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Las Fridas que nos inventamos
Un mapa sentimental y artístico de las muchas facetas sobre la artista mexicana. Un libro híbrido entre autobiografía, ficción y álbum.
Saraí García comment 0 Comentarios

Hace un año, cuando recién entré al que sería mi nuevo espacio de trabajo, uno de las asistentes de la oficina principal me dio un recorrido por el lugar. No tardé más de cinco minutos en observar que lo que diferenciaba al baño de mujeres del de hombres era una imagen en las puertas de Frida Kahlo y otra de Antonio Machado. Debo hacer la aclaración que mis colegas son más prácticos que la señalización del afiche en los baños; al fin y al cabo, los sanitarios se usan sin importar quién haya decidido que ese era el toque “cultural” y de “género” necesario para nuestro lugar de trabajo, además de lo contradictorio que resulta colocar a la figura de Kahlo para señalar la división de géneros. Al principio no pude más que esbozar un gesto de aburrimiento por esa figura, de esa Frida Kahlo importada en cada bolsa, rompecabezas, libreta o imagen para espacios “culturalizados”, sin dejar de mencionar que, además, era la única figura mexicana que desfilaba en los afiches literarios de esa oficina en el extranjero.

La figura de Frida Kahlo ha sido ampliamente comentada y, al mismo tiempo, dividida. No es la misma Frida que comentamos cuando leemos sobre sus amistades con Salvador Novo y los Cachuchas en la Escuela Nacional Preparatoria o sobre su cercanía a otras figuras indispensables del momento como Leonora Carrington o Tina Modotti o Carmen Mondragón, o cuando pensamos en ella como profesora de la escuela La Esmeralda en la Ciudad de México o cuando hablamos de sus posturas radicales y feministas para la década de los treintas,  insuficientes como modelo a réplica para tiempos tan complejos como los nuestros; que la otra Frida, aquella que, en aras de apoyar la vitalidad artística mexicana, terminó como una estampa de correo postal que etiquetamos en cada producto “Made in Mexico” o para foto del Instagram y que, en gran medida, refleja la evasión propia (desde México) y ajena (desde lo extranjero) de no querer ver lo problemático que han sido las relaciones culturales e ideológicas del país y de la época que la construyeron y la encarnaron. Es decir, confrontar todos los bordes de esta figura y buscar el observar su vulnerabilidad puesta al centro en cuadros como El venado herido, así como su falta de conexión con la high society del extranjero en Allá cuelga mi vestido o NY o las contradicciones que expresó durante su vida llena de autonomía e independencia, a la par de una relación caótica, pasional, dolorosa, insegura y abusiva con Diego Rivera en cuadros como Unos cuantos piquetitos.

En ese sentido, el libro de María Hesse, Frida Kahlo. Una biografía propone desde su perspectiva a un artista desdibujada y reconstruida de todo eso que se ha dicho a partir de la ilustración y la ficcionalización de la propia biografía de Kahlo. La autora nos acompaña en un mapa sentimental y artístico de las muchas facetas que ella encuentra sobre esta pintora y nos propone un libro híbrido entre autobiografía, ficción y libro álbum para sortear la hazaña.

Cuando María Hesse en este libro comenta en su introducción, “Cuando ya se ha escrito tanto sobre Frida Kahlo, ¿por qué volver a hacerlo?”, da en el clavo en cómo y desde dónde partir, reconocer y convivir un rato con la ficción y la realidad, no sólo con la imagen de reproducción en masa sino con el sueño, la ambición y el poder emocional que su arte logra en cada uno de nosotros. La autora admite la imposibilidad de anteponer la “originalidad” cuando se habla de Frida; su biografía es sigilosa y se recluye en la ficcionalización, la ilustración y la apropiación. María Hesse descubre a su propia Frida a través de sus ilustraciones, trazos y estética y la pone a dialogar con fechas, pinturas y extractos de los diarios y cartas de la propia Kahlo. Las ilustraciones de la autora nos marcan en su capacidad para jugar y coquetear con el libro álbum, dando pauta a que pueda ser una lectura totalmente diversificada con sus lectores. Logra no sólo ilustrar, sino provocar la relectura y reimaginación del arte y el concepto de Frida Kahlo. Hesse recupera la vida y obra de la autora de Viva la Vida en primera persona y aconseja perderse en la labor personal de redescubrir todas las Fridas posibles. La vigencia que la obra de Frida Kahlo sostiene al paso del tiempo y su comercialización es justo la de esa pintora que cada uno necesita encontrar, dibujar, poner en corchetes y sacarla de ellos; moverla a lo largo de su propia obra y en nosotros mismos. Una biografía, en lugar de un catálogo de arte, porque Frida exige su individualidad, ella y su vida al centro de su obra. Y esta biografía no hace distinción, juega, inventa sus colores, sugiere, recuerda, posibilita a cualquier lector de cualquier edad llegar ahí, a sus pinturas, y recrear a la propia artista, la que nos habla a los ojos y admite lo frágil, contradictorio y poderoso que fue haber encarnado sus propias manos.

 

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