Publicada a mediados de los ochenta, Debolsillo editó en el 2022 -acompañada del prólogo de Julián Herbert, el cuál puedes leer por completo en el sitio de Lengua, revista oficial de Penguin- la autobiografía de José Agustín, a quien recordamos con estima a unos meses de su fallecimiento.
Organizada de manera breve en tres partes, el precursor de La Onda, nos cuenta sobre su infancia, adolescencia y temprana adultez en Quién soy, dónde estoy, qué me dieron, de Tienes que entrar para salir somos testigos de -cito a Herbert- “el debraye, el desdoblamiento en identidades, el espejeo amoroso y erótico” que comprendió su despegue profesional como escritor y en el tercer capítulo, El rock de la cárcel, encontramos el traumático paso del autor por la cárcel de Lecumberri.
Quién soy, dónde estoy, qué me dieron:
Estudiante del Simón Bolívar, beisbolista estrella en la Liga Maya, sobrino del gobernador del estado Guerrero, relajiento, vecino de la colonia Narvarte, fanático y conocedor del rock (primeras influencias: Chuck Berry, Little Richard, Brenda Lee), alumno de teatro de Carlos Ancira, peleonero, lector voraz (“Pero los libros que en verdad me marcaron fueron Lolita, de Nabokov, Tierna es la noche, de Scott Fitzgerald, La cantante calva, de Ionesco...), inteligente, precoz director de teatro (con dos puestas en el Canal Once a los 16 años), primera novela escrita -La Tumba- a los 17 años, alfabetizador en la Cuba comunista, casado con Margarita Dalton, tutelado de Juan José Arreola, compañero de Vicente Leñero en el quehacer editorial, La Tumba es reseñada positivamente por Huberto Batis, estudiante del CUEC, esboza De perfil (publicada en 1966 a los veintiún años de edad): “Sólo escribía lo que me llegaba… Decidí prescindir de la mayor cantidad posible de concesiones y trabajar con libertad absoluta, sobre todo en el estilo y en el lenguaje”.
Tienes que entrar para salir:
La reedición de La Tumba y la publicación de De Perfil por Joaquín Mortiz son bienvenidas por Juan Rulfo, Emmanuel Carballo, Salvador Novo, Efraín Huerta y Ramón Xirau, tiene una relación amorosa con Angélica María, conoce a su gran maestro José Revueltas, De perfil es comprada para su adaptación al cine, escribe editorialmente sobre rock, tiene su primera experiencia con alucinógenos: “Me dejaba llevar simplemente. Eso hacía en los viajes, tomaba en serio la recomendación de Lennon: ‘turn on your mind, relax and float downstream’. No se trataba de controlar el viaje, de dirigirlo, de contenerlo: me depositaba en manos ahora sí que de Dios y dejaba que sucediera lo que tuviese que suceder.”
El rock de la cárcel:
En 1971 es detenido indirectamente por posesión de mariguana en Guerrero (bajo la custodia de Arturo Durazo) y es trasladado a la cárcel de Lecumberri para pasar siete meses de su vida bajo la incertidumbre e ineficacia de la burocracia estatal, se encuentra con José Revueltas en Lecumberri (“estaba increíble, lleno de una gran luminosidad, muy sereno y hermoso. Sus ojos adquirieron allí una luz benigna y sabia que conservaron hasta que murió”), consulta el I Ching, escribe en su celda Se está haciendo tarde (“Me iba por completo. Me transfiguraba: mi percepción se afinaba a extremos agudísimos, me transportaba a un balcón de la eternidad, donde la brisa y el sol siempre bañaban mi rostro con la felicidad serena de comprender la gravedad, el peso terrible y solemne de la vida… Me daba cuenta de que a través de la novela se canalizaba mucho de la atmósfera opresiva e infernal de la cárcel; se objetivaba la violencia, la sordidez y la virulencia de Lecumberri en el tono de mi novela, que definitivamente estaba resultando intensa”), redacta una carta de exoneración, vía la madre de Angélica María, al secretario de gobernación Miguel Moya y es liberado.
“Nunca creí que la mariguana o los alucinógenos fueran panaceas de algún tipo. Eran un vehículo. Yo los experimenté como medio de exploración de áreas desconocidas de mí mismo: un autoanálisis, con todos los riesgos que implicaba. Era evidente que de todas esas drogas la mariguana era la menos importante, y por tanto quizá la más peligrosa; yo me había aficionado a fumarla como tantos otros en esa época, pero nunca decreció mi capacidad de trabajo, mi creatividad, mi participación constructiva en la sociedad. Me parecía grotesco que fumarla pudiese llevar a la cárcel. Mis errores en Ya sé quién eres no se debieron a los alucinógenos sino a una extrema confusión, a la horrenda desprogramación que causó mi forma inmadura de tronar con mi esposa y con Angélica María. Por eso, y por regarla en mi película merecía ir a la cárcel, no por fumar mariguana.”