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¿Ha oído hablar de Einstein?
Fabián Espejel comment 0 Comentarios

Es conocida la anécdota en la que Albert Einstein le declaró en 1931 su admiración al comediante Charles Chaplin porque, aunque no dijera ni una sola palabra, todos lo comprendían. Chaplin, muy acertadamente, le contestó: “Es cierto, pero tu fama es todavía mayor. El mundo te admira sin entender lo que dices”. ¿Y quién no ha oído hablar del científico más famoso de todos los tiempos sin entender verdaderamente su importancia?

El próximo 29 de mayo se cumplen cien años del eclipse solar que confirmó la Teoría de la Relatividad General y volvió a su autor un auténtico rockstar de la ciencia. Einstein había predicho que la atracción gravitacional de un cuerpo masivo desvía la luz que pasa cerca de él. La curvatura que se forma como consecuencia de la desviación se conoce como “lentes gravitacionales”. Una expedición científica en Santo Tomé y Príncipe confirmó la lente en el eclipse visto en 1919.

Einstein era muy afecto a los “experimentos pensados” —así es, él era un físico teórico—, pero su predicción necesitaba una confirmación que sólo podría realizarse con un eclipse de sol. Éste demostraría si la luz proveniente de las estrellas visibles desde la Tierra se curvaría debido a la gravedad del sol y, en caso afirmativo, si respondía a la Ley de la Gravitación Universal de Newton o a la teoría de Einstein. El resultado fue una auténtica revolución para la concepción del mundo que se tenía entonces.

Por si fuera poco, recordemos que en 2017 la Real Academia de Ciencias Sueca otorgó el premio Nobel a Weiss, Barish y Thorne por detectar las ondas gravitacionales. Einstein había predicho en su teoría de 1915 que el contenido energético de los cuerpos curva el espacio-tiempo. De este modo, “cualquier cosa que contenga energía podrá retorcer la estructura fundamental en donde transcurren los fenómenos físicos”. Esta curvatura es la responsable de las ondas.

Debido a la importancia de sus aportaciones, los físicos José Edelstein y Andrés Gomberoff escribieron un amenísimo libro para conocer —así es, no nos engañemos— la obra del científico que explicó el efecto fotoeléctrico. Einstein para perplejos es una biografía singular, pues más allá de enfocarse en que el físico de los pelos alborotados nació en Ulm (1879) y murió en Princeton (1955), o que recibió el Premio Nobel de Física en 1921, se centra en lo más relevante de su vida, motivo verdadero de su fama: su obra y sus contribuciones.

Con una pluma ágil y sencilla, los autores “desentrañan” la aparente maraña del pensamiento de Einstein. ¿Y por qué es importante conocerlas? Bueno, no tienes que ser físico para que sus teorías influyan en tu día a día: cuando pides un taxi en alguna app puedes ver su desplazamiento en el mapa del celular o utilizar un verificador de precios en el supermercado. En efecto, gracias a Einstein —directa o indirectamente— puedes hacer eso y más (¿ya mencioné que también le debemos la existencia de la tele?).

Asimismo, vemos aparecer entre las páginas del libro a Usain Bolt, Alicia en el país de las maravillas o Los Beatles alternando con bombillas, agujeros negros y el principio de equivalencia (¡más despacio, cerebrito!) demostrando que las contribuciones de Einstein, de una u otra forma, también salen de los laboratorios o las universidades. Y, ¡claro!, no podían faltar los nombres de Max Planck, Niels Bohr o Stephen Hawking.

Otro aspecto valioso del libro es que está construido como un árbol genealógico de las ideas de Einstein. O sea, ¿cómo? ¿Aparece al final un árbol con una fronda llena de Einsteins? No exactamente. La ciencia —como el arte— es producto de las tradiciones e innovaciones del pensamiento humano, y una clave para entender a cabalidad lo que Edelstein y Gomberoff tratan de explicarnos, radica en comprender cómo se llegó a esa idea y cómo convivía con sus contemporáneas. “Todo lo sabemos entre todos”, decía Alfonso Reyes, quien, por cierto, tampoco pudo evitar escribir sobre el genio de Ulm.

Si bien —y como el libro lo demuestra— Einstein es el científico más importante de la historia, los autores también puntualizan los errores, inconsistencias y fallos en el trabajo del “Personaje del siglo”, dejando en claro que no toda su labor fue perfecta, y que la Ciencia —sí, la gran ciencia, la que explica el mundo en el que vivimos y su funcionamiento— se construye a base de “prueba y error”, con miras a entender más y mejor la naturaleza, desde los átomos (Mecánica Cuántica) hasta las galaxias (Teoría de la Relatividad General).

Este maravilloso libro toma su nombre de La guía de los perplejos de Maimónides, pues en éste, el teólogo cordobés afirma que la prohibición de ciertos libros (o, en este caso, de “ciertas ideas” como las ecuaciones de Einstein o la fisión nuclear) no estaba encaminada a esconder la sabiduría y dejarla al alcance de pocos, sino que era necesaria una preparación meticulosa para tener acceso al conocimiento. De ahí el importante esfuerzo de Edelstein y Gomberoff para que todos podamos acceder —y entender— de manera fácil y concisa una obra fundamental.

Así, después de leer Einstein para perplejos, cuando veas la fórmula más famosa de todas (E= mc2), podrás estar seguro de que todo cuerpo, por más pequeño que sea, tiene masa y alberga una energía enorme (tristemente —y algo que lamentó profundamente Einstein—, lo demostró el bombardeo de 1945 en Japón). Ahora sí, ya podemos afirmar que, felizmente, Chaplin se equivocaba.

Y si aún crees que la Relatividad Restringida no es muy útil en tu vida, recuerda que el efecto de tu ascendente o signo zodiacal cuando naciste no se relaciona con lo que te sucedió hoy por la mañana. Parafraseando a los autores, esto se debe a que la sincronía —determinada por un observador— no tiene un valor de verdad absoluto, y que dos eventos sincrónicos (la posición de los astros en tu nacimiento y lo que te sucedió hoy) jamás serán causa y efecto del otro. Palabra de Einstein.

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