Escrita en 1970, El hombre hembra (Nova, 2021) de Joanna Russ tiene una visión lamentablemente muy actual. En las primeras páginas se nos muestra un mundo comandado por mujeres, una epidemia atacó en algún punto de la historia sólo a los hombres quienes perecieron, y las mujeres se vieron obligadas a crear una sociedad sin ellos. Durante la novela se nos van dando pequeñas muestras de la educación escolar y de vida de las whileawayanas: tiro con arco y lucha son algunas de sus actividades físicas a dominar, además de que las labores diarias de construcción, mantenimiento y protección son obviamente liderados por estas mujeres que han sido entrenadas desde su adolescencia para ejercer y rendir en trabajos que consideraríamos peligrosos, riegosos y “masculinos”. Una de estas mujeres se presenta de la nada en una civilización en la que aún existen ambos géneros y, apenas llegar, comienza a hacerse preguntas de toda índole al ver la primitiva sociedad, su desarrollo cultural y psicológico.
Esta novela está plagada de preguntas acerca de los roles de género, la educación sexual, las ideas que tenemos sobre el desarrollo personal y profesional de las mujeres... Constantemente la voz de la narradora nos saca de su monólogo interno para hacernos partícipe de su día a día en el que se encuentra con abusos de autoridad y se atreve a poner sobre la mesa (o sobre el papel) el abuso sexual y psicológico haciendo un análisis social de aquellos hombres que se atreven a menospreciar e intentar quitar la autonomía del personaje principal, algo con lo que las mujeres de todo el mundo seguramente nos sentimos relacionadas.
Más allá de esto, plantea la idea de un mundo gobernado no por mujeres, sino simplemente por individuos que son valorados por sus capacidades pero también alentados a seguir cultivándolas, lejos de poner límites físicos y mentales son coaccionadas desde pequeñas para ejercer su potencial. La autora deja ver que un mundo controlado por mujeres tampoco puede sostenerse toda la vida, que invariablemente debemos de ser todos juntos los que trabajemos codo con codo por la vida de todos los que aquí habitamos. La voz que tiene este texto es dura y descorazonadora en muchos aspectos, los temas que trata son sensibles y polémicos como el lesbianismo, la maternidad, la masturbación femenina, la importancia absoluta que se le da a la apariencia física y lo “femenino”, la falta de oportunidades profesionales, el encasillamiento de los roles de género y la sistemática degradación a las mujeres. Con lo que se convierte en un extraordinario texto feminista, invaluable y generador de nuevas preguntas acerca de nuestra normalidad.

Claro que también toca temas enlistados en la ciencia ficción, como los viajes entre universos paralelos (ahora que ese tema está tan de moda), podemos ver el del personaje principal como un viaje en el tiempo o entre dimensiones, la realidad es poco clara. Russ además plantea otros avances tecnológicos de los que ya se comenzaban a hablar en el tiempo de la construcción del libro, algo así como el internet está presente en un pasaje en el que se nos cuenta que la información de la biblioteca puede ser consultada desde casa a través de muchos kilómetros de almacenaje.
Aunque es un libro de menos de 300 páginas, la lectura se vuelve un poco difícil conforme vas avanzando en las planteaciones de preguntas a nivel psicológico y te llega a incomodar más de una vez la manera tan sincera que tiene Joanna Russ de hablar de estos problemas que callamos millones de mujeres en todo el mundo, todos los días. Y de lo poco que hacen los movimientos y las marchas para erradicar este problema que crece en el núcleo mismo de la civilización: el seno familiar.
Joanna Russ murió en 2011, y fue una de las principales precursoras de la ciencia ficción este libro es una prueba de su talento. Además de ello escribió ensayos feministas acerca de la supresión de la mente femenina en la sociedad moderna pero también en la historia.
