El menú de la economía mundial

Daniel Sotomayor Vela

03 October 2023

La economía, a simple vista, la pensamos de diversas formas: como un asunto familiar, laboral, de empresarios, pequeño-burgueses y políticos. También está inserta en los estudios de educación superior y dentro del ejercicio público, como las secretarías o departamentos en diversos Estados-nación. Sin embargo, la podemos apreciar como un diagrama de Venn donde todos los elementos anteriores forman parte de la economía y también están los procesos productivos de mercancías para consumo industrial, en almacenes o inmediato en los hogares. Además, la economía no es un asunto incorpóreo que permee sin más las sociedades, sino que es causa de diversas actividades humanas bajo una forma específica de producción, esto dependerá del momento histórico que sociedad esté viviendo. Para fines contemporáneos, el capitalismo permanece como el modelo determinante de las relaciones productivas.

Asimismo, existen diferentes escuelas de pensamiento dentro de la economía como objeto de estudio: la clásica que apela al liberalismo; la del Estado de bienestar, donde el aparato político tiene mayor incidencia sobre los procesos productivos y regula la actividad empresarial; aquella donde un Estado protege sus industrias para potenciar sus procesos internos en detrimento de las exportaciones de productos elaborados para su venta inmediata. El desarrollo estabilizador, donde la participación del Estado y de la iniciativa privada coexisten, uno regula a las transnacionales, mientras que la segunda se encarga de la producción. O los libertarios-neoliberales, que cobran fuerza en el tiempo presente, apelan a la nula injerencia estatal en las relaciones productivas, empresariales y financieras de la iniciativa privada, tal es el caso de Ricardo Salinas Pliego al mando de TV Azteca; Elon Musk en Estados Unidos con Silicon Valley; el diputado Javier Milei en Argentina; el expresidente brasileño Jair Bolsonaro, por mencionar algunos.

Grosso modo, dentro de la economía encontramos muchas variantes con infinidad de ingredientes y muchos de ellos no difieren de forma radical entre sí. Sin embargo, la especificidad del resultado estará determinada por la configuración que adquieran los elementos mientras se marinan, cocinan a fuego lento y llegan al plato final. Tal como sucede cuando cocinamos, un platillo no quedará igual si primero ponemos el aceite en la estufa, después ponemos un huevo, el sartén y, al final, prendemos la hornilla; sería un desastre y así sucede en los procesos económicos.

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En el tiempo presente no es muy difícil entrar a una tienda y encontrar productos importados, comprar fideos coreanos, pisco peruano, bacalao noruego, chocolates suizos, café colombiano, jocoque libanés, salchichas frankfurt, cervezas artesanales mexicanas y la lista puede ser interminable. Pocas veces, en el consumo cotidiano, nos preguntamos qué procesos hay detrás de cada producto, qué ingredientes lo conforman, quiénes los producen, cuál es la cadena de elaboración, distribución, pago de aduanas, procesos de exportación e importación, medidas económicas, cobro de aranceles, restricciones gubernamentales y desavenencias entre empresarios y el Estado. Sin embargo, lo anterior interesa y moldea la economía mundial, pero tampoco se regula por sí misma, sino que quienes están al mando de los procesos productivos pueden ser determinantes, más que las políticas públicas de cierto país, al momento de regular la economía mundial.

De esta forma, Ha-Joon Chang apela en Economía comestible (Debate, 2023) a la posibilidad de explicar parte del funcionamiento de esta materia y su incidencia en la vida diaria a partir de productos que utilizamos en la cocina, como ajos, bellotas, okras, cocos, anchoas, camarones, fideos, zanahorias, terneras, plátanos, centeno, pollo, chile, limas, especias, fresas, chocolates y hasta la Coca-Cola. También indica que el libro no tiene la finalidad de estudiar los procesos productivos de cada alimento, sino analizar, una vez que ingresan a la esfera de la circulación de mercancías, cómo influyen en la toma de decisiones gubernamentales y de los propios empresarios que las utilizan para diversificar e incrementar sus niveles de productividad. Así como qué factores socioeconómicos inciden para que cambien las formas de distribución y consumo de las mismas.

Algunos alimentos tienen siglos de ser consumidos por diversas sociedades y en diferentes épocas históricas tuvieron mayor o menor relevancia, ya sea cultural o político-económica. Si en el mundo existió una sacudida que cambió las interacciones sociales para siempre, la expansión europea hacia el resto de los continentes, junto con la reproducción ampliada del capital, fue una de ellas. Con el movimiento intercontinental de viajeros, fue inevitable la circulación, de ida y vuelta, de animales, frutas, semillas y diversas formas de consumir y procesar los alimentos. Si bien antes del siglo XVI en Europa ya se tenía conocimiento de las especias de Medio Oriente, obtenerlas resultaba caro y su producción no era intensiva como sucedió en la era industrial, pero tras esta expansión de ultramar el panorama alimenticio cambió en aspectos cualitativos.[1]

