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La vida, después
Aldo Fabián López Cruz comment 0 Comentarios

Abdulrazak Gurnah es un escritor tanzano, uno de los más recientemente galardonados con el Premio Nobel de Literatura. En sus novelas y relatos se aborda el tema del desarraigo, y de la lucha de los migrantes africanos por sobrevivir en ambientes hostiles. En La vida, después (Salamandra, 2022) no es la excepción.

En ella se abordan varias vidas a lo largo de muchos años, personajes que habitan el mismo lugar y en algún momento cruzan camino: Jalífa, Bi Asha, Ilyas, Afiya y Hamza.

Por momentos, la prosa del autor se asimila a una crónica o relato de historia, y logra transmitir de una forma directa e impactante esos paisajes desoladores y terribles que trae una guerra para el ser humano:

…los más belicosos de todos, los hehe, que vivían al sur y a los que sólo lograrían someter, tras ocho años de hostilidades, sometiéndolos al hambre, reprimiéndolos con brutalidad e incendiando sus aldeas. Para celebrar su triunfo, los alemanes rebanaron el cuello al caudillo hehe, Mkwawa, cuya cabeza despacharon a la metrópoli como si de un trofeo se tratara.

Así era entonces aquella parte del mundo y, al menos sobre el mapa, cada palmo de tierra pertenecía a alguna potencia europea: British East Africa, Deutsch-Ostafrika, África Oriental Portuguesa, Congo Belge.

Murieron más askaris por la fiebre de aguas negras que por ninguna otra causa, pero además los cocodrilos atacaban a los porteadores cuando vadeaban los pantanos y las hienas desenterraban a los muertos.

Jalífa y Bi Asha

Gurnah sumerge al lector en los primeros capítulos a la vida de Jalifa, un joven que intenta abrirse paso en el mundo, se ve en la necesidad de dejar a su familia por sus estudios, más tarde encuentra un trabajo como oficinista, se casa y se establece en un lugar.

Jalífa no parecía indio, o cuando menos no se parecía a los indios que  vivían en esa parte del mundo: la tez, el pelo, la nariz, todo ello recordaba a su madre africana, pero no dudaba en presumir de linaje cuando le convenía.

En algún momento, casi sin que el lector se dé cuenta, transcurren años. Conoce a Bi Asha, su futura esposa, no sin antes darse una serie de sucesos que los llevan finalmente a enamorarse.

Bi Asha resulta ser un personaje de fuerte carácter a lo largo de toda la novela. Pero también es gracias a ella que Jalífa, y poco después una niña llamada Afiya, logran encontrar fuerzas para sobrevivir en la sociedad que les toca vivir:

—No sabes la suerte que tienes —le dijo Bi Asha con una sonrisa, sin ánimo de reprenderla—. Espero que no te estemos mimando demasiado con tantas comodidades.

Jalífa le contó que, cuando tenía su edad, dormía debajo de la escalera en casa de su profesor particular, junto con otros chicos, y le estaba explicando que el sacrificio había valido la pena cuando Bi Asha lo interrumpió.

—Ya estás otra vez con tus batallitas —dijo.

Jalífa sonrió con indulgencia y se fue a dormir la siesta.

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Mientras tanto, Bi Asha ejercía celosamente su papel de cuidadora, preparándole una sopa de maíz sin quitar las barbas a las mazorcas por sus supuestos efectos beneficiosos, así como otras especialidades indicadas para convalecientes, como el hígado salteado, el pescado al vapor, la gelatina de leche o la fruta hervida. Se diría que volvía ser la Bi Asha que Afiya había conocido de niña, bondadosa pese a su hosquedad.

Pero ese período de gracia sólo duró el tiempo que Afiya tardó en recuperarse. Al cabo de tres semanas, se acabaron las comidas especiales y Bi Asha volvió a ser la de siempre.

Jalífa se desenvuelve en un mundo donde los negocios y el dinero son prioridad incluso sobre los sentimientos humanos. Una muestra de ello es el hombre para quien trabaja: ante la sociedad es alguien de honor, pero en realidad todo, incluso a su familia, lo ve como una oportunidad de hacer negocio:

El caso es que el tío Amur le pidió a mi padre que pusiera su casa, es decir, nuestra casa, como aval de un préstamo, y lo hizo a espaldas de mi madre. Así son los hombres con sus negocios, furtivos y herméticos, como si no pudieran confiar en sus frívolas mujeres.

