Bajo el volcán:
Dos cadenas montañosas atraviesan la República, aproximadamente de norte a sur, formando entre sí valles y planicies. Ante uno de estos valles, dominado por dos volcanes, se extiende a dos mil metros sobre el nivel del mar, la ciudad de Quauhnáhuac. Queda situada bastante al sur del Trópico de Cáncer; para ser exactos, en el paralelo diecinueve, casi a la misma latitud en que se encuentran, al oeste, en el Pacífico, las islas de Revillagigedo o, mucho más hacia el oeste, el extremo más meridional de Hawai y, hacia el este, el puerto de Tzucox en el litoral Atlántico de Yucatán, cerca de la frontera de Honduras Británica o, mucho más hacia el este, en la India, la ciudad de Yuggernaut, en la Bahía de Bengala.
Los muros de la ciudad, construida en una colina, son altos; las calles y veredas, tortuosas y accidentadas; los caminos, sinuosos. Una carretera amplia y hermosa, de estilo norteamericano, entra por el norte y se pierde en estrechas callejuelas para convertirse, al salir, en un sendero de cabras. Quauhnáhuac tiene dieciocho iglesias y cincuenta y siete cantinas. También se enorgullece de su campo de golf, de multitud de espléndidos hoteles y de no menos de cuatrocientas albercas, públicas y particulares, colmadas por la lluvia que incesantemente se precipita de las montañas.
En una novela donde lo importante radica en las emociones internas y en las luchas personales, ¿qué más podemos pedir que este zoom que ve México desde arriba y poco a poco se enfoca en cada aspecto de la ciudad de la eterna primavera?
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Foto de portada: Twitter @webcamsdemexico
Malcolm Lowry © Wikicommons
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