Los escasos cinco milenios del homo sapiens, representan, en relación con la vida orgánica sobre la Tierra, unos dos segundos al final de una jornada de veinticuatro horas.
Biólogo anónimo.
- Apud. W.B., Tesis sobre la historia.
Tal vez tengan que pasar muchas décadas, o tal vez siglos, para que la comunidad científica pueda responder con certeza: ¿Qué es la vida? ¿De dónde venimos? ¿Nuestra existencia en el universo fue causalidad o casualidad? No obstante, la pregunta por la vida en el mundo, no sólo de las personas, sino también de los organismos uni y multicelulares, permanece latente y ha tenido variadas respuestas, siempre acorde con las inquietudes particulares de quienes la formulan.
Así, desde Galeno y Aristóteles, por mencionar a los griegos de la Antigüedad Clásica, siguiendo por los pensadores cristianos —y también los que no pertenecen al mundo Occidental, pero que se preguntaron acerca de la razón de la vida en la Tierra—, los pensadores medievales y hasta los investigadores de la modernidad —que forjaron un parte aguas dentro del pensamiento actual—, el desarrollo de las ideas científicas han estado imbricadas con los avances médico-científicos, que también influyeron en los ámbitos sociopolíticos y continúan configurando el ser individual y social.
De lo anterior se desprende cómo se ha conocido el funcionamiento de los seres vivos y cómo resultan afectados o beneficiados por su entorno natural y social. El legado biológico-científico indica que el inicio de la vida está en las células, estos organismos microscópicos son la fuente de todo lo orgánico que acontece en la Tierra y, hasta cierto punto, también en el universo. Sin embargo, la configuración específica y la forma en la cual se adapta la célula en ciertos entornos, cómo sintetizan las proteínas y potencian su desarrollo, fue el paso fundamental hacia el surgimiento de organismos unicelulares a multicelulares. Aunado a ello, la composición química de la atmósfera terrestre, que tiene el oxígeno suficiente para que las células tengan movimiento, es básica para la existencia de los seres vivos.
Aquí aparece el movimiento como concepto guía y explicación sobre cómo funcionan las células en los organismos; además, son el principio de la vida. Se conoce que aquellas generan la composición orgánica y la configuración genética de las personas. Por lo tanto, cada ser humano per se es diferente, en tanto las células, desde la concepción y a través de la herencia genómica, comenzaron a definir nuestros caracteres genéticos que se pueden estudiar en los ácidos ribonucleicos (ARN) y desoxirribonucleicos (ADN).
Aunque la comunidad científica afinó estos últimos conceptos durante el siglo XX, y hasta la fecha continúa evolucionando el conocimiento de la vida en el mundo, Siddhartha Mukherjee, en su estudio La armonía de las células (México, Debate, 2023), argumenta que el entendimiento y estudio estos organismos ha cambiado a lo largo de los siglos y, dependiendo el caso, revolucionaron la comprensión del funcionamiento orgánico del ser humano.
Asimismo, Mukherjee, médico-oncológico, indica que aún no es posible esclarecer en qué momento del tiempo biológico un organismo unicelular cambió su configuración orgánica para dividirse, pero sin duda fue hace millones de años. Y, a la postre, la célula pasó a formar mitocondrias, después continuó su expansión y adaptación con los elementos químicos de su entorno. Mientras que surgieron los núcleos en eucariotas y seres heterótrofos. Así continuó el tiempo biológico junto al desarrollo ontogenético y filogenético que dio vida a tejidos complejos que devinieron en plantas y animales; ya sean vertebrados e invertebrados, con exoesqueleto o cnidarios, entre otros. Después entraron en escena los mamíferos, los cuales mantienen una imbricación entre el impulso de las células que utilizan para procesar y desarrollar, desde enzimas microscópicas, hasta tejidos, eritrocitos, leucocitos y órganos, hasta seres complejos que habitan el espacio terrestre; entre ellos, los humanos.
La armonía de las células es un viaje que explora el comportamiento de estos organismos en sus componentes unitarios y en conjunto, cómo reaccionan cuando entran en contacto con patógenos extraños y, por supuesto, los efectos negativos o positivos que ejercen sobre los seres vivos. También Mukherjee sustenta su texto con base en su trayectoria como médico, cabe resaltar que, además, utiliza una discriminación y análisis de fuentes de todo tipo: desde comunicación epistolar y disquisiciones médicas.
Entretanto, Mukherjee aborda y explica el pensamiento de científicos, filósofos y hasta fabricantes de anteojos y microscopios que tuvieron contacto con organismos microscópicos. Además, durante los siglos, aquellos galenos no siempre tuvieron la certeza de tratar con células, puesto que las imaginaron como pequeños animales que incidían en el acontecer social, en tanto podían crear vida y también destruirla.
En este sentido, lo que ahora podemos conocer sobre el funcionamiento de las células y de la vida, ha sido gracias al trabajo colectivo de la comunidad científica. Esto último no siempre ha sido armónico y las rencillas entre ellos persisten; además, otros han tenido motivos políticos. Por ejemplo, Mukherjee explica cómo ciertos discursos con carácter científico dieron paso a teorías sobre la eugenesia: la supuesta errónea inferioridad de personas no caucásicas, pero que hasta la actualidad cobran resonancia y generan desigualdad política y socioeconómica.
De aquí se desprende la multiplicidad de interpretaciones que conlleva el estudio de las células y la dificultad de aseverar que la ciencia es imparcial, objetiva y verídica. Sin necesidad de denostar los estudios médico-biológicos, este libro desarrolla la idea de cómo un objeto de interés científico puede ser abordado desde diversas aristas y, a su vez, tendrá consecuencias acordes con el momento político, en tanto el uso que se le dé no siempre será en beneficio de todas las personas.
Sin embargo, Mukherjee también explora los avances médicos a través de la historia. Por ejemplo, qué teorías han permanecido y cambiado para mejorar la calidad de vida, donde el punto de partida y de llegada, para arrancar de nuevo el ciclo, siempre es y será la célula. Entonces, resulta que la célula es fundamental para conocer el desarrollo y composición orgánica de los seres humanos. Es decir, la configuración de las células otorgará la especificidad de los contenidos y las formas los órganos; de aquí que, un cromosoma de más, alguna enzima sintetizada con un elemento poco común o la falta de ciertos procesos sea determinante en la aparición de enfermedades y formaciones orgánicas que repercuten en la corporeidad humana.
Es por ello que el estudio de las células ha sido fundamental en la vida humana, ya que explica el funcionamiento de los órganos y cómo están interconectados a través de procesos químicos, donde, de nuevo, el principio biológico es el movimiento de las células, que tienen como combustible el oxígeno y su vehículo es la sangre. Con base en ello, la comunidad médica sigue conociendo el porqué de todo tipo de enfermedades y cómo afectan diferentes áreas: ya sea el cerebro y la memoria, el deterioro del corazón, del hígado, el envejecimiento prematuro, hasta el cáncer, el sida y la esclerosis múltiple, entre otras.
Mukherjee divide su estudio en seis secciones: las cuales corresponden con explicar “el descubrimiento” de la célula; su organización y funcionamiento; la composición e importancia de la sangre; el conocimiento de la célula y sus implicaciones científicas; y las características “regeneradoras” y “reparadoras” de la misma.
Así es como, en este viaje científico, quien se acerque a este libro podrá explorar cómo se han respondido sin mayor éxito las preguntas primigenias de la existencia del ser en el mundo: ¿Qué es la vida? ¿De dónde venimos? ¿Por qué nuestra existencia depende del movimiento de un organismo microscópico?