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Iliá Mitrofanov
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A lo largo de toda su vida, el autor fue alternando la creación literaria que iba apareciendo en revistas, con el trabajo de carpintero y soldador en una empresa naviera de Izmail. Fue el encuentro casual de su viuda con una agente literaria de origen ruso pero residente en Milán (y traductora de Umberto Eco al ruso) lo que fomentó el interés de los editores europeos por su obra, que ahora se está redescubriendo y estudiando.
La trilogía Besarabia (Lumen, 2011) recoge tres novelas cortas que retratan la vida de unos ciudadanos tras la ocupación de sus tierras por los rusos durante la segunda guerra mundial. Besarabia es un fantasma en el mapa de Europa, una tierra repartida ahora entre Moldavia y Ucrania. En ese lugar de nadie vivieron un día hombres y mujeres que intentaban hilvanar su vida mientras por las calles desfilaban botas siempre distintas. Ese es el caso de Fiódor Petrovich, el barbero que nos habla en El testigo, un infeliz ingenuamente convencido de que su habilidad con la navaja, el cuidado que ponía en enjabonar a sus clientes, le salvarían de la tragedia de la invasión rusa a principios de los años 40 del siglo pasado. De Fiódor pasamos a Sabina, la protagonista de La malaventura, una rebelde sin casa y sin causa, pero generosa hasta la locura en su entrega a un amor que va más allá de su comprensión del mundo. Y, para acabar, he aquí el gran Semén Stavraki, que llena las páginas de El pasajero: ciudadano de Odessa, buzo de profesión y marido entregado, el hombre cuenta sus desventuras a un compañero imaginario en un viaje hacia el peor de los destinos.

Lumen

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