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Los libros que intenté leer en la playa
Joaquín Guillén comment 0 Comentarios

Sufro de dos males: mi sangre jarocha, que me reclama no vivir cerca del mar, y haber crecido en el Estado de México, que me reclama no vivir cerca del mar. Tener sangre jarocha me trae nostalgia por el mar; una nostalgia, encima, ficticia, pues no crecí a la orilla del mar, sino a la orilla del río de los Remedios (un canal de agua sucia). Por otro lado, haber crecido lejos del mar y con la ansiedad de sentir el aire me ha hecho un clásico chilango que si sale de vacaciones y no ve lugares para nadar, piensa que no descansó.

Esto tiene varios efectos en mí: cada oportunidad que tengo para salir de la Ciudad, me llevo un traje de baño (por si acaso); uso bermudas y chanclas; pienso en una boda en la playa y, acaso la más importante, me preocupa qué libros leer mientras descanso recostado en la arena.

Creo fervientemente que existe la literatura para el verano y para la playa, perfecta para leer bajo los rayos del sol, con los pies descalzos, un cóctel de camarón y con arena en el bañador. En ese ambiente ideal, ¿qué libro hay que llevar? Aquí aventuro cinco sugerencias que nunca he terminado de leer en la playa, no porque no lo haya intentado, sino porque me gana el código postal y prefiero disfrutar el mar. Ya tendré suficiente para leer en el metro, me digo.

  1. Dos horas de sol

Quien haya pasado algún verano en Acapulco sabe que pocas veces es el paraíso que nos pintan, pues en temporada de lluvia hay un constante chipi chipi que impide cualquier disfrute del sol y el pozole verde. No sé de otro libro que refleje tan bien el escenario acapulqueño. Excelente para disfrutar con una Yoli bien fría.

  1. Hablemos de langostas

Más allá de sus novelas, David Foster Wallace es un agudo crítico y observador de su propio tiempo, de los vicios que tenemos como sociedad, de lo que hacemos y consumimos. En su clásico ensayo “Hablemos de langostas”, DFW disecciona el turismo, la comida y el consumo de este ser vivo. Se recomienda acompañar esta lectura de una michelada de camarones.

  1. Lejos de Veracruz

La sentencia del narrador de Lejos de Veracruz, “no mucha gente sabe que a Veracruz y a sus playas lejanas no pienso en la vida volver”, es un reto personal para cualquier jarocho. Después uno se calma cuando el narrador explica que si no regresa es para no ensuciar la memoria de sus días felices en la única tierra que es bella, como ya lo dijo el Santo Papa.

  1. Bajo el volcán

Cuernavaca está entre la Ciudad de México y Acapulco, y el lugar lo sabe y lo resiente: quizá ninguna otra ciudad esté tan ligada a crear la artificialidad del mar en su vida diaria. En Bajo el volcán, Malcolm Lowry narra la triste historia de desamor de un cónsul inglés que se pierde en el ambiente tropical y primaveral de Cuernavaca, en las calles empedradas que lo llevan a las cantinas donde toma mezcal, y en el paisaje asfixiante del volcán que lo vigila y le recuerda su fallido matrimonio.

  1. La tierra baldía

Otro inglés, T.S. Eliot es el poeta que apela tanto a las emociones a través de puros recorridos geográficos. De todos sus poemas, “La canción de amor de J. Alfred Prufrock” es uno de los textos que más marcan un movimiento de la ciudad que eventualmente lleva al mar. La voz lírica nos invita a pasear por las calles de Londres, nos lleva a un museo, y termina con la contemplación de un mar, donde nos imaginamos sirenas, y una marea ascendente que nos alcanza hasta ahogarnos.

 

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