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La Feria Internacional del Libro de Guadalajara vuelve a la normalidad
Carlos Priego Vargas comment 0 Comentarios

Cuentos, novelas, ensayos y álbumes ilustrados para todo publico. Abundancia de títulos inundan los pasillos de la 36 Feria Internacional del Libro de Guadalajara desde el 26 de noviembre. Los lectores parece quieren dejar atras esa historia reciente que aún se cuela entre los pasillos de la feria, el público de todas las edades transita por los espacios de la Expo Guadalajara a la que asisten para encontrarse con los libros y los autores

Es viernes. La Expo Guadalajara huele a pegamento y a pintura, a madera y a barniz, al olor del papel sobre todo y se escuchan los gritos de los diálogos de los hombres y mujeres que arman los stands para la FIL. La Música también suena por todas partes:

—Te olvidaré, te olvidaré / Por esta cruz, que no te miento / Vas a sufrir, vas a llorar / Para que sientas lo que siento…

Suena de una bocina muy gastada mientras un muchacho de camisa negra también muy gastada pasa un rodillo con pintura negra de arriba abajo. Hay otro sonido más allá:

—Mi corazón estalla por tu amor / ¿Y tú que crees que esto es muy normal? / Acostumbrado estás tanto al amor / ¿Qué no lo ves? Yo nunca he estado así …

Pintan y despues repintan todos con una concentración en medio del ruido donde solo se entiende: “Mi corazón estalla por tu amor”. Las mujeres son sólidas y bajas y buscan entre el mar de cajas la mejor manera de organizar el trabajo. Los muchachos —decenas de muchachos— son bajos y robustos y ofrecen soluciones a los que conocen de organizar la feria. Los libros —miles de libros— fueron llegando en cientos de cajas donde caben —aunque no caben— decenas de ejemplares. Son libros de distintos temas, colores  y tamaños: según salían de sus cajas, los jovénes los cargaban con las manos y los acomodaban el el piso —si es que no estaba ocupado por otros libros—; también llevaban con sus manos otras cosas, pinturas, herramientas, infinitos metros de telas con las fotos de las novelas más recientes. Y los libros se fueron desparramando por el suelo hasta que encontraron sus lugares, se acomodaron en sus libreros, desplegaron sus formas o sus colores, esperando a sus lectores.

—Me gusta estar rodeada de libros, aunque no pueda leerlos todos por que estoy trabajando.

Me cuenta Ivonne Ramíres, una de las jovénes que este año trabajará —a media jornada—  en el stand D1 que pertenece a la editorial Penguin Random House, y sonríe como para que le crea. Ivonne tiene una camiseta oscura y la sonrisa liuminosa y unos lentes gigantes que le cubren medio rostro y me dice que le gustaría leer todos los libros. Cuando platicamos no se extraña, ella me cuenta que estudió mercadotecnía pero que también le gusta trabajar en relaciones públicas y  hacer algo de periodismo. Entonces otra joven se acerca y suelta con una sonrisa:

—No le haga caso. A nosotros solo nos gustan los libros.

Yo les pregunto como es trabajar con las editoriales y ambas callan, señalan con las manos y se encogen de hombros, como quien dice, «así como lo ve». Las jovénes deben tener menos de veinte años, la cara emocionada de quién consigue sus primeros empleos, tienen chispas en los ojos y hoy las dos trabajan acomodando los libros. Antes Ivonne me contó que quería leer varias novelas.

—Claro que quiero leer muchos de ellos—, y se emociona porque espera poder comprar muchos en unas cajas especiales que se podrán conseguir cuando comience la feria.

Dice Ivonne y sonríe con su amiga. Las dos llevan camisetas negras, las dos están apuradas sacando libros de sus cajas y poniéndolos en el suelo. Alrededor de decenas de jovénes sacan libros, los colocan alrededor, la feria de libro de Guadalajara explota de sonidos, olores y colores.

