Pensamientos asesinos

Redacción Langosta

29 September 2014
Todos tenemos pensamientos asesinos / Plaza & Janés, 2013. ¿Dónde encuentra el hombre las motivaciones más profundas, aquellas que lo llevan a intentar hazañas increíbles y vencer obstáculos imposibles? ¿Las conocemos acaso cuando hemos perdido todo y no importa ya si salimos airosos o fulminados? ¿Hay que buscarlas, acaso, o están en nosotros desde siempre, en espera de ser descubiertas? Todo esto, por supuesto, es incomprensible si uno no posee, de suyo, la voluntad de luchar por lo que desea. Tal y como le sucedió a Salvador Pérez, en Todos tenemos pensamientos asesinos de Eusebio Ruvalcaba. Pero hay algo extraño en él, como si no le interesara lo que pasa a su alrededor; como si sus sueños se hubiesen desvanecido aún antes de ser concebidos. Todo en él parece estar quebrado. Su esposa lo engaña, hace 25 años que se guardan un odio tan ferviente como paralizante; su hija es incapaz de amarlo; su hijo, que lo es sólo de palabra pero a quien ama con una inocencia asombrosa, padece discapacidad mental y está en la cárcel acusado de un delito que no cometió. Increíblemente, Salvador ha logrado mantener la cordura, quizá a base de las constantes borracheras que se propina y que constituyen su única vía de escape. Pero nada de esto evitará la desgracia que comienza el día en que descubre a un personaje tan hermoso como perverso, un Mefisto que lo llevará al límite de sus fuerzas sólo por diversión, arruinando la vida de su hijo en el camino. Esta una novela de contrastes: la maldad desinteresada y la perversidad absoluta, contra la inocencia desmedida y la ingenuidad rayana en la santidad. Pero no peca de maniquea, sino que asienta la duda sobre la supuesta frontera entre una y otra. A la luz de la narrativa de Ruvalcaba nos descubrimos capaces del mayor mal o de la máxima bondad, pero sólo si aceptamos que, en el fondo, todos tenemos pensamientos asesinos.

David Velázquez