Además, lo anterior no fue inmediato, sino un proceso lento que, a su vez, cambió economías locales y regionales mientras aquellas se supeditaron a las cadenas de producción y suministro de las potencias globales que protegieron y potenciaron sus industrias de forma diversificada. Entre los siglos XVII y XIX, Gran Bretaña, España, Francia, Países Bajos y después Estados Unidos se apropiaron de terrenos y utilizaron mano de obra, tanto esclava como asalariada, para incrementar la producción de materias primas, como cacao, café, grana cochinilla, especias y no comestibles, como plata y después oro. En una segunda fase, entre el último cuarto del siglo XIX y antes de la Segunda Guerra Mundial, crecieron las economías alemana, del norte de Italia, china, rusa y, en cierta medida, la japonesa. Tras la industrialización y expansión de las bancas financieras y negocios de entretenimiento en la segunda mitad del siglo XX y hasta nuestros días, donde está inmiscuida la comida, entraron en el juego mundial países como Corea del Sur, India, Taiwán, Singapur y Emiratos Árabes. En todo este proceso, la circulación de semillas, frutas, verduras y animales hacia el sector alimenticio también fue determinante para la configuración del mundo como lo conocemos ahora.

Además, Ha-Joon Chang explica los elementos que hicieron posible el auge industrial y económico a escala global que tuvieron Inglaterra y Estados Unidos entre fines del siglo XVIII y principios del XIX. Aquí el análisis interesa porque se toman en cuenta dos esferas, es decir, las políticas de libre cambio y las proteccionistas, aunque parezcan contradictorias son complementarias.

Ha-Joon Chang

En nuestros días, ambas naciones se dicen paladines del libre cambio en su forma de gobierno parlamentario y democrático bajo los preceptos capitalistas, respectivamente. Pero para ello, ambas naciones, entre los siglos XVIII y XIX apelaron a un proteccionismo acérrimo de sus industrias para fomentar la producción de materias primas; esto también sucedió en el siglo XX y hasta la fecha. Por ejemplo, Inglaterra con sus posesiones ultramar en el Caribe, en Oceanía y en el Pacífico donde la producción de alimentos fue fundamental para la economía global. Por su parte, Estados Unidos también actuó bajo esa dinámica, que aún persiste, en diferentes momentos históricos, como fue el caso de Filipinas, Hawai y Cuba al finalizar la guerra hispano-americana en 1898,[2] y durante el siglo XX en América Central y el Cono Sur. De aquí, Ha-Joon Chang retoma el caso de la United Fruit Company y la producción de plátanos, donde la compañía tenía el control de la tenencia y renta de la tierra en su beneficio, situación que fue perjudicial para la población.[3]

Es así como detrás de cada alimento hay un proceso global que determina la vida diaria en las comunidades que están interconectadas. Esto sin importar mucho un continente de forma aislada, la cuestión es que la circulación de alimentos es una bisagra del tejido económico mundial. A su vez, Economía comestible está dividido en cinco sectores, donde Ha-Joon Chang retoma ciertos alimentos para analizar el funcionamiento de la economía global. En el primero indica cómo existen prejuicios respecto de las diversas formas de consumir los alimentos y esto lo traslapa con el manejo de la economía.

La segunda parte del libro, donde retoma la injerencia de los prejuicios, establece cómo las sociedades se sobreponen a estos para mejorar los procesos productivos, tanto de la tierra, industriales y hasta servicios financieros y de entretenimiento.

El tercero analiza qué productos alimenticios han sido mejorados debido a cambios sociales que, de cierta forma, hacen inevitable su potenciación; misma cuestión que puede ocurrir en la mancuerna sociedad-economía.

La cuarta parte analiza cómo pueden interactuar diversos alimentos y en algunos casos, a través de su producción y consumo, se generan cambios en cuanto a su percepción y toma de conciencia entre las sociedades que pueden mejorar el entorno.

Por último, la quinta sección explica cómo a través de estos procesos de alimentos han cambiado las relaciones en la economía-política a nivel global. Por ejemplo, el impulso que adquirieron las especias después del siglo XVI, el caso del chocolate después del siglo XIX, junto con la industrialización, que pasó a ser un objeto de alcurnia y símbolo de poder o los cultivos de fresas en América del Norte y el significado y grado de explotación que cobran en nuestros días.

De esta forma, los alimentos llevados al menú de la economía global son una forma de conocer algunos de los pilares de aquella, sin tener que entrar en las marañas académicas que poco explican a quienes somos neófitos en la materia.


[1] Vid. Eric Wolf, Europa y la gente sin historia, 2° ed., México, Fondo de Cultura Económica, 2005, 600 p.

[2] Estos territorios fueron posesiones de la Monarquía Hispánica hasta que entró en guerra contra Estados Unidos en 1898 y aquellos se apropiaron de los territorios tras su triunfo. Vid. Philip S. Foner, La guerra Hispano-cubano-norteamericana y el surgimiento del imperialismo yanqui, La Habana, Editorial de Ciencias Sociales, 1978, 2 Vols.

[3] Sobre la injerencia imperialista de Inglaterra, Estados Unidos y después Canadá en América Latina, vid. Eduardo Galeano, Las venas abiertas de América Latina, 5° ed., México, Siglo XXI Editores, 2021, 346 p; Andy Robinson, Oro, petróleo y aguacates, Barcelona, Arpa, 2020, 316 p.