Guadalajara es una ciudad al oeste de México conocida por su tequila y música popular. Como cada año, entre noviembre y diciembre, el entusiasmo del ecositema editorial se detiene frente al corazón de las reuniones editoriales de Iberoamérica y en esta ocasión la ciudad se llena de música, arte, cine y actividades culturales de Sharjah, la ciudad de los Emiratos Árabes Unidos, que es el invitado de honor de la feria. Hace treintaseis años, allí se organizó por primera vez la feria del libro más grande de Iberoamérica. Durante los nueve días que dura llegan miles de lectores. Hoy, viernes a medio día, rebosa de trabajadores. Son cientos y cientos acomodando, construyendo y decorando, cruzándose, reconociéndose y saludándose. Apurándose para dejar todo listo para el día sábado, para la apertura de la feria.

***

Sábado. Todo se estrecha y se llena, no es fácil andar por los pasillos llenos de autores, libreros, editores, periodistas, promotores, agentes de prensa y lectores, invasión de cuerpos.

—Nosotros aprovechamos para venir durante el partido, si nos esperamos para venir más tarde, después no se puede caminar entre el mar de gente. 

Me dice con orgullo, detrás de una piramide formada por libros de Irene Vallejo, una joven. Entre lectores hay clases, por supuesto, están los que llegan desde temprano y se la pasan mirando todo; están, por otro lado, los que más que por la lectura, disfrutan los libros como objeto, su olor, sus colores, las páginas y su sportadas. Pero también hay lectores más avanzados: los devotos. Entre ellos no hay espacio para compras por impulso, no hay compras desinformadas, llegan con sus listas y sus calendarios donde tienen programadas las presentaciones a las que quieren acudir.   

A la Feria del libro y sus alrededores se esperan más de 200 mil visitantes de diferentes geografías del mundo. El castellano, el inglés, el francés, alemán y portugués no se escuchan raros entre sus pasillos.

—No, yo prefiero hablar en español, aunque todo mundo habla su lengua materna yo prefiero hablar en español a los vendedores…

Me dice, Alfonso Vigil, un bibliotecario de Estados Unidos que acude a la feria cada año para comprar las novedades que las editoriales traen a Guadalajara.

—El inglés es un idioma difícil y luego no se oye bien por el ruido. Son tantas las voces, vayan a saber de dónde salen tantas.

Este año, Alfonso compró todas las novedades, de algunas se llevó varios ejemplares, en total se llevará por lo menos cincuenta cajas llenas a EU.

***

Casi todos los lectores buscan a sus autores preferidos, llevan sus libros, van a sus presentaciones, se forman para obtener una firma. Los escritores, en cambio, van con sus mejores ánimos, llevan sus mejores plumas y tiempo, mucho tiempo.    

Eva es de Guadalajara, viste ropa deportiva —cómoda—, lleva trenza y espera, espera detrás de un cinturón de seguridad y está atenta. Mira a Arturo PérezReverte. El escritor español firma, sonríe, se toma fotos y escucha. Escucha a cada lector que le agradece la firma y le cuenta, brevemente, su historia personal. Pero Eva no sonríe, está triste. Lleva en al mano su ejemplar de Revolución, la última novela publicada por el novelista, pero su estampa no puede ser más descorazonadora. No se enteró que para la firma debía solicitar un sticker y ahora ve todas sus posibilidades agotadas.  

—Me encanta la feria. Hoy vine a la presentación de Arturo, tengo programado venir tres días más, pero la firma no la voy a conseguir.

Cuenta mientras mira cómo termina de rubricar el último libro. Reverte firmó hasta las 8:30 de la noche, en eso se acerca Xavier Velasco con Silvia Lemus Covarrubias y se toman la foto con el autor. Cómo Eva, varios lectores se quedaron mirando, en eso Pérez-Reverte se acerca a ellos y firma cuantos libros más puede agarrar, al final la lectora de Guadalajara no cabe de emoción y agradece, agradece a todos porque lo consiguió. Ese es el espíritu de Guadalajara, cualquiera puede escuchar, acercarse a su autor preferido y, ¿por qué no?, conseguir una dedicatoria.

—Xavier… Xavier ¿qué te parece la feria?, le pregunto al autor de Diablo guardián.

—Me parece muy bien, me gusta mucho. Creo que este año hay más editoriales y hay muchas novedades, responde.

—¿Estás trabajando en algo nuevo?, le pregunto.

—Sí, pero no puedo decir de qué se trata, contesta mientras se queda pensando un rato sin dejar de ocultar esa sonrisa traviesa que lo caracteriza… bueno, sí. Va a haber muchos muertos, dice y se va con Silvia.

Los escritores, los editores, agentes de prensa y visitantes pueden caminar codo a codo y fundirse entre la multitud.

El espíritu de la literatura se esconde

Pero está.

Los que son inconfundibles son Ana Clavel, Eduardo Limón y Paola Tinoco. Caminan por los pasillos con un sobrero de copa rojo, un vestido negro y un vestido azul al más puro estilo de Alicia en el país de las maravillas.  Al igual que el conejo blanco, corrieron y se preocuparon por el tiempo, debían llegar a la presentación de: Por desobedecer a sus padres, una crónica de la vida del poeta Dario Galicia.

En el stand de Penguin Random Rouse los pasillos son estrechos y angostos, en el suelo una alfombra gris suaviza el paso de los visitantes. Pasa un hombre que carga dos bolsas color naranja, en ellas lleva ejemplares de Irene Vallejo, Castellanos Moya, Aixa de la Cruz, novelas gráficas. Camina con los pasos cortos, de quien ya quiere salir, pero sin molestar a nadie. 

—¿Y usted, señor, de dónde es?

—Ahora no sé. Yo nací en Ciudad de México, pero vivo en Colima.

—Ah, qué bueno, entonces no es tan difícil viajar a Guadalajara.

—Yo estoy feliz de poder estar cerca, vengo cada año, y me enseña sus bolsas.

En el frente del D1 hay una pantalla curva, ahí se proyectan las fotos de Sofía Macías, Ana Clavel o cualquier autor que vaya a presentar un libro, también hay una leyenda que dice: Penguin Random House Grupo Editorial acompañada de un simpático pingüino. En las entradas hay torres de libros: La niña polaca, Al paraíso, El rey del cash, El infinito en un junco, por un lado; por el otro: La operación del plátano, Villanos e Invictor y Mayo invitan a la gente a pasar al interior. Las discusiones en cualquier idioma y los precios en pesos. A cada rato un colaborador de camisa naranja saca una caja llena de ejemplares y los resurte, otros que los compran, se van a alguna parte y llegan más. Dentro se venden libros en español, traducciones del inglés, alemán, francés, y también autores nacionales. Entre ellos se intercambian ejemplares, novelas, ensayos, cuentos, biografías, varios géneros literarios concentrados en un solo punto. Los libros se venden también por sus colores y sus portadas. Esos diseños son su firma, su marca; probablemente nada los identifique más, probablemente, para una buena parte del libro nada más los identifica. Y por supuesto, están los autores.

—A mí me gustó mucho la portada de mi libro, dice Cecilia Eudave, El verano de la serpiente.

El sistema es así: en la feria participan —subsisten— todos los miembros del ecosistema de la edición. Un grupo de editoriales ofrecen sus libros, los lectores los buscan y los compran, el intercambio sucede como siempre, por lo menos desde la Venecia del siglo XVI cuenta Alessandro Marzo Magno. Desde entonces hay personas que, atraídas por ese fenómeno, algunos consideran en peligro de extinción. Entonces hay gente de otros sitios que vienen para comprar libros, sobre todo esos que se producen cada vez menos en serie, y que en sus interiores cuentan las historias de los hombres y de las mujeres, que solemos llamar vidas. El libro y el hombre: una relación de toda la vida que nunca desaparecerá —y hoy se celebra en Guadalajara—, porque ya lo dijo Groucho Marx: el libro es el mejor amigo del hombre.

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