Ambos personajes tienen un proceso de evolución a lo largo de la novela, transcurre mucho tiempo, y llega a percibirse cierta sabiduría debido a sus edades, principalmente de Jalífa, quien llega a pronunciar frases muy profundas:

Pero atiende a lo que te digo: los buenos tiempos nunca duran. Imposible saber cuándo se acabarán o si volverán alguna vez.

Si esperas demasiado, tal vez se te escape la oportunidad o te veas arrastrado a algo de lo que puedes arrepentirte más adelante,

Es lo malo de hacerse mayor, que uno no sabe tener la boca cerrada.

Ilyas, un amigo solitario

También se relata en la novela parte de la vida de Ilyas, mejor amigo de Jalífa, quien por circunstancias distintas abandona su hogar en busca de una mejor vida. Todo en un continente colonizado que está por estallar en guerra, a principios del siglo XX. Hay cierto parecido en la personalidad de los dos amigos, pero también rasgos muy distintos, como la falta de creencias religiosas y admiración por los alemanes de parte de Ilyas, así como unos lazos familiares más dañados que los de su amigo.

Ilyas y Jalífa no tardaron en hacerse amigos, y al cabo de unos días ya hablaban abiertamente de sus cosas. Así, Ilyas le contó que se había escapado de casa siendo un niño y había deambulado a solas durante días hasta que un askari de la schutztruppe lo secuestró en la estación ferroviaria y se lo llevó a las montañas, donde lo liberaron y lo enviaron a una escuela de misioneros alemanes.

En realidad no sabía rezar, no conocía la letra de las plegarias. Nunca había estado en una mezquita, pues no había ninguna en su aldea natal y tampoco en la plantación de café donde más tarde pasaría tantos años.

Pobre Ilyas: estaba convencido de que nada malo podría sucederle, pese a que tampoco había tenido una vida regalada, y lo cierto es que caminaba sobre una cuerda floja. No puedo imaginar a nadie más generoso, ni más iluso, que él.

Afiya, ternura y sufrimiento

Aparece en las vidas de Ilyas, Jalífa y Bi Asha una niña que ha llevado una dura vida, a pesar de su corta edad: Afiya. Hay mucha ternura e inocencia en el personaje, tanta que incluso no logra comprender en un principio que está siendo sometida a abusos por parte de la familia que la adopta con anterioridad. Su mente se abstrae y eso le ayuda sobrellevar las cosas.

Si entonces le daba por hablar, su voz adquiría una resonancia demoníaca que la hacía sentirse inmensa. A veces, aunque no la hubieran mandado por agua, introducía la cabeza en el aljibe e imitaba las risotadas y gruñidos de un gigante.

Afiya no se creía capaz de aprender a leer un libro tan sagrado, pero su hermano se echó a reír y le dijo que se sentara a su lado  mientras iba dibujando letras y leyéndolas en voz alta para que ella las repitiera. Más adelante, Afiya empezó a escribirlas de su puño y letra.

Le gustaban esas horas tranquilas del mediodía, cuando las calles parecían enmudecer de sopor mientras ella fregaba los cacharros, limpiaba los braseros y barría el patio. Luego se sentaba en un rincón con la pizarra o cualquier trozo de papel y practicaba la escritura o leía algún pasaje del Corán que Bi Asha le había regalado.

El personaje toma gran protagonismo casi sin que el lector se percate. Poco a poco, conforme se asiste a su crecimiento exterior e interior, se logra empatizar con todo lo que le sucede.

Hamza, la guerra y la crueldad

Una vida más sobresale en esta historia, la de Hamza, un joven esclavo que tras comenzar la guerra es obligado por las circunstancias a enlistarse en un ejército controlado por los alemanes. Con este personaje, el autor transmite la crudeza y angustia del ser humano durante una guerra en una región del mundo que parece tan lejana y desconocida para occidente.

El personaje posee una sensibilidad y una fortaleza ante la vida que, al igual que Afiya, hace que el lector sienta mucha empatía con él cada que le sucede algo.

Pero el caso es que tú no eres como ellos. Tú te estremeces y miras y escuchas cuanto sucede a tu alrededor como si todo te  atormentara. Te he observado desde el principio, desde el día que llegaste. Eres un soñador.

Unas horas antes, al rodear un tronco con los brazos, Hamza había notado cómo latía el corazón del árbol, cómo la savia fluía con fuerza hacia las ramas.

Muchas noches se quedaba dormido sin dificultad, pero a veces soñaba con cadáveres desgarrados o mutilados, oía voces llenas de odio increpándolo a gritos y notaba la mirada iracunda de unos ojos gelatinosos y transparentes.

Seres humanos sin salidas fáciles. Los ciclos de la vida

La guerra se trataba de personas engañadas, manipuladas, en su mayoría nativos africanos e indios. Una vez que se encontraban bajo el mando de los alemanes o británicos, no había vuelta atrás: o morían en las batallas o desertaban y morían de hambre debido a que nadie deseaba ayudarles dado su pasado:

Quienes habían sobrevivido a esos tiempos y se veían ahora sometidos a nuevas penalidades y expolios por parte de la schutztruppe estaban hartos de su violencia y difícilmente se mostrarían amables con los porteadores que decidieran desertar de sus filas.

De igual forma, Gurnah aborda vivencias que a todos nos suceden en algún momento, como lo es por ejemplo, la partida de un ser querido. Lo hace, como ya viene siendo su estilo, de una forma natural, sin demasiado adorno, lo cual deja una profunda sensación en el lector.

En sus últimos días de vida renunció a todo amago de resistencia. Sumida en un delirio intermitente, farfullaba palabras ininteligibles, a veces entre lágrimas.

…un escalofrío le heló la sangre y volvió adentro, donde comprobó que su padre no estaba dormido, sino muerto. Se lo quedó mirando un buen rato, tan flaco y consumido después de muerto como fuerte y vigoroso había sido en vida.

Gurnah, un escritor con valores adicionales que enriquecen su prosa

En conclusión, al leer a este escritor se percibe una habilidad para transmitir con frases sencillas todo lo que sentían las personas que vivieron esa época histórica, cómo es que intentaban llevar una vida normal en medio de esa atmosfera, incluso captura con su particular prosa los momentos de felicidad en los personajes.

Cuando el mercader cerró la oficina y se trasladó a la  carpintería, Baba se las arregló para rescatar un libro de contabilidad casi en blanco que regaló a Afiya. Tenía páginas gruesas y lustrosas, la cubierta marmolada en tonalidades de gris y rosa, y era tan hermoso que le dio pena estropear aquellas hojas con sus torpes garabatos.

Una gruesa estera de paja trenzada cubría el suelo del porche, iluminado por una lámpara de aceite o kandili que colgaba de una viga del techo y cuyo suave resplandor dorado bañaba ese espacio semiabierto, dándole un aire íntimo y acogedor. Quienes pasaban por la calle los saludaban en susurros, como si hacerlo en voz alta fuera una descortesía.

Algo más que deja la experiencia de leerlo es que motiva a investigar más acerca de la historia y la cultura de los pueblos que describe, dándole a la novela una cualidad adicional en el aspecto de conocimiento cultural:

Por la noche, cuando montaban el campamento, relataban sus hazañas pasadas y presumían de haber sometido a los díscolos jefes chagga Rindi y Meli, que eran padre e hijo, ahorcado a trece jefes más, arrasado aldeas enteras por esconder víveres o por sabotaje, luchado contra los meru y los arusha, dos pueblos insurrectos que habían asesinado a misioneros alemanes. A ojos de los askaris, todos ellos eran washenzi, salvajes a los que sólo cabía someter mediante el látigo, la disciplina y el terror. Cuanto más se rebelaban, peor era el castigo; así funcionaba la schutztruppe.

Gurnah logra producir una novela en toda la extensión de la palabra, con personajes sólidos e interesantes que dejan al lector con ganas de que se les aborde más, incluso los secundarios, como el mercader Biashara, el general alemán que protege a Hamza, el pastor y su esposa que le dan refugio, o los amigos de Jalífa.

Ojalá se traduzcan al español más obras de este autor, indispensable para comprender y reflexionar acerca de todo lo que vivió un continente entero a causa de la ambición y terquedad del ser humano durante el siglo pasado.

Novelas como esta tal vez podrían servir para reflexionar y concientizar a la sociedad actual, para no conducirnos a esos mismos errores y horrores que trae una guerra en este siglo todavía joven.

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