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Jorge Luis Borges
Redacción Langosta comment 0 Comentarios

En 1921, de regreso en Buenos Aires, participó activamente de la vida cultural del momento; fundó las revistas Prisma y Proa, y firmó el primer manifiesto ultraísta cuya intención era ir en contra del modernismo. Las bases que Borges asentó en su manifiesto eran: el uso de la metáfora; la tachadura de las frases medianeras, los nexos y los adjetivos inútiles; la abolición de los trebejos ornamentales, el confesionalismo, la circunstanciación, las prédicas y la nebulosidad rebuscada; síntesis de dos o más imágenes en una, que ensancha de ese modo su facultad de sugerencia; imágenes y metáforas chocantes, ilógicas, donde destacan el mundo del cine, del deporte, del adelanto técnico: «Los motores suenan mejor que endecasílabos» (Guillermo de Torre); la tendencia a establecer una disposición tipográfica nueva de las palabras del poema, pretendiendo de ese modo hacer ver una fusión de la plástica y la poesía; neologismos, tecnicismos y palabras esdrújulas; y la eliminación de la rima.

En 1923 publicó su libro de poesía Fervor de Buenos Aires, en 1935, Historia universal de la infamia y en las décadas siguientes su obra crece: publica diversos libros de poesía, cuento y ensayo. Fue presidente de la Sociedad Argentina de Escritores, director de la Biblioteca Nacional, miembro de la Academia Argentina de Letras, profesor universitario y conferencista. Entre las distinciones que obtuvo, cabe destacar el Premio Nacional de Literatura (1956), el Premio Formentor (1961) y el Premio Cervantes (1979). Su obra ha sido traducida a más de veinticinco idiomas, y actualmente Jorge Luis Borges es considerado uno de los más importantes autores en lengua hispana de todos los tiempos.

Borges es capaz de describir el universo entero, de ficcionalizar la idea de dios, de reescribir el Quijote y de contener todos los tiempos y los espacios en un solo punto a través de la literatura:

El universo (que otros llaman Biblioteca) se compone de un número indefinido, y tal vez infinito, de galerías hexagonales, con vastos pozos de ventilación en el medio, cercados por barandas bajísimas. Desde cualquier hexágono, se ven los pisos inferiores y superiores: interminablemente […] En el zaguán hay un espejo, que fielmente duplica las apariencias. Los hombres suelen inferir de ese espejo que la Biblioteca no es infinita (si lo fuera realmente ¿a qué esa duplicación ilusoria?); yo prefiero soñar que las superficies bruñidas figuran y prometen el infinito… (La Biblioteca de Babel)

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