El rincón sombrío y fascinante donde la pluma de Agustina Bazterrica traza una danza macabra se encuentra en su nueva novela Las indignas (Alfaguara, 2023). Que nos sumerge en un territorio postapocalíptico, donde los vientos son venenosos y la lluvia ácida cae sin piedad, pero es en la penumbra de un convento enigmático donde las verdaderas tormentas se desatan.
Clandestinamente, la protagonista, escribe en una especie de diario la realidad de la Casa de la Hermandad Sagrada. Relata cómo se entreteje la jerarquía de las que habitan ese convento abandonado luego del gran apagón. No hay electricidad, obviamente tampoco internet, pero lo más importante: no hay agua, casi todos los animales se extinguieron y los cambios de temperatura son tan bruscos que en un momento puede hacer muchísimo frío y al día siguiente, el sol podría cocinar tu piel.
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El exconvento, ahora usado como la Casa de la Hermandad Sagrada, es dirigido por la Hermana Superior, un personaje sádico y autoritario que ejerce un control férreo sobre las mujeres del convento, a quienes supervisa con extrema obsesión. Y Él, que es un personaje enigmático que habita los claustros del convento. Aunque nadie lo ha visto directamente, su presencia es palpable y su misterio se extiende a lo largo de la narrativa. Su influencia es omnipresente, y su enigma agrega una capa de tensión y temor a la historia.
Las descripciones que hace son demasiado sensoriales. El color que describe voces, los olores de una humanidad acabada por el cambio climático y los sonidos de la naturaleza muerta hacen que el relato se vuelva mágico por instantes. Claro que lo mágica que puede llegar a ser la narración, la agonía de un mundo cayéndose a pedazos, hace que la violencia retratada con mutilaciones, violaciones, opresión, entre muchas más atrocidades nos regrese a este universo distópico, tejido con crueldad y redención, donde las palabras, como espinas, se clavan en el alma del lector.
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Es inevitable recordar con esta historia con El cuento de la criada (Salamandra, 2020) de Margaret Atwood, las protagonistas llevan a cabo sus relatos de manera clandestina, escribiendo en secreto en un diario. Estas narraciones íntimas se convierten en una forma de resistencia y revelación en medio de la opresión, ofreciendo una perspectiva única sobre las vidas de las protagonistas en estos mundos distópicos. Sin embargo, creo que la narración de Bazterrica tiene un enfoque más colectivo y las mujeres voluntariamente se someten a prácticas extremas en nombre de la fe, por supuesto, gracias a la manipulación.
El viaje trágico en busca de la divinidad se mezcla con los recuerdos de la protagonista que nos explican mejor cómo se fue desarrollando el apocalipsis hasta ese punto. Parece un mundo muy lejano, pero no tan lejano como para pensar que no lo podríamos experimentar. Aunque los escenarios son escalofriantes, el miedo, la inocencia y la cooperación hacen que podamos tener algunos momentos de esperanza, que no duran mucho porque la historia en ningún momento deja de ser grotesca y muy incómoda.
No es sorpresa que la autora de Cadáver exquisito (Alfaguara, 2020) nos incomode una vez más. Sobre todo, cuando el libro comienza de esta manera:
Alguien grita en la oscuridad. Espero que sea Lourdes. Le puse cucarachas en la almohada y cosí la funda para que les cueste salir, para que caminen debajo de su cabeza o sobre su cara (ojalá se le metan en los oídos y aniden en los tímpanos y sienta cómo las crías le lastiman el cerebro).
Agustina Bazterrica creó un escenario bellamente horrible, donde cada palabra es una antorcha que ilumina un abismo. Las indignas es un espejo oscuro que refleja los horrores de la sumisión y la brutalidad, un viaje sin retorno hacia los efectos brutales de los regímenes machistas en un mundo quebrado.
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