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La mitología del narco mexicano
Armando Luna Franco comment 0 Comentarios

Los mitos son un recurso que tenemos como comunidad para dotar de sentido a nuestras experiencias y entrelazarlas con nuestro pasado, nuestro presente y nuestro futuro. El mito es una narración que conjuga en su seno valores, afectos y motivaciones que construyen una imagen de nuestro mundo donde justificamos nuestro lugar y nuestras circunstancias. Los mitos no sólo son de carácter religioso o ritual, también podemos hacer mitos de las cosas más mundanas.

Para Oswaldo Zavala, en su nuevo libro La guerra en las palabras. Una historia intelectual del «narco» en México (1975-2020) el mito del narcotráfico es uno de ellos. Concretamente, es la narrativa sobre el narcotráfico en nuestro país, ese problema recurrente en nuestra vida cotidiana y que se expresa en una situación constante de violencia. Su esfuerzo para indagar en este problema desde la dimensión lingüística y tratar, así, de llegar al corazón de un proceso que ha definido la vida nacional desde los años setenta es admirable.

Su libro ocupa un lugar importante en la literatura sobre el narco ya que ofrece una perspectiva que conjuga el rigor académico con la indagación periodística. Por un lado, ofrece un aparato conceptual vasto y complejo, propio de la tradición biopolítica, para comprender cómo opera el mito del narcotráfico en el gobierno de la vida pública. Por el otro lado, su ojo crítico ante la evidencia documental en la que sustenta su investigación le permite desmontar con precisión la narrativa oficial sobre las drogas.

La discusión conceptual sobre la soberanía, el estado de excepción y el monopolio de la violencia simbólica del Estado ofrece un lenguaje claro y expositivo para comprender mejor la dimensión biopolítica de la guerra contra el narco. Es una perspectiva analítica que ilumina la compleja estructura discursiva para legitimar las acciones gubernamentales. Lo que llama narconarrativa se muestra, así, como un dispositivo que permite al Estado producir un periodo de excepción efectivo donde ejerce su poder sin limitaciones para disponer de territorios, de recursos y de personas sin oposición alguna.

Por su parte, la revisión exhaustiva de documentos oficiales de los gobiernos estadounidense y mexicano muestra la evolución de esta narrativa en su dimensión institucional. Además, lo que es una de sus principales aportaciones, al conjugar la perspectiva biopolítica con la investigación periodística expone su transmisión hacia la dimensión cultural. Lo que inicia como un discurso oficial para crear la figura del “narco” y del “cartel”, alcanza un segundo nivel de legitimación al entrar en la cultura popular mediante la música, la literatura, el cine y la televisión.

La narconarrativa, entonces, se convierte en una mediación que produce una forma de ver la vida pública entre la población, encaminada a producir personajes que canalicen y representen la necesidad de seguridad en la comunidad. Así tenemos la existencia de los “capos”, los “cárteles” y los “traficantes” como ficciones del poder que legitiman el uso de la fuerza del Estado para combatirlos y erradicarlos. Sin embargo, las acciones y la evidencia documental muestran que, tras ese discurso, existen otras intenciones políticas y económicas.

Como plantea al analizar el desarrollo de la narconarrativa durante los años noventa y el principio del siglo XXI, este dispositivo sirvió para implementar proyectos de explotación y extracción de recursos naturales mediante la fuerza militar. La existencia de “Jefes de Jefes”, de “cárteles” que igual transportaban droga como asesinaban candidatos a la presidencia justificó el uso del ejército para desplazar y desapropiar tierras y recursos. Cada uno de estos proyectos también refleja el interés transnacional de esta narrativa.

Con la “guerra contra el narco” iniciada en 2006, la narconarrativa alcanzó tanto su máxima expresión como su momento de crisis. Los usos y abusos de este dispositivo durante el sexenio de Felipe Calderón, a la par del interés estadounidense en la profundización del conflicto para poder implementar distintos proyectos económicos y de seguridad nacional, provocaron un severo cuestionamiento de la legitimidad de la narconarrativa. Las ficciones que antes sostuvieron la narconarrativa fueron expuestas.

Así, La guerra en las palabras (Debate, 2022) analiza la historia de la legitimación de un proceso de violencia estatal mediante la creación de figuras míticas. “Capos” y “cárteles” se muestran como actores creados desde el Estado para justificar sus estrategias de seguridad, que luego se normalizan mediante su reproducción en la industria cultural. Al someter la narconarrativa a un riguroso examen documental y teórico, Oswaldo Zavala desmitifica este proceso y expone los mecanismos que normalizan la violencia en nuestra sociedad para sostener las relaciones de explotación económica nacionales e internacionales